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La cometa, el sueño de una familia

La cometa, el sueño de una familia

Con la muerte de don Honorio Molina Molina se perdió una de las tradiciones más importantes para esa familia en el mes de agosto, elevar cometas en el primer día festivo. 

Fue una actividad sagrada durante más de cuatro décadas por parte de todos sus integrantes que sin importar en que parte del planeta se encontraban, tenían que llegar a la cita que su padre les imponía;  quizá la tercera más relevante para la familia, después de la Navidad y el cumpleaños de su madre.

Foto albúm familiar año 2004

 

Todo era un ritual al inicio del mes, los hilos, el pegante, las colas de los panderos, los diseños de las cometas a elevar, sus tamaños de acuerdo a cada integrante. Doña Ana Leonor Zarta, la mamá, hacía lo suyo, era otra fiesta más para celebrar el tenerlos a todos juntos.

Sus hijos Norma Clemencia quien ya falleciera; Inés Lucia, Honorio Jr.,Jesús María, Luis Fernando, Luz Elena, en conjunto con los nietos Giovanni Alberto,Guillermo Alfonso, Cristhian Felipe, Luis Fernando Jr., Laura Lucia, y Miguel Angel y sus compañeros  estaban presentes.

Las viandas y la gastronomía familiar no podían faltar y siempre pensando en un plato más para el amigo que llegaba de sorpresa, se disponía de lo necesario para atenderlo y evitar contratiempos.

 

El avistamiento del terreno donde se elevarían las cometas era otra tarea que realizaba don Jesús días antes del encuentro, un lugar despejado, sin redes eléctricas, cerca de un afluente si era posible, terrenos donde pudieran ver sus construcciones de papel elevarse, llevando sus mensajes y sueños al cielo. En los últimos años, preferían los espacios dispuestos por las cajas de compensación.

Y llegaba el encuentro y día de la fiesta. Familiares arribaban desde sus puntos de origen a la casa materna, donde se ubicaban en los cuartos vacíos, los mismos que habían dejando cuando salieron a buscar sus propios caminos. Ahora la familia aumentaba, se agregaban, esposas, esposos y nietos. 

Los hijos empacaban todo en la camioneta, revisaban la lista de elementos de las cometas; ellas por su parte, apoyaban a la mamá frente a las viandas. Empezaba otro ritual, en el campo sacaban reluciendo las cometas multicolores que rompían la monotonía del lugar y hacían el ambiente más festivo y alegre. Allí salía a flote el espíritu solidario de la familia, apoyarse unos a otros para que cada cometa emprendiera su viaje a las alturas sin mayores contravientos. Allí, mientras más ganaban espacio las cometas, en los rostros de la familia Molina, afloraba la sonrisa y los gritos anunciando que los trofeos se habían ganado sin derrotar a nadie. 

Era el momento de la zona de refrigerio, aparecían las  amargas, frías, limonadas, mientras en el aire, las cometas repetían las rutinas y movimientos de los años anteriores. Las anécdotas que solo pertenecen a la familia Molina, la satisfacción, el recuentro y el fortalecimiento de los lazos familiares van unidos a los hilos de las nuevas comentas que con diseños, colores y motivos diferentes se construirán el año que viene.  

Sin embargo, y como lo vida tiene una lógica que incluye el paso de la muerte, con la partida de don Honorio la tradición se perdió. La familia sigue reuniéndose para las dos fechas importantes, menos para esta que era como el trofeo del papá, porque los tenía concitaba al mismo lugar donde las tertulias eran largas conversaciones para saber y enterarse de la vida de cada integrante de la familia. Ahora, doña Leonor espera luego de 12 años de la muerte de su esposo, recuperar esa memoria histórica de la familia, para que sean sus nietos y bisnietos quienes recuerden porqué agosto es el mes en que la familia Molina, se entrega a los vientos acariciadores de temporada y recuerdan que los sueños, siempre penden de un hilo. 

Textos: Óscar Viña Pardo.

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