Columnistas
Unas señoras derechas y humanas
Por: Víctor Sánchez Riveros
Ante el degradante ejemplo que han dado los grupos de poder con la rapiñade los bienes colectivos,mediante trampas y picardías sin descaro, para apropiarsede la gestión pública;la exaltación a un grupo de personas, la mayoría de ellas mujeres, por parte de la Alcaldía de Ibagué en el marco de la conmemoración del Día Internacional de los Derechos Humanos, invita a reconocer a quienes asumen un rol diferente en la sociedad y con su trabajo voluntario, comportamiento y expresiones de solidaridad y de ayuda mutua,muestran que es posible, alentados en principios y valores de la civilidad, movilizar a las personas a exigir sus derechos a mayoresy mejores condiciones de vida.
Reconocer el trabajo laboriosos de Eddy Gómez en los sectores del barrio Ricaurte, de Ana Deissy Meneses en la Comuna Ocho, de Andrea Cruz con sus parceros de la Revolución vino tinto sur, y de José Luis Mendoza con las víctimas del conflicto y a la Mesa de Organizaciones Sociales por la Paz del Tolima, por la apuesta de colocar en la agenda pública de la región la promoción y apoyo a los acuerdos y diálogos de paz con los actores armados; es una manera de colocar otros referentes para orientar procesos de convivencia y formación de comunidades más comprometidas con el respeto por lo público, la defensa de los bienes comunes y la paz como un derecho supremo.
Se van a cumplir 70 años de la Declaración Universal de Derechos Humanos adoptada y proclamada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 10 de diciembre de 1948; y es paradójico que preciso en esa época, se inicia en el país uno de los ciclos sociales más violentos generada por el asesinato infame de Jorge Eliécer Gaitán, con actos vergonzosos y crueles que a pesar de los diálogos de paz, los beneficiados con el negocio de la guerra, se empeñan en continuar.
Las acciones violentas además del desastre y de las miles de víctimas, ha dejado también un estado de desesperanza y de carencias que impiden que las personas conozcan, que el Estado reconozca y que la ciudadanía ejerzaplenamente los 30 artículos que constituyen esta Declaración Universal,que busca dignificar la existencia humana, mediante el diálogo y el consenso como una manera de resolver los conflictos sociales.
Por fortuna existen también personas que fundamentadas en estos derechos, con una sensibilidad vital, sin títulos ni salarios estánsiempre “como la sangre en la herida”, pendientes de la población campesina después de un bombardeo o de una acción armada, preguntando por los detenidos, o atendiendo las urgencias de una movilización social, luego de una protesta estudiantil, o en una marcha campesina.
Acompañan a familiares, brindan aliento a la madre angustiada, buscan al abogado, hablan con el sargento o con el policía de turno, acomodan un colchón, o compran un caldito, llaman al hospital, o la defensoría, piden clemencia y consideración por los heridos o detenidos y por los desposeídos en una sociedad perversa y cínica que criminaliza la pobreza.
Conocen el hacinamiento carcelario y denuncian los graves problemas de salud, de violación a la integridad física y mental de quienes están privados de la libertad, la mayoría pertenecientes a los grupos de población vulnerable, carentes de las más mínimas condiciones de dignidad que merece un ser humano.
Se compadecen de la desventura ajena, no son indiferentes ante la injusticia de los excesos del poder y por encima de todo encausan su energía y experiencia vital a ayudar a otros, sin preguntar por su condición u origen.Lasmás reconocidas en esta tierra, son mujeres, amas de casa, educadoras o enfermeras, que con su instinto maternal nos enseñan que toda acción humana debería tender a hacer el bien, a propiciar lo bueno a buscar lo justo.
En la lista de defensoras de derechos humanos del Tolima, están unas señoras derechas y humanas como Venus Quiroga, Flor Múnera, Cristina Pardo, Ruth Nieto, Elizabeth Vergara, entre las más comprometidas.
Brindar reconocimientosincero a líderes de una comunidad debe servir para la reflexión sobre cómo transformar esta realidad a partir no solo desde la ideología sino también apunta a valorar la fraternidad,la comprensión y la emoción de ayudar al prójimo.
El sacerdote jesuita Javier Giraldo, conocido en el país por la defensa de comunidades víctimas del conflicto, en un libro titulado “ Derechos Humanos y Cristianismo” aborda las raíces comunes que mueven a la seres humanos a asumir como opción de vida beneficiar a otros y enlaza la fe cristiana y la opción por la defensa y promoción de los derechos humanos para colocarlas en un mismo plano existencial en el cual el sentir juega también un papel preponderante al lado del pensamiento y de la acción colectiva emancipadora.
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