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Bienvenidos al pasado

Bienvenidos al pasado

Por John César Morales
*Administrador de Empresas-Comunicador Social


El discurso presidencial de Donald Trump devolvió a los Estados Unidos a los comienzos del siglo XX. Es difícil entender cuántos de los aplausos (algunos emocionados y otros tímidos) obedecen en verdad a una manera de desentender el mundo, que choca con las conquistas sociales más importantes de los últimos años, o a simplemente, la inercia que produce la proxemia y la necesidad de pararse bajo el paraguas del poder de turno.

El tufillo envalentonado de un Trump centrado en su americanismo radical, ha comenzado a campear como una neblina oscura sobre el horizonte, especialmente en las regiones con evidente raquitismo político como Latinoamérica. El péndulo de una agitación visceral basada en el revanchismo y en el ultranacionalismo, pone en entredicho, uno de los logros más importantes de la democracia occidental: que las políticas de Estado, deben ser superiores a las políticas del gobierno de turno.

El desarrollo de los países desarrollados, valga la redundancia, se ha logrado fundamentalmente en eso, en entender que los objetivos del Estado están por encima de los intereses de los grupos políticos, lo que les ha permitido trazar horizontes constantes de largo plazo, muy contrario a, por ejemplo, Latinoamérica con sus vaivenes y aventuras caudillistas.

Es evidente que Trump ha entendido que China ha emergido como el opositor político y económico más importante que ha enfrentado el imperio gringo, sus decisiones más polémicas se han centrado en bloquear sus avances: retirarse del Acuerdo de París, para centrarse en la producción de combustibles fósiles y de vehículos a gasolina, contraría, la posición China que se ha convertido en el principal productor de vehículos eléctricos en el mundo.

Retirarse de la Organización Mundial de la Salud (OMS), es un evidente acto de responsabilidad al gobierno chino por la pandemia de COVID, y un acto de insumisión a la multilateralidad.  Amenazar con retomar el control del canal de Panamá, aduciendo injerencias de la potencia asiática en su administración, es casi tan delirante como cerrar TikTok, la aplicación china que ha hecho millonarios a miles de norteamericanos, pero que seguramente está en la mira de Elon Musk, uno de los más emocionados el día de su asunción al poder.

Trump ha amenazado también con imponer altos aranceles a los países miembros del llamado BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Suráfrica), quienes avanzan en implementar un sistema que les permita tranzar en sus monedas locales, disminuyendo la influencia del dólar como moneda dominante del comercio mundial, de lograrse esto, cerca del 50% del comercio mundial se “desdolarizaría”.

Renombrar el golfo de México como golfo de América, o pretender a hacerse con Groenlandia, como si fueran los tiempos en que USA compró Florida al reino de España, es también un regreso ramplón al neocolonialismo, justo en los tiempos en que la Unión Africana de Naciones se desliga de la Europa colonialista y se acerca a China. Mientras Trump, además, menciona que no necesita a América Latina, China inaugura el puerto más grande del pacífico en Perú, demuestra interés en el tren que permita a Brasil llegar al pacífico y mira con prudencia la posibilidad de un tren interoceánico en el Chocó colombiano.

Hasta ahora, la confrontación más fuerte que ha tenido el presidente Trump, ha ido justamente en su país, en el servicio litúrgico donde la valiente obispa episcopaliana Marianne Edgar Budde, de manera serena pero firme le recordó el respeto por la diferencia, por el trabajo de los inmigrantes y por las libertades individuales, gran bastión de la constitución norteamericana. El evidente gesto de incomodidad en el siempre arrogante semblante de Trump, demuestra que esta vez no está muy dispuesto a dejarse contrariar, se vienen tiempos complejos.

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