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Historias

‘Entre Pijaos y Arrieros’: el emerger de un pueblo a través de la cultura

‘Entre Pijaos y Arrieros’: el emerger de un pueblo a través de la cultura

Créditos al equipo de Fotografía del Festival Fresno Entre Pijaos y Arrieros: (Daniel Duque, Yefferson Calderón y Diego Zuluga).

Por: Juan Sebastian Giraldo


Durante muchos años, desde las altas esferas de la sociedad tolimense y los gobiernos de turno, Fresno fue recordado como lugar asiduo de ‘La Violencia’, de nombres de pájaros y chusmeros inscritos en la historia con letras rojas como Desquite, Sangrenegra, Punto Rojo, Toño Mejía o Rancho Paja.

En décadas posteriores se promovieron campañas para que el municipio fuera asociado a otros conceptos, como el del café, el aguacate, el deporte o incluso a su ubicación geográfica y su labor como ‘Calle Real de Colombia’.

Sin embargo, todo esto ocurría al mismo tiempo en que las artes y las culturas iban quedando al rezago y al olvido con las constantes fugas de gestores culturales y artistas talentosos hacia otras latitudes en busca de oportunidades.

El Fresno en el que crecí gozaba de parrandas inolvidables y borracheras de antaño, pero carecía de espacios culturales significativos y de gran impacto. Más allá de la Biblioteca Municipal, la pequeña Casa de la Cultura y las iniciativas particulares de circos errantes que se instalaban en el potrero del Simón Bolívar, no hubo mucho más.


 

Amar el cine en un pueblo sin cine

Diego Zuluga, director del Día de Cine y uno de los organizadores del Festival 'Fresno Entre Pijaos y Arrieros'. 

Diego Zuluaga, al igual que yo, creció en un pueblo donde lo más cercano que hubo a una sala cine fue una especie de miscelánea con seis sillas Rimax en el garaje y una tela blanca frente a un proyector, donde, sin licencia alguna, se proyectaban filmes cualesquiera y que cerró cuatro meses después de abrir.

Enamorado de Jurassic Park, Batman y Blade Runner, pero, sobre todo, de contar historias, el amor se le empezó a crecer hasta que, como a otros artistas fresnenses, pareció no caberle en su propio pueblo y tuvo que salir en busca del cine en otro lado, a aprender lo que, para él, era la mejor forma de contar sus historias.

Diego se enflotó rumbo a Bogotá para estudiar Cine y Televisión en la Universidad Jorge Tadeo Lozano. Allí se enfrentó a la gran ciudad y descubrió el gran movimiento cultural que se gesta en la capital, abarrotada de cines, teatros y tarimas. Obtuvo también su título profesional e hizo parte de diversos proyectos, no solo en Bogotá, sino también en Ibagué y el exterior, fuera del país.

“En 2020, volvía a Fresno. Yo sentía que en Bogotá ya había suficientes personas haciendo festivales, muchas cosas, como que la cultura ya estaba muy avanzada y, en cambio, en Fresno estaba todo por hacer. Además, aquí estaba Cerro Bravo y todas las historias que yo siempre había querido contar”, relata con nostalgia.

La Rumba Criolla y las casualidades de la vida

Su regreso coincidió con la octava versión de La Rumba Criolla de Fresno "Milciades Garavito Wheeler", un festival cultural que durante varios años había estado suspendido, pero que en 2020 renació con el apoyo económico del Ministerio de Cultura. Sin embargo, la cuarentena entró en vigencia y la programación se vio obligada a trasladarse al formato virtual.

Mauricio Granados, gestor cultural y uno de los líderes de La Rumba Criolla, necesitaba a alguien con conocimientos en formatos audiovisuales que hiciera posible la realización del festival a través de las pantallas, allí apareció el nombre de Diego, quien de inmediato se vinculó a un incipiente “combo de cultores” de Fresno.

Con la experiencia vivida en el 2020 y el acercamiento a los formatos audiovisuales, Mauricio Granados tuvo un sueño, crear un festival alterno a La Rumba Criolla, uno que acogiera otras expresiones artísticas como el cine, la literatura y el teatro, y que además sirviera de vitrina para los artistas emergentes del municipio.

Fresno Entre Pijaos y Arrieros, un camino de fallos y aprendizajes

En 2021, el proyecto resultó ganador del Programa de Concertación del Ministerio de Cultura y nació bajo el nombre de ‘Festival Fresno Entre Pijaos y Arrieros’, como un homenaje a la cultura fresnense, construida en tierra tolimense, pero con gran influencia paisa por su colonización antioqueña y cercanía al departamento de Caldas.

“La primera versión fue como de mucho aprendizaje. Teníamos muy poco dinero y no sabíamos mucho de cómo se hacían las cosas. Nos equivocamos mucho. Hubo eventos que tuvieron muy poco público, pero como que se cumplió, se marcó ese precedente de poder hacer un festival”, comenta Diego.

La primera versión distó mucho de lo que serían la segunda y tercera, en 2023 y 2024, respectivamente. El festival duró solo tres días y su programación no figuró mucho más allá del municipio, con el escritor William Ospina, como único invitado de renombre; sin embargo, encendió la llama que necesitaban y les permitió a Mauricio, Diego y los demás, entusiasmarse para desarrollar nuevas versiones.

Fresno, un lugar de encuentro para artistas y académicos


Mauricio López, el escritor William Ospina y el cineasta Víctor Gaviría.

La segunda versión contó con una programación de cinco días, cada uno dedicado a un arte diferente. Además, no solo estuvo como invitado William Ospina, principal expositor del día de literatura, sino también Víctor Gaviria, director de ‘La vendedora de rosas’, y Andrés Ramírez, director de ‘La Jauría’ en el día de cine; Dafne Marahuntha en el día de música, y el Laboratorio de Bufones en el día de teatro.

—¿Alguna vez imaginaron tener a Víctor Gaviria aquí en Fresno? ¿Dando un conversatorio en el colegio San José?

—No, nunca. Y nada de eso habría sido posible sin William Ospina, él es un pilar fundamental en todo esto. Él fue el intermediario con Víctor y el que nos acompañó desde el primer momento. Muchos artistas ven que William está con nosotros y se anima unirse.

Una de las conclusiones que dejó la segunda versión del festival es la de que sí es posible traer a grandes personajes a Fresno y reunirlos en torno a los niños y niñas de los colegios, a los campesinos de poncho y sombrero que pasaban por el parque, y a los jóvenes y adultos interesados por la cultura.

De ese modo y con un grupo consolidado de los personajes fresnenses que habían hecho o estaban haciendo carreras exitosas en diversas disciplinas, el objetivo de la tercera versión de ‘Entre Pijaos y Arrieros’ era reunir a esa diáspora fresnense esparcida por el país y el mundo.

Durante la programación de la tercera versión, se dieron cita los fresnenses: Ronald García, físico nuclear del Instituto Tecnológico de Massachusetts; Hugo Posada, físico del Departamento de Ingeniería Biomédica de la Universidad de Connecticut; José Jairo Giraldo, profesor del Departamento de Física de la Universidad Nacional; Inés Toro,  Santiago Rocha, ecólogo de la Universidad Javeriana; y Edisson García, físico de la Universidad Nacional; acompañados de tolimenses destacados como el actor Alejandro Aguilar, el músico Juan Camilo Giraldo y, por supuesto, el reconocido escritor y ensayista William Ospina.


Los físicos Hugo Posada y Edisson García.

Un Fresno abocado hacia la cultura

Con el apoyo del Ministerio de las Culturas, la Alcaldía de Fresno, la Cámara de Comercio de Honda, Guaduas y Norte del Tolima, comercios locales, colegios de Fresno, y con el cubrimiento periodístico de medios regionales como El Cronista.co y El Nuevo Día, del 24 al 28 de julio de 2024, se vivió toda una fiesta cultural nunca antes vista en Fresno.

Evocar en letras todas las experiencias y momentos del festival, sería imposible. Si lo intentara, habría que hablar primero de los niños y niñas que, con bastante timidez, se animaban a levantar sus manos inocentes para hacer una pregunta o hablar de sus sueños.

Tendría que mencionar también, por supuesto, los vaivenes de las faldas largas y las blusas con bordados coloridos de los bailarines en su desfile por El Camellón y su espectáculo en la Concha Acústica.

Creo, no podría hacerlo si pasara por alto los ojos bien abiertos de los campesinos que, quizá, veían una película colombiana por primera vez en su vida y con coraje se ponían de pie, expresando lo identificados que se sentían.

Así mismo, sería improbable escribir de ello si obviara la armonía de las flautas, trompetas y clarinetes de la banda sinfónica del Festival que embelesaron a jóvenes y adultos en el Parque principal.

Estaría obligado, por otro lado, a detallar el conmovedor momento en que Danna Sofía González, entre lágrimas, recibió los aplausos del público cuando fue anunciada como ganadora al mejor poema.

Sentiría la necesidad de seguir y seguir, y escribir sobre el teatro, los malabares, el fuego y los apretones de mano; sin embargo, sí, sería imposible evocar en letras la totalidad de esas experiencias.

Diego, ¿qué es lo que más te ha gustado de todo este proceso? le pregunté después de dejarle descansar un poco el llanto de alegría que lo arropaba.

—Son muchas cosas que le quedan a uno en la memoria, pero yo creo que lo que más me impactó fue hoy, escuchar cómo el señor que era campesino decía que se había identificado mucho con la película de La Roya. Ese era el propósito.

Sentimos el cine colombiano muy alejado de lo que somos, pero no, realmente es muy cercano, pero toca saber cómo llegar. Saber que el festival no solo llega a mis amigos y conocidos, sino que también está impactando a personas que nunca he visto y que les está moviendo cosas por dentro que, en algún momento, a mí también se me movieron es algo que significa mucho —respondió Diego, claramente invadido por la emoción.

De este modo, fomentando la cultura y realizando festivales que le apuesten al arte y a la identidad fresnese como ‘Entre Pijaos y Arrieros’ o ‘La Rumba Criolla’, seguramente, en próximos años, Fresno será recordado como territorio de cultores, y allí quedarán inscritos en la historia con letras de diversos colores, los nombres de: Mauricio Granados, Diego Zuluaga, Edilson Franco, Daniel Quintero o Daniel Valencia.

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