Análisis

¿Óscar Barreto, paciente de la ingratitud política?

¿Óscar Barreto, paciente de la ingratitud política?

La política es ingrata por el fuerte choque que genera pasar de la adhesión, entrega  inquebrantable y absoluta a la  hostilidad, antipatía y aversión a una velocidad vertiginosa.

La ingratitud es la enfermedad de la democracia. Es muy antigua en la historia política de la humanidad y ha tenido diversas representaciones en hechos reales registrados en textos literarios, obras teatrales y el cine.

Las dos historias más conocidas universalmente y recurrentes son los casos de Judas y Julio César, que se toman como ejemplo para referirnos a casos nacionales o parroquiales.

La ingratitud política es tan compleja que  desdeña la confianza y los principios de legitimidad y de legalidad. Desconoce los afectos de la amistad y la justificación del poder y no permite distinguir entre lo bueno y lo malo.

La ingratitud política renuncia a perseguir objetivos de la máxima transparencia entre los partidos y dirigentes, incluso con el Estado. Abandona criterios, virtudes y valores. La ingratitud política crece en la discrecionalidad y pierde la capacidad para adaptarse a circunstancias históricas y sociales que se tengan en determinado momento.

Estos puntos en lo que concierne a los aspectos generales o líneas gruesas de la ingratitud, muy relacionada con la perfidia, presentes casi en todas las actividades del desarrollo humano, especialmente en las relaciones políticas.

En el Tolima, desde siempre se han registrado hechos de esta índole, los más recientes los de Aquileo Medina con Emilio Martínez en Cambio Radical, donde el primero después de haber sido criado políticamente por el segundo, una vez tuvo su credencial como Representante a la Cámara, se olvidó de su patrocinador y le volteo la espalda.

El segundo caso de las elecciones de 2018 para Congreso fue el de Olga Beatriz González, donde algunos dirigentes liberales del departamento prefirieron hacer campaña y votar por candidatos de fuera de la región al Senado antes que por la persona que había escogido el partido.

Estos hechos  se presentan en todas las elecciones y a todos los niveles: Concejos, Asamblea, Congreso, Alcaldías, Gobernaciones y Presidencia.

El caso que nos ocupa en este escrito es más complicado porque involucra lazos familiares. Se trata del exgobernador Óscar Barreto y de su primo el hoy senador Miguel Barreto.

Quienes los conocen, y de una u otra forma han convivido con ellos no solo su familiaridad sino la actividad política, nos cuentan, fuentes de entero crédito, que el senador Miguel Barreto es obra de su primo hermano Óscar Barreto, desde que se los trajeron de Boyacá de niños.

El exgobernador formó a Miguel políticamente, lo llevó a cargos como en Infibagué, luego Tesorero de su campaña, posteriormente como Representante a la Cámara y ahora como Senador con la no despreciable suma de 85 mil votos, sólo del Tolima.

Pero como la ingratitud es inherente a la política, ahora Miguel olvidó todo los favores recibidos y se enfrentará a quien le dio todo y lo formó.

Es posible que Miguel cegado por el oropel del poder se vuelva soberbio y haga un discurso simulador y distractor de la realidad para establecer fronteras con su benefactor.

El olvido político, aunque despreciable, también es un arma que funciona en los momentos de ingratitud.

No estamos negando el derecho ni las posibles capacidades que pueda tener el senador Miguel para aspirar a su reelección, mucho menos que debe obedecer a ciegas. Está en toda su libertad de escoger el camino que lo lleve a dónde piensa, pero lo que no se entiende es que olvide tan pronto que aupó por mucho tiempo a la persona que hoy abandona.

Al parecer, esta situación de desafección por parte de su primo hermano, ha causado sentimientos que el jefe del Partido Conservador en el Tolima aún no asimila y ha tomado esta actitud de Miguel como un acto de traición.

De todas maneras, Óscar Barreto ha hecho saber a sus amigos más allegados que aspirara irreversiblemente a un escaño en el Senado, bajo cualquier circunstancia, y que sus relaciones políticas con su pariente están canceladas.

Obvio es decir, sin duda alguna, que el poder electoral es de Óscar Barreto, además de encontrarse en condiciones envidiables para cualquier político, tener bajo su orientación cargos tan influyentes en cualquier campaña como la Gobernación, Cortolima, la Universidad del Tolima, varias alcaldías, incluyendo la de Ibagué.

Además, el exgobernador es el hombre que piensa, hace las propuestas programáticas y traza la línea política en su movimiento. "Está en la plenitud de su jefatura", nos dice una de las fuentes.

Como epílogo de esta historia, uno de sus asesores más cercanos nos dice que el exmandatario de los tolimenses, últimamente para fortalecer su espiritualidad política,  ha estado releyendo aquel relato bíblico de Judas cuando entregó a Cristo por 30 monedas, y la historia del emperador Julio César, que después de darle gloria a Roma fue asesinado en el senado de 23 puñaladas y unos de sus victimarios era su propio hijastro: Bruto. De allí la famosa exclamación: "¿Y tú también Bruto?". 

A nosotros solo nos queda invocar a Shakespeare "hay puñales en las sonrisas de los hombres; cuando más cercanos son, más sangrientos".

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