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El agua no tienen color político

El agua no tienen color político

 

Por: Olga B. González

La multitudinaria Marcha Carnaval del pasado viernes dos de abril, donde muchos calculan que repitió la dosis del año pasado (120 mil personas), nos llena de emoción y de orgullo, pero a la vez, nos hace pensar en la torpe medida que tomó Donald Trump, unilateralmente de retirar al imperio del Acuerdo de Paris sobre el cambio climático.

El ejemplo de Ibagué es admirable desde todo punto de vista. Un evento convocado por ambientalistas, trabajadores, campesinos, estudiantes, empleados, movimientos sociales, culturales,  partidos políticos de diversas tendencias y posiciones, entre otros, se unen al rededor de la defensa y protección de los recursos naturales, especialmente del agua en contra de las amenazas de empresas multinacionales mineras que pretenden contaminar las fuentes de hídricas de vital importancia para el desarrollo y la vida de miles de tolimenses. Este es un acto inminentemente político que muestra palmariamente que el agua no tiene color partidista, por más que algunos, esos si por razones politiqueras, quieran dividirnos.

La unidad expresada por los tolimenses e ibaguereños por el respeto a nuestro planeta y la madre tierra, es el horizonte que no avizoran los magnates como Trump que solo persiguen ganancias sin importar a qué precio. Por eso, mientras el presidente estadounidense con su medida concita la unidad de empresarios, alcaldes, gobernadores, Demócratas, Republicanos e independientes de su país contra su absurda determinación de oponerse a descontaminar al único planeta que tenemos, es otra muestra de civilidad política que muestra que no importan los colores banderizos y divergencias, cuando se trata de defender y proteger el lugar donde vivimos.

Son dos casos diferentes y opuestos, pero que tienen una sola explicación: que a la comunidad no le importan los tintes ni sabores de sus tendencias de partido sino vivir en un mundo donde se luche contra la contaminación a fin dejar a las futuras generaciones un universo donde a la par con los avances económico, tecnológicos y sociales, se respete, proteja y defienda los recursos naturales. Es decir, propender por un verdadero desarrollo sostenible de la sociedad.                

Esto nos hace pensar que cada persona debe aportar lo suyo en la tarea y el compromiso que tenemos todos en ofrecer mejores perspectivas de vivir en una ciudad, un departamento, una nación y un mundo mejor. En nuestro caso, municipios como Piedras y Cajamarca, han dado ejemplo de dignidad, independencia y de respeto a su territorio. El coraje que han demostrado como pueblos libres de decidir su propio destino, nos impulsa a trabajar, desde la posición que nos encontremos, en proyectos que promuevan el respeto y desarrollo de los mecanismos de participación ciudadana, especialmente en las consultas populares para que sean los ciudadanos los forjadores de decir qué tipo de vocación productiva quieren, en qué clase de territorio quieren vivir y qué entorno social quieren tener, y no que se las impongan a la brava  desde ampulosas oficinas del gobierno centralista de Bogotá y de las multinacionales mineras extranjeras.

La retórica de la descentralización debe ser consecuente con la praxis, y una de las mejores demostraciones es que los pueblos tengan autonomía para decir sobre el suelo y subsuelo. De ahí la importancia que las consultas populares como mecanismo de participación ciudadana sean fortalecidas y vinculantes desde el mismo momento que se conozcan los resultados electorales. Que no existan esguinces ni rebuscadas interpretaciones por parte de altos funcionarios ni del mismo presidente del gobierno para desconocer el veredicto de las urnas.

Dentro de este proceso, nos comprometemos a construir desde la diversidad y con la participación de todos,  consensos que nos permitan ganar más espacios democráticos a través de una legislación clara y necesaria en la implementación de los acuerdos de paz, a fin de ponderar una legislación verde que haga frente a aquellos proyectos megamineros que amenacen con daños irreversibles y desequilibrar el único sistema de vida que tenemos los seres humanos: el planeta tierra.         

            

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