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¿Dónde está Constantino?

¿Dónde está Constantino?

 

 Por: Víctor Sánchez Riveros

“ Y  ¿cuándo vuelve el desaparecido ?

 Cada vez que lo trae el pensamiento

¿Cómo se le habla al desaparecido ?

Con la emoción apretando por dentro ”.

Rubén Blades.

A finales de la semana pasada, en la institución educativa del corregimiento de Santa Teresa, un bello pueblo de 500 casas construidas encima de una “cuchilla” de  la cuenca del río Recio entre el Líbano y Santa Isabel, escuchando al director general del  informe  sobre el origen y actuación de las agrupaciones paramilitares en las regiones, el tolimense Álvaro Villarraga Sarmiento, se  me revolvieron los sentimientos, cuando se presentó  este documento del Centro Nacional de Memoria Histórica donde las víctimas de esta interminable guerra relatan las atrocidades padecidas entre ellas la más  cruel y desastrosa: la desaparición forzada.

Me acordé de Constantino Ramírez, un boyacense aventurero y soñador que pasó haciendo el bien por estas tierras, y en este mes cumple 12 años de su desaparición forzada.

España y Argentina, dicen, son dos países que en el mundo han generado las más conmovedoras noticias de las acciones colectivas que las comunidades y familiares han realizado en favor de la recuperación  de la verdad histórica, la reparación de las víctimas y castigo a los culpables. Mirar hoy las Abuelas de la Plaza de Mayo, recibiendo  a sus nietos después de treinta o más años, o exhumando enterramientos  clandestinos de más de setenta años como los recientes hallazgos de las víctimas de la guerra civil española en la era de Francisco Franco.

Constantino, quería hacer de este país una “Casa Bella ” como la de la canción llanera que más le encantaba escuchar; detrás  de este sueño se enredó como contabilista en las minas de esmeraldas de Coscuez, laboró de auxiliar en la Registraduría Nacional en  San Luis de Palenque y en Panqueba (Boyacá) ; fue inspector de Policía en Miraflores (Guaviare); trabajó en el Centro de formación del Bajo Calima de la Universidad del Tolima; impulsó la asociación de microempresarios del Tolima (Amicrotol); colaborador del escritor Hugo Ruiz en Ediciones Astrolabio  y como más lo recuerdan sus amigos, de administrador de Libro y Son.

Un día sábado por la mañana, tal vez con rumbo a Piñalito, entró a un cajero electrónico en Granada (Meta) y después no se volvió a saber de él. Y empezaron los rumores : Que estaba en un viaje con un viejo amor; que tenía una cita con su antiguo compañero de colegio Buitrago en Venezuela; que estaba con una comisión de la Cruz Roja Internacional en Villavicencio; que una bruja lo vio a orillas del rio Guejar, que está escondido, que quién sabe en qué andará, que uno no sabe, que es mejor no hablar de eso. Finalmente, se impuso el silencio oficial luego de las demandas de sus familiares en la Fiscalía. Sus victimarios no solamente han logrado esconder su cuerpo y sus objetos personales y el campero rojo en que viajaba; parece que al paso que van las cosas, su recuerdo también está perdido.

Para las familias de los desaparecidos nunca es tarde, Colombia  suscribió en el 2007 y ratificó en el 2012 la Convención Internacional contra la desaparición forzada; se ha creado la Unidad de búsqueda de desaparecidos y el punto 5° de los Acuerdos de La Habana lo expresa. No se debe restringir  a un mero proceso judicial, es obligación del Estado colombiano, quien debe responder por las victimas de todos los grupos armados legales o ilegales y por sus crímenes, es una deuda por pagar, tienen que encontrarlos, con los mecanismos legales de búsqueda urgente, como la Ley Estatutaria 971 del 2005. El dolor de sus familiares no puede ser perpetuo, tienen derecho al duelo, a saber que les pasó, cómo pasó, su condición no puede ser de eterna ausencia, de espera, de vacío, de incertidumbre.

Constantino era un luchador social, por eso sufrió la persecución de las agencias del Estado, fue detenido, pagó cárcel y luego fue absuelto por los tribunales; no hay una tumba ni una lápida con su nombre, las búsquedas de amigos y familiares no han dado resultado, las entidades del gobierno no dan razón de él.

Me gustaría encontrármelo un día de estos, para contarle cosas que a él le gustaría saber : que los muchachos ya están grandes y están próximos a graduarse, que dos de sus sobrinas estudian en el exterior, que Hugo al fin publicó la novela, que el "Guacharaco" le tiene una razón, que Juan se quedó  esperándolo para el chico de billar, que Dorita cerró la tienda, que Nelson todavía vende deliciosos  tamales en la doce con 5., que el capitán suspendió los vuelos a Penjamo, que el Loco Llanos se ha soñado recibiéndole  las cuentas del negocio, que su hermano Humberto le dedicó un libro.

Por eso, hay que exaltar hechos como los informes del CNMH y su Dirección de Acuerdos de la Verdad que hizo entrega oficial la semana pasada a las víctimas del Tolima, personas que tienen derecho a conocer la verdad por más cruel  que sea, para eliminar el dolor y el sufrimiento, y buscar que estos hechos no se vuelvan a repetir, sin retaliaciones ni venganzas que permitan construir entre todas y todos una paz con justicia social, para acabar para siempre los “surcos de dolores y que el bien germine ya”.

Foto: Constantino Ramírez y su señora madre

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