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Cómo ser buen alcalde

Cómo ser buen alcalde

En su periodo de alcalde de la ciudad de Pasto, 1995-1997, es reconocido como el mejor alcalde del país. ¿Dónde considera que estuvo su acierto para haber logrado hacer una buena alcaldía?

A.N. Hice una campaña caminando la ciudad, siempre en la búsqueda de tener  contacto directo con la gente, y eso mismo fue lo que hice como alcalde desde el primer día de gobierno, estar siempre cerca de la gente. Escuchar a la gente, hablar y concertar con las comunidades es el mejor acierto que uno puede tener como gobernante. Esa debe ser una constante.

No es secreto el poder de sometimiento que ejercen la mayoría de los Concejos Municipales a los alcaldes. Si los alcaldes no ceden a entregarles puestos y contratos, las iniciativas del ejecutivo corren riesgo de no aprobarse. ¿Cómo fue su experiencia en este aspecto?

A.N. Me ocurrió, pero yo tenía claro que mi estilo de hacer política y de gobernar siempre ha estado y estará alejado del clientelismo y la politiquería. Yo dije: no vine a Pasto a darles ni puestos ni plata a los concejales. Lo cierto es que la mayoría de concejales no me querían aprobar nada, porque no les daba puestos ni contratos de las partidas del presupuesto para que les pudieran cumplir a sus votantes.

¿Qué hizo entonces?

A.N. Ante esa posición tomé la decisión de poner en práctica los presupuestos participativos. Con esos presupuestos participativos era la gente la que decidía. Esa fue la manera de responder a la falta de apoyo de los concejales. Resultó tan positiva esta iniciativa, que hoy los cabildos abiertos que fueron el soporte de los presupuestos participativos en Pasto se siguen haciendo, incluso en otros municipios y ciudades tomaron nuestro ejemplo.

“En campaña la mayoría de los políticos son muy simpáticos y una vez elegidos se esconden, y como yo soy de los pocos que no se esconden, en todo el tiempo de mi alcaldía de Pasto mantuve de manera permanente el contacto con la gente”.

¿Ante esa salida, cómo actuaron los concejales?

A.N. Con la acción que emprendimos de los cabildos abiertos, los concejales tuvieron que aceptar que era una equivocación estar de espaldas a la gente, que la cercanía no era solo mientras conquistaban el voto para después alejarse. Aquí con el ejemplo nuestro se dieron cuenta que había que estar cerca de la gente.

¿Con el programa de presupuestos participativos, qué estrategias tuvo para que funcionara como usted lo había concebido?

A.N. Sabía que en buena medida me había ganado la alcaldía por el prestigio que adquirí como ministro y constituyente, pero de solo nombre no iba a hacer una buena alcaldía. Con los presupuestos participativos, mi trabajo lo trasladé a las calles.  Creamos un programa de radio los domingos, “Usted y el alcalde”, donde yo contestaba las llamadas, recibía a la gente sin cita un día a la semana todas las semanas y medio día se lo dedicaba a las organizaciones comunitarias. Eso significó un contacto permanente con la gente.

¿El éxito es abandonar un poco la oficina y lanzarse a la calle?

A.N. Estar en la calle en una conexión muy cercana entre la alcaldía y los ciudadanos, es una de las tareas más importantes para el éxito de un alcalde. En mi caso fue así. Porque el ciudadano se siente oído, interpretado, siente que hay un gobierno que lo representa, palpa que la plata que paga de impuestos se están invirtiendo de manera transparente. La gente siente que hay sinceridad y honestidad.

¿Qué hechos destaca para que esa conexión hubiera resultado exitosa?

A.N. En el primer año sucedieron cosas mágicas. Por ejemplo arreglamos todos los andenes del centro de la ciudad. Los comerciantes y la ciudadanía en general quedó contenta, porque no habían aceras para que la gente pudiera caminar con tranquilidad, pudiera disfrutar a plenitud el centro de la ciudad. Hicimos un programa de pavimentación con el estrato dos que denominamos 50-50. El municipio ponía la mitad y la otra mitad la comunidad. Esos dos hechos, hicieron que la gente empezara a creer fuertemente en nuestra alcaldía.

¿Es evidente que el éxito para una buena administración está en la cercanía administración-comunidad?

A.N. Por supuesto que sí, significa que esa cercanía entre administración y la comunidad permite resolver muchos problemas que afectan la calidad de vida de las personas. Vean esta anécdota: En alguno de esos eventos de presupuesto participativo, una comunidad del sector rural nos pidió un peaje porque se dieron cuenta que no se contaba con la plata suficiente para hacerle el mantenimiento a la vía que comunicaba con su sector. La comunidad a través del presupuesto participativo tomó la administración del peaje y para satisfacción nuestra ese peaje hoy sigue funcionando en las mismas condiciones que estableció la comunidad. 

¿Más allá de la importancia de la cercanía con la gente, qué otro elemento resulta vital para lograr una buena alcaldía?

A.N. Acertar en la escogencia del equipo de gobierno, es fundamental.  Yo escogí la mejor gente que conocía para algunos cargos y para aquellos puestos en los cuales no conocía personas con capacidades, hice convocatorias abiertas. Por ejemplo recuerdo que pedí hojas de vida para el secretario de Tránsito porque no tenía una persona conocida que pudiera ejercer con eficiencia ese cargo. Y de las hojas de vida que llegaron, escogí el que me pareció mejor y a la postre fue un buen secretario de Tránsito. Si se nombra por amiguismo, olvidando las capacidades personales y profesionales de la gente, resulta un tremendo error.

Por el sectarismo político que aún se observa en algunas partes, a veces se sacrifica la eficiencia. Se deja de nombrar a alguien capacitado porque simplemente no pertenece al grupo político del alcalde. ¿Qué opina al respecto y si tuvo una experiencia en ese sentido que le haya ocurrido?

A.N. Tengo varias gratas experiencias, por ejemplo organizamos la primera EPS que hubo en Pasto. Hicimos una entidad mixta con participación del 95% del municipio y el 5% del sector privado. Empecé a buscar quién podría ser el gerente de esa EPS y me recomendaron un señor que era conservador alvarista (Álvaro Gómez Hurtado). El señor fue a mi oficina y se sorprendió que yo le ofreciera el cargo. Lo cierto es que resultó un gran gerente.

En las alcaldías la queja recurrente es la falta de plata para hacer obras. Es claro, que los recursos son limitados, pero también es claro que en buena medida para que esa plata no alcance se debe al despilfarro, la no transparencia en las obras. ¿Qué opina desde su experiencia como alcalde?

A.N. Es cierto que los recursos son limitados, pero hay que apelar a la creatividad, apostándole a la transparencia e idoneidad. Mire este otro ejemplo que tuvimos cuando se trabaja con transparencia.  Durante un convenio con un gobierno escolar se hicieron un par de aulas en un colegio urbano y cuando fuimos a entregarlas, el rector se quejó. Dijo que habían pintado casi toda la escuela pero que no le habían pintado la rectoría.  Entonces un padre de familia le aclaró que la pintura no estaba dentro del presupuesto del convenio, pero como hicieron rendir la plata, alcanzó para comprarla. Es casi seguro que si el rector hubiera tenido la potestad de tomar la decisión, lo primero que ordena es que le pintaran la rectoría, sin importarle el resto. Como enseñanza, en las obras por pequeñas que sean, si hay transparencia, la plata rinde.

¿Por qué cuesta tanto trabajo a muchos alcaldes construir sobre lo construido?

A.N. La mayor parte ocurre por el egoísmo que tiene su origen en el sectarismo político que infortunadamente aún se mantiene. Uno de los problemas apremiantes que tuve que resolver recién asumí el cargo fue el de la recolección de los residuos sólidos. Había una Secretaría de Aseo que no funcionaba. La ciudad estaba inundada de basuras. En seis meses organizamos la secretaría y entregamos la ciudad limpia. Pensamos que el riesgo era que llegara otro alcalde y volviera a burocratizar la entidad y acabara con lo que tanto nos había costado. Por eso decidimos hacer una empresa de economía mixta y fue tan exitosa que hoy sigue funcionando. Los alcaldes que me sucedieron tuvieron grandeza en sostener el modelo. Ha sido tan exitosa la experiencia que hoy Pasto es más limpia que Bogotá.

¿Por qué los alcaldes que lo antecedieron no lograron hacer la gestión que usted logró?

A.N. Además de ser un visionario, el alcalde debe ser creativo. Cuando asumo el cargo, la ciudad no tenía presupuesto para inversión, vivía de las transferencias de la nación, no tenía recursos propios. Una de las pelas que tuve que darme fue duplicar en el segundo año el impuesto predial y aumentar el impuesto de industria y comercio. Como en el primer año me había ido tan bien, la gente aprobaba mi gestión, aceptaron el aumento.  La gente veía los buenos resultados a diferencia de los alcaldes anteriores que no habían sido eficientes.  Además de ganarnos la confianza de la gente, era mostrar un trabajo que estaba brindándole beneficios a la comunidad.

¿Cómo logra poner a la gente de su lado en un tema tan álgido como es un alza en los impuestos?

A.N. Cuando empezaron a llegar los recibos del predial, la gente dijo que eso estaba muy alto. De manera concertada nos ideamos un método de pago, que consistía en hacerlo por cuotas de acuerdo a los ingresos de la gente. Le hablé a la ciudadanía que estábamos gobernando correctamente, por lo tanto significaba que la plata no se perdía, que nuestro gobierno era accesible, era un gobierno honesto. La gente aceptaba nuestros argumentos, ya nos habíamos ganado ese prestigio, esa confianza por el buen trabajo realizado en el primer año de gobierno. No sobra recordar que el ejecutivo es para ejecutar, no es solo para hablar, es para producir resultados y ojalá temprano. Eso fue lo que hicimos en Pasto.

¿En definitiva, el éxito radica en la buena comunión que se tenga con la gente?

A.N. Esa parte de la buena relación que se alcance con la gente, es fundamental. Yo veo muchos alcaldes que se esconden, que no los encuentran, que no atienden a la gente. A las personas hay que saber decirles la verdad. Lo que yo hacía era poner la cara, hablar con sinceridad y esa actitud le gustaba a la gente.

Si la mayoría de los municipios fueran conducidos con la visión, la responsabilidad, el compromiso, la transparencia que tuvieron usted como alcalde de Pasto; Antanas Mockus en Bogotá y Sergio Fajardo en Medellín, entre otros destacados alcaldes, ¿Cómo cree que sería el país en esa circunstancia?

A.N. Evidentemente sería mucho mejor nuestro país. Creo que sería un país con mucha más confianza en el Estado, con mucha más participación ciudadana. Cuando un municipio es acertadamente conducido, la gente empieza a sentirse orgullosa de su ciudad. Y no es que se tengan que hacer milagros, lo que hay que hacer es bien las cosas, estar cerca de la gente, producir resultados, rodearse bien y generar confianza. En la medida que haya municipios bien gobernados, gana el país. Y claro sin robarse la plata pero tampoco permitir que otros se la roben.

¿Cómo saber enfrentar la crítica, qué opina de aquellos gobernantes que caen en la confrontación con los opositores y se dejan desviar del objetivo de trabajar por el municipio?

A.N. Mientras se esté gobernando, no se debe pelear con nadie.  Ayudar a los pobres no significa que se tiene que pelear con los ricos. Esa polarización no sirve. Un alcalde que se la pase enfrentado a sus críticos, a sus opositores, corre el riesgo de desviarse de su objetivo, que es el de ejecutar una buena labor.  

“Un alcalde que se la pase enfrentado a sus críticos, a sus opositores, corre el riesgo de desviarse de su objetivo, que es el de ejecutar una buena labor”.

¿Cuál es el grado de importancia que tienen las alcaldías en la estructura del país?

A.N. Un funcionario del Banco Mundial que visitó a Pasto en la época de mi administración, me decía que el cargo de más alto nivel de un Estado, es la alcaldía. Yo estoy de acuerdo con esa apreciación. El alcalde es el funcionario que sabe de primera mano las necesidades de la gente, mientras la gobernación es como un cargo de segundo piso y la presidencia de la República es el tercer piso, pues está más lejos de la realidad, en cambio desde la alcaldía uno mira con sus propios ojos la gente, habla directamente con ella y encuentra con mayor facilidad la solución de los problemas. El alcalde es el gobernante que más cerca tiene la gente

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