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Miguel Ángel Parra, el capitán del fuego

Miguel Ángel Parra, el capitán del fuego

Por: Sebastián Gutiérrez

Frente al terminal de transportes de Ibagué, se alza una emblemática y gigantesca sirena que desde hace décadas custodia  la labor de la estación central de bomberos.

El mismo lugar en donde  la  Ibagué de antaño realizaba el llamado "mercado de los burros", famosos por ser el sitio donde llegaban los bizcochos de achira y toda galguería calentana del sur del Tolima. Desde este sitio el monumento se erigió como obelisco sobre la hermosa, recordada  y demolida estación del ferrocarril; Para desde entonces, a las 12 del día, todos los días, emitir el ulular de la sirena.

Su particular sonido nos atrajo y llegamos en búsqueda de una buena historia, de un relato que nos traiga casa la labor de hombres y mujeres que enfrentan las adversidades con la entereza y la disciplina propias de su entrenamiento, el mismo que les  permite en ocasiones, ofrecer su propio bienestar por el de los demás.

                          

El capitán

Miguel Ángel Parra Ardila, es un ibaguereño quien desde hace 38 años está vinculado a la labor de ser bombero.

El día que pudimos entrevistarnos con él cumplía con un turno de 24 horas; es un hombre de algo más de 50 años, de contextura gruesa y amigable, su voz deja ver la seriedad de su labor y la disciplina que lo acompaña.

Es padre de cuatro hijos, y ha pasado por muchas; de niño, nos confesó, soñaba ser bombero, y cuando se le presento la oportunidad lo hizo y se quedó, primero fue voluntario durante algunos años y luego bombero oficial.

Dice que "ser bombero en Ibagué es un privilegio, un honor, algo muy grande", que le fascina, y le llena.

Cuando habla de las emergencias a las que acudido, lo hace con un tono solemne que acompaña de su mirada, la misma que deja ver el brillo de los recuerdos, y las dificultades que forma el carácter de los hombres que siempre están dispuestos a ayudar.

Hay muchas experiencias; y muchas emergencias, cada una lo marca de manera diferente”, dice.

Participó en las actividades de rescate en la tragedia de Armero en 1985, así como en el nefasto terremoto del Eje Cafetero en el 1999.

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Recuerda que a finales del siglo pasado, no existía cuerpo de bomberos en la mayoría de los municipios del Tolima, y a él y a sus compañeros, les tocaba acudir a todas las situaciones difíciles y complicadas que se presentaran en el departamento, "algunas de ellas, emergencias donde uno tiene que pensar rápidamente, pensar rápido, pero pensar bien, positivamente; otras en donde uno ve que las cosas se quieren salir de las manos; pero no, no se puede nunca dudar, siempre se puede ayudar y siempre se puede seguir adelante", precisa.

De ese tiempo, le quedaron las enseñanzas, y las condecoraciones al Cuerpo de Bomberos de Ibagué hechas por la sociedad civil, las alcaldías, la policía y de más instituciones. Algunas de ellas aún están reguardadas en una pequeña urna de cristal incrustad en una de las paredes de la estación.

Mientras pone en orden algunos papeles en su escritorio, le preguntamos sobre las virtudes de un bombero y nos hablo de la concentración “Cuando uno sale de su casa a recibir turno, uno tiene que desconectarse, tiene que estar muy concentrado, no traer problemas al trabajo; los problemas los deja afuera para poder llegar a cumplir con la labor, ser bombero es una labor que en casos de emergencia no se puede estar en otra parte, dado que de uno depende la vida del compañero, de uno mismo y la de las personas que están en lugar de los hechos”. 

           

Miguel Ángel fue Estudiante en el Bienestar Social de la policía y la escuela Hermano Arsenio del barrio Jordán 2ª etapa; es un ibaguereño que se formó en la ciudad que nunca ha abandonado, por su labor como por su compromiso con los demás. 

Para él, ser un bombero se constituye en un  gusto que se  hace disciplina, y que con el tiempo entrega sus resultados “Primero a uno debe de gustarle, luego hay que capacitarse y así con el  tiempo si se cumple con las condiciones de disciplina y las actitudes necesarias se asciende gradualmente.” 

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El capitán Miguel Ángel Parra Ardila, desde la tranquilidad y experiencia de los años recuerda el  inicio y las precariedades con las que se trabajada, escasa mente eran 23 personas,  sin equipos, dotación y máquinas, pero reconoce  los esfuerzos de las alcaldías de Ibagué por cubrir las necesidades técnicas y laborales de los bomberos en la ciudad que hoy nos permiten contar a los ibaguereños  mas más de 60 personas que están vinculados por contrato a la actividad,  y 21 de planta, 2 dos carros cisterna, 7 máquinas en funcionamiento 2 en reparación, 3 camionetas y tres sedes.

De la misma forma el veterano bombero piensa en el futuro y las metas, piensa en la construcción de la estación del Norte, que deberá de tener una sala de comunicación de alta tecnología, una sala de crisis  y espacio suficiente para instaurar  la academia de formación, además de fortalecer la actividad  con la compra la maquinaria y equipos.

El avezado capitán de la estación central de bomberos de Ibagué  Miguel Ángel Parra Ardila, es sin duda, un ejemplo de compromiso y amor por la ciudad, por la  vida y la solidaridad, que nos regala la entereza para enfrentar el peligro, los riegos y las dificultades,  a quien no olvidare la próxima vez que escuche la sirena de la 19.

 

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