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Opinión

Trabajo y Dignidad

Trabajo y Dignidad

Por Juan Bautista Pasten G.


Ciertamente, el trabajo, desde los orígenes de la humanidad, ha permitido cómo relacionarnos con todo cuanto nos rodea, es decir, la naturaleza y lo humano, con la multiplicidad de eventualidades, expresiones, causalidades y consecuencias que esto implica y significa.

Sin duda, la temática planteada en esta oportunidad es amplia, compleja y profunda y, por tanto, con una diversidad de análisis, cuestionamientos e interpretaciones de todo tipo. En efecto, la percepción y reflexión acerca de ambas nociones – trabajo y dignidad – ha sido realizada desde las ciencias (naturales y sociales), la filosofía, la religión y las artes. En todas estas consideraciones, se hallan implícitas, de una u otra manera, las concepciones ideológicas y las creencias de quienes las efectúan.

Por lo pronto, en la presente columna, intentamos priorizar los aspectos y objetivos valóricos y filosóficos de tan importante actividad humana (el trabajo), además de lo conducente al fortalecimiento y enaltecimiento integral de quienes la practican (la dignidad). Por cierto, el trabajo involucra y afecta – positiva o negativamente - a todos los seres humanos; nadie se encuentra ajeno a desarrollar acciones laborales, independientemente de la definición y sentido que se otorguen a las mismas.

A lo señalado anteriormente, es necesario añadir las características disímiles que tiene cada trabajo, así como las instancias físicas, emocionales, cognoscitivas, mentales y valóricas insertas en ellos. Estos elementos mencionados, permitirán – en mayor o menor medida - el desarrollo cualitativo y cuantitativo de las personas.

En lo inmediato, es menester precisar lo siguiente: Todo trabajo es digno, en la medida en que es un aporte a la comunidad a que pertenece. En consecuencia, el solo hecho de cumplir una labor en la sociedad, ya representa un ejercicio social importante. Por ejemplo, la aplicación de funciones - corporales y/o mentales - que posibilitan la construcción de puentes o líneas de ferrocarriles que mejoran la conectividad de un país, otras que posibilitan el fortalecimiento de la nación mediante la entrega de una adecuada educación, o bien, aquellas que ayudan a eliminar la polución ambiental, así como el cuidado y protección de la naturaleza.

Efectivamente, trabajar consiste en asumir una activa participación en el mundo, o sea, un rol substancial de ayuda y colaboración en el crecimiento de la sociedad en su conjunto. El trabajo es la actividad prioritaria, ya que convierte a quienes lo practican en seres esenciales para sí mismos y para quienes le rodean (familia, comunidad y nación)

Ahora bien, como hemos indicado en los párrafos precedentes, todo quehacer humano constituye un trabajo, una tarea, en el sentido que está utilizando elementos de su persona – internos o externos, físicos o mentales – para realizarlo y plasmarlo.

En este contexto laboral, hay trabajos necesarios para vivir, subsistir o sobrevivir en el mundo, por los cuales recibimos un emolumento, una remuneración, un pago que nos permite satisfacer necesidades, desde las básicas (comer, beber, dormir) a otras más ascendentes (formar una familia, educación, vivienda y otros elementos materiales), que están supeditadas, por lo general, de la cantidad de dinero recibido por el trabajo efectuado. Estas labores han sido concebidas – por algunos filósofos políticos - como enajenantes (nos sostenemos en algo “ajeno” a nosotros), lo cual nos hace dependientes de un salario y de un empleador. En esta forma de relación laboral podemos llegar a permanecer de por vida, ya que sin ella podríamos quedar a la deriva, al quedar desocupados o cesantes. Es un drama profundo, una realidad patética carecer de los medios económicos, nos impide tener una existencia “normal”, acorde a las normas establecidas.

No obstante, existe, también, un tipo de trabajo no enajenante – aunque podemos valernos de éste para propiciarlo y/o solventarlo -. Nos referimos a todas aquellas actividades que no dependen de nuestro entorno (empleadores y empresas), sino de nosotros mismos, de nuestros intereses, proyectos, preferencias, ideales y objetivos. Consiste en realizar quehaceres que nos ayudan a descubrirnos, potenciarnos y cultivarnos interior y exteriormente.


¿Cómo concretamos este trascendente e imprescindible enriquecimiento interno, que – más temprano que tarde – generará efectos positivos en la totalidad de nuestra vida?


Ciertamente, haciendo tareas y trabajos como los siguientes:

Instruyéndonos en plenitud, educándonos en todos los ámbitos, participando activamente en eventos culturales, artísticos, científicos y deportivos, recreándonos sanamente. En síntesis, todo lo que significa aprendizaje y crecimiento interior e integral. Sin duda, todo esto conduce a la formación de seres humanos más íntegros, más libres, más solidarios y más justos.

Es tiempo de darnos tiempo para nuestro desarrollo personal, como familia, como comunidad, como sociedad y como habitantes efectivos del planeta. El mundo necesita personas probas y completas, de actores fundamentales, que sean el sustrato, la herramienta y el objetivo de mejores formas de relación y de existencia.

Vivimos en un mundo que requiere seres humanos presentes, conscientes y responsables, seres empoderados, con la suficiente idoneidad y protagonismo para transformarse en auténticos conductores y líderes de las Nuevas Sociedades, en las cuales todos seamos reales sujetos de la historia y no meros comparsas de la misma.

Ahora es el momento en que la dignidad y el trabajo creativo sean el fundamento de hombres y comunidades sólidas, donde predominen la inteligencia, el ingenio, la unidad y la creatividad.

Elige un trabajo que te guste y no tendrás que trabajar un solo día de tu vida”. Confucio, pensador chino, siglo VI.

Todas las personas tienen la capacidad de trabajar creativamente. Lo que sucede es que la mayoría no lo nota”. Truman Capote, escritor y periodista estadounidense, siglo XX.

El ocio, la contemplación, constituye la más importante de las actividades humanas, nos pone en contacto con la verdad y con los dioses”. Aristóteles, filósofo griego, siglo IV a.C.

  • Docencia e investigación en filosofía

Universidad de Chile

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