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La triste izquierda académica

La triste izquierda académica

 

Por: Julio César Carrión Castro

El pensador esloveno Slavov Zizek ha hecho una clara radiografía de esa militancia política desgastada y triste que aun se preserva en el gueto universitario. Ha dicho Zizek: “… la izquierda académica occidental, más que otra cosa, creo que, a escondidas, disfrutan de su cómoda vida académica en la universidad, y aunque hablan de la necesidad de lograr un cambio en realidad no quieren nada de eso.

Les encanta la revolución, pero cuando tiene lugar muy lejos… en países lo suficientemente lejanos como para que sus cambios jamás puedan afectarnos. Creo que comenzó con la Escuela de Frankfurt, era una izquierda académica muy crítica con respecto de la sociedad, pero una crítica cultural abstracta y sin un compromiso real. Es una posición muy arrogante, la de la Bella Alma, como yo lo llamo siguiendo a Hegel: una posición muy cómoda, muy crítica, sí, pero completamente integrada en esta sociedad y, en términos generales, creo que este es el caso de los “estudios culturales” en la izquierda académica…”

Siguiendo a Zizek, tenemos que reconocer que lo realmente desconsolador es que lo único que esta izquierda pragmática puede ofrecer hoy es la defensa del viejo y desgastado concepto del estado del bienestar. La izquierda, en ese sentido, actualmente es una fuerza reaccionaria, que lucha exclusivamente por preservar lo existente. Cuanto más, por buscar una especie de “capitalismo con rostro humano”.

 

Lo que está ocurriendo en el ámbito universitario, particularmente colombiano, es lo más triste: Muchos “intelectuales” y “académicos”, reputados aun como docentes de “izquierda”, de manera cínica y pragmática dicen que “no se debe confundir la política académica con la política-política…” y siguiendo a Habermas (o más parroquialmente las muecas y zalamerías del inefable e inestable Mockus) proponen que, en gracia de una auténtica acción comunicativa discursiva, en lo único que se pueden comprometer los universitarios, es en aquellos proyectos que conduzcan -por supuesto pacíficamente y oficialmente- “a la construcción social territorial como una ciudad, región o nación”.

Bueno, sin embargo algunos de estos “comunistas” de academia, a quienes aun les gusta  autodenominarse indistintamente, “trotsquistas”, maoístas, o  “stalinistas”… fervientemente coinciden en esa defensa del status quo; no tiene  diferencias, ni entre ellos, ni con el pensamiento demo-liberal, pero siguen pidiendo una revolución, lo que, por supuesto, ya no significa nada, sólo cháchara intrascendente; quizá solamente posmodernismo académico… Eso,  pareciera que les genera estatus, reconocimiento entre las bandas de estudiantes a los que todavía “descrestan” con su palabrería.

Es triste que no haya un auténtico activismo político, un compromiso real con los sectores populares que dicen defender y hasta representar, estos botafuegos de la izquierda acomodada en las cátedras y en los cargos de dirección de las universidades. Da pena que no vayan más allá del mero acomodamiento cínico y pragmático en sus cargos, y en sus privilegios, a pesar de insistir en que lo suyo tiene que ver con la construcción de movimientos sociales, supuestamente desde la producción de conocimientos, que dicen estar realizando cotidianamente.

En realidad lo único que quieren estos “académicos”, es mantener sus viejos privilegios.

 

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