Análisis
Los vientos democráticos que recorren el Sur
El arrollador plebiscito que aprobó con el 78.27 por ciento de los votos, la reforma de la Constitución Política de Chile, frente al 21.73 que la rechazó, es un triunfo histórico frente al sangriento, oscuro y criminal pasado de la dictadura del general Auguro Pinochet.
El voto popular decidió enterrar la Carta Magna de 1980, elaborada por la dictadura de ultraderecha, y que aún se encuentra vigente en el país austral.
La lucha en las calles y el estallido social del año pasado fue decisivo para la conquista de esta reforma constitucional.
Esta Constitución había tenido algunas reformas para quitarle el contenido militar que tenía, pero dejando intacto el modelo económico neoliberal que favorece solo a las grandes empresas y propietarios en contra de las grandes masas de ciudadanos, donde estos tienen derechos y privilegios sobre todas las cosas, incluyendo el agua como recurso privado, y la mayoría de recursos naturales.
En materia social como salud, educación, vivienda, prácticamente los ciudadanos no tienen derechos sino deberes, y qué decir de las minorías vulnerables y poblaciones como los indígenas Mapuche a quienes se les desconocen por completo.
Los derechos políticos de la constitución pinochetista están conculcados para las mayorías; el sistema electoral distorsionado en beneficio de la derecha, leyes orgánicas constitucionales que exigen quórums exagerados y un Tribunal Constitucional minoritario con muchas atribuciones.
El plebiscito del pasado domingo en Chile, también arrasó con opción de Convención Constitucional o Constituyente en nuestro caso, con el 79.10 por ciento frente a la mixta con el 20.90, que obligará a la conformación de un equipo de 155 elegidos por voto popular y con paridad de género frente a la segunda propuesta que buscaba incluir un 50 por ciento de congresistas en ejercicio.
En resumen, Chile con las movilizaciones, las marchas y manifestaciones, se ganó en la lucha callejera el derecho a los cambios sociales, económicos y políticos que necesitan, después de haber vivido por más de 40 años con una constitución confeccionada solo para los poderosos y las transnacionales.
Chile se la juega para borrar a Pinochet de su historia.
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Bolivia presente
Algo similar pasó en Bolivia, obviamente guardando las proporciones, al acabar con la farsa del golpe de Estado perpetrado contra el presidente legítimo Evo Morales, patrocinado por la embajada gringa con la complicidad del sátrapa Luis Almagro de la OEA y de los comandantes del ejército y la Policía boliviana, el 10 de noviembre de 2019.
Los comicios electorales realizados el pasado domingo 18 de octubre, pusieron fin a un año de crueles persecuciones, encarcelamientos y asesinatos del espurio gobierno de la pastora evangélica y senadora ultraderechista Jeanine Áñez; dentro de la crisis que comenzó el 20 de octubre de 2019, cuando fue elegido legalmente Evo Morales, y su triunfo fue cuestionado por los sectores de derecha y religioso, especialmente evangélicos de ese país.
Ahora con la elección contundente del candidato del Movimiento Al Socialismo (MAS), Luis Arce Catacora, con un 55.1 por ciento de los votos, se pudo demostrar que la elección de Morales había sido legal y legítima y que no existía el tal fraude que alegaban las fueras oscuras bolivianas. El candidato más cercano fue Carlos Mesa, quien alcanzó el 28.83 por ciento.
Desde la Argentina, donde se encuentra exiliado, Morales pudo reagrupar al MAS e impulsar la candidatura de su exministro de Economía Arce Catacora, mientras en Bolivia Áñez, marcaba una atapa de represión y masacres como las registradas en las localidades de Sacaba y Senketa con más de 36 personas asesinas durante los primeros días de su gobierno.
El triunfo del MAS de Evo, constituye una victoria de la dignidad del pueblo boliviano y el regreso a la democracia y la justicia social de esa nación.
Si analizamos estas dos situaciones. la de Chile y Bolivia, sucedidas en un lapso de ocho días y por arrolladoras victorias, son hechos que presagian vientos de democracia en el Cono Sur, y un regreso a gobiernos más justos y progresistas.
Además, son ejemplo para Colombia y el resto de pueblos que se enfrentan a gobiernos autoritarios, casi dictatoriales como el nuestro, que tienen cooptados todos los poderes como el Ejecutivo, el Legislativo y parte del Judicial.
Que toman medidas draconianas contra los sectores populares, desconocen los derechos de las minorías y sectores vulnerables como los indígenas.
Ni la pandemia del Covid-19, puede parar la lucha de los pueblos cuando se deciden a luchar por su libertad y por conquistas sociales, económicas y políticas.
Nadie esperaba este despertar libertario en plena pandemia, pero los sucesos son reales. Ni el capitalismo salvaje ni el neoliberalismo son eternos. Mucho menos el presidente eterno.
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