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El futuro terror: de la distopía al presente real

El futuro terror: de la distopía al presente real

Por: Juan Sebastián Amézquita

Son diversos los factores que han generado que en la comunicación política contemporánea se sobrepongan los discursos emocionales a los racionales. Desde esa perspectiva emocional, tres elementos ocupan hoy un papel protagónico al desarrollar las ideas que luego se convierten en planteamientos desde los liderazgos políticos hacia las diferentes formas de electorado en todo el mundo: el miedo, el rechazo y la esperanza.

En los últimos años, ha ganado fuerza dentro de los escenarios de discusión política, especialmente en Europa, la idea del futuro terror, cuyo principal promotor es el escritor, consultor político y exdirector de Gabinete Presidencial del Gobierno de España, Iván Redondo. Al evidenciar el surgimiento y, fundamentalmente, la gran acogida popular de líderes como Rodrigo Duterte (Filipinas), Donald Trump (EE. UU.), Viktor Orbán (Hungría), Benjamín Netanyahu (Israel) y Jair Bolsonaro (Brasil), entre otros, avizoró la llegada del futuro terror: "una era donde las ideas centrales del debate político se fundamentan en la crueldad".

Estos exponentes del futuro terror, o de lo que también podría entenderse como populismo autoritario, no solo han logrado capitalizar los malestares sociales a nivel global para conformar un inquietante matrimonio entre el miedo y el rechazo, sino que también han servido como una irónica, pero poderosa fuente de inspiración para otros liderazgos emergentes en diferentes partes del mundo, como Nayib Bukele (El Salvador) y Javier Milei (Argentina).

Estos líderes, mediante un discurso sustentado en el miedo, el odio, el desprecio y la criminalización del pensamiento político de sus respectivas contrapartes, lograron alcanzar el poder al aprovechar las problemáticas internas y un electorado cansado de no encontrar soluciones a sus demandas en los sectores de la política tradicional, tanto de izquierda como de derecha.

Parece ser que lo que hoy está sucediendo en el mundo (guerras, hambrunas, bloqueos económicos, amenazas nucleares y tensiones diplomáticas) se asemeja cada vez más a lo que George Orwell imaginó en su obra "1984" o a lo que plasmó Terry Gilliam en la película británica de los años 80 "Brazil", evidenciando así una transición entre lo distópico, un presente real y un futuro cada vez más incierto.

En Colombia, la situación no es ajena a esta realidad global. Con los comicios electorales de 2026 a la vista, podemos observar con preocupación que algunas figuras que hoy están desarrollando una campaña presidencial promueven discursos que, aunque son cada vez más vacíos desde el punto de vista propositivo, son cada vez más violentos desde el punto de vista emocional.

Actores como Abelardo de La Espriella, Santiago Botero y María Fernanda Cabal se han inclinado por un discurso que incluye elementos como "destripar", "disparar" o "encarcelar" a sus oponentes políticos, macartizando no solo el pensamiento de quienes forman parte de las expresiones del progresismo en el país, sino también de todos los demás partidos y movimientos que hoy representan importantes sectores dentro de la amplia y diversa sociedad colombiana.

La invitación a la reflexión debe ser inminente, la apuesta hacia la esperanza debe ser contundente, y la necesidad de protestar contra los apadrinados del futuro terror en Colombia debe ser categórica. Sin embargo, la posibilidad de convertir todo lo anterior en una gran propuesta que ofrezca respuestas a nuestros malestares sociales y nos aleje de escenarios de temor y violencia debe ser un compromiso y una realidad.

Estamos atravesando un inmenso tsunami de desinformación; vivimos tiempos de muchos muros y pocos puentes. Ante estos escenarios de crisis, es donde más debemos estar alertas, plantear respuestas y dibujar el camino hacia la reconstrucción del optimismo y la moral de nuestra muy amada república.

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