Columnistas
Las comodidades de los elegidos
Por: Oscar Amaury Ardila G.
(Abogado)
Entre los más altruistas designios de la sociedad humana, narradores de la historia se refirieron a esa figura perfecta de los “elegidos”, para que en uso de facultades celestiales, utilizaran sin ambages el poder universal de la luz y la sabiduría, hacia la derrota de los intereses obscuros del imperio del mal en la tierra.
Con el paso del tiempo, la imagen ideal se ha materializado en mundanales hombres y mujeres, que a partir de convicciones aprehendidas o creadas, se convirtieron en guardianes de la vida sencilla y sacrificada, frente a los antivalores de un sistema social sustentado en lucros individuales, el caos colectivo y la destrucción del planeta.
Soportados en mandatos religiosos o principios materialistas del mundo, o la conjunción de ellos, hemos sabido de la presencia de notables Elegidos-as; nombres públicos como Jesucristo, Gaitana, Bolivar, Policarpa, Marx, Che Guevara, Fidel, Camilo Torres, Mandela, Gandhi, …, y estoicos héroes anónimos engrandecidos por su valor y humildad.
En la sociedad nueva, el fundamento democrático de los Estados ha venido habilitando escenarios de participación hacia la búsqueda de “elegidos” dentro del establecimiento; y con la mecánica de cíclicas jornadas de votación, la institucionalidad encarga el futuro de un país a líderes de cualquier talante: honrados o corruptos, notables o mediocres, comunitarios o individualistas, ecologistas o ambiciosos, humanistas o villanos, generosos u oportunistas, conciliadores o tiránicos, sinceros o mentirosos.
Para infortunio de la historia, los electos ganadores sellados por el clientelismo y la manipulación mediática, se han aprovechado de las indulgencias del régimen para reciclar discursos y moldear acciones en su propio lucro; esas designaciones entroncadas indefectiblemente a los pilares estructurales del capitalismo, aceita la maquinaria de los grupos dominantes y hace que la oferta y la demanda por curules, directivas o cargos en los poderes públicos, sea un asunto de posibilidad económica de algunos, con capacidad de pago, inversión capitalista o endeudamiento.
Los que por algún motivo especial, excepcional, no hacen parte del establecimiento y han llegado o llegaren a ocupar puestos de representatividad pública, o son representantes de organizaciones sociales, no deberían desteñir las banderas que consagran principios fundamentales de las sociedades ideales que decimos defender; esas sociedades soñadas y distintas al culto del dinero, al individualismo, al estatus y la competencia.
Los soportes que le dan validez a la ideología de la clase popular como la justicia, la equidad, la igualdad, la solidaridad, entre otros, no pueden servir de pretexto para utilizar la imagen de lo social en favor de intereses particulares; sin embargo, los brillantes y lujosos espejos de los conquistadores modernos allanan con facilidad mentes dispuestas a engullirse de las mieles del ordenamiento. En ese vil mercado de privilegios, es posible identificar avezados líderes venidos de abajo, que con malicia criolla para acomodarse a los regalos del sistema, se van posicionando en la lista de figuras emergentes dentro de la sociedad de las apariencias. El Aprovechamiento de las fáciles oportunidades se manifiesta de igual manera con los declarados “personajes”, que en nombre de los derechos humanos, las víctimas y el conflicto, se convierten en beneficiarios de ostentosas prerrogativas desde el oportunista y manipulado victimismo.
En la crisis actual del sistema capitalista mantenerse unos “elegidos” posando de figuras en custodia, enloda el discurso con la práctica y aleja la confianza de los jóvenes en nuevos modelos socio-económicos por conocer. Esos cientos de sujetos levantados con manuales y doctrinas proletarias, hoy disfrutan de comodidades personales, extendidas a sus familiares y amigos, acosta de los impuestos y el patrimonio público de las mayorías. Es urgente que se recojan esas prácticas disonantes del deber ser, asumiéndose comportamientos diferenciales y gestos públicos de consecuencia ideológica, para que los sentidos de los ciudadanos comunes y corrientes, los que engrosan la Opinión Pública puedan destacar el verdadero valor de los Elegidos. Es hora de que los auténticos representantes de la clase popular tengan la dignidad de devolver las dádivas materiales a los dueños del poder, y caminen de a pie junto a los hombres y a las mujeres de las comunidades necesitadas; es el momento de rechazar los jugosos honorarios de los cargos de elección popular y disponer a su justa medida, unos ingresos dignos pero no desproporcionados ante los flacos salarios de los trabajadores de base, sin que se tenga que esperar mandatos legales u obligaciones partidistas.
El momento político del país atravesado por una profunda polarización ideológica, es caldo de cultivo para alimentar las posiciones conservadoras del sistema, que con cuidadosos cálculos de rentabilidad política y económica, van llevando el imaginario de los ciudadanos a defender causas dogmáticas y caudillistas, sin mayor conciencia pero con suprema adoración a sus “elegidos”. Si la clase popular se desmonta de prácticas equivocadas de comportamientos obtusos, se gana la voluntad de la Opinión Pública. Los ELEGIDOS de la leyenda o los del compromiso humano, deben asumir intereses colectivos, defender la soberanía del pueblo y controlar el abuso del sistema político, sin concesiones o debilidades ideológicas.
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