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Opinión

Y el cambio ya se ve

Y el cambio ya se ve

Por Samuel Gómez Ramírez


La mejor expresión de que estamos cambiando en este país, está en la forma como la gente se está comportando. Las manifestaciones de la libre expresión popular que ocurren en este período de gobierno, son el mejor ejemplo de ese cambio.

Precisamente acaba de cumplirse una marcha con arraigo popular y, las autoridades, las organizaciones de diversas tendencias, que respaldan las iniciativas del ejecutivo en favor de un mayor equilibrio social, se comportan de manera tranquila en señal de pleno respeto a los principios constitucionales de la libre expresión, que solo se modificaría, hacia el peso de la autoridad, si se presentan disturbios o daños perceptibles, a la vida, la salud y los bienes públicos o privados.

Pero existen actualmente en Colombia otros aspectos que dejan ver el cambio. Basta situarnos en medio de una corriente política democrática e incluyente, que impulsa la nación a una situación de mayor equidad, que se está procurando, sin imposiciones, por la vía legal, bajo un ambiente de libertad, justicia y crítica abiertos, que se mantienen, aún ante los golpes bajos de los medios dominantes de comunicación y una oposición política, que parece no querer nunca abandonar y, a toda costa cumplir el torvo propósito de defenestrar un gobierno que se atreve a suprimirles sus prerrogativas y formas  de conculcar el presupuesto público.

Es preciso insistir en que los gobiernos progresistas no son de hoy, sino que se inscriben en una corriente política de más de una centuria, que se orienta a     favorecer el progreso productivo y social nacional, y la inclusión de las mayorías que tienen limitaciones económicas, étnicas o desventajas por su ubicación geográfica, etc.

Se basa en algunos principios, tales como la asistencia en salud, vivienda e igualdad de género; profundización en la democracia; participación ciudadana; ordenamiento del territorio alrededor del agua y la integración regional; la seguridad humana y la justicia social; la paz total y la estabilidad macroeconómica, entre otros.

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Podemos entonces preguntarnos ¿Qué está haciendo el gobierno Petro, para efectivamente producir el cambio que se va notando en la población que prometió defender, sin abandonar la Constitución actual, ni acudir a ninguna forma de autoritarismo y cumpliendo lo prometido en su programa de Gobierno?

Es posible en este aspecto hacer una lista de solo algunos elementos que reflejan el cambio en marcha: Buscar la paz como un propósito fundamental, aún en medio de todas  dificultades; trabajo fuerte  contra el contrabando; lucha por mejorar la matriz transportadora del país, incluyendo la movilidad por ferrocarril, para abaratar sus costos y hacer eficiente esta gran actividad productiva; darle un lugar a la fuerza pública reconociéndole su importancia y exigiéndole neutralidad absoluta para que no sea factor desequilibrante en la controversia social; compras de tierras (sin expropiaciones), con entregas concretas a campesinos muy antiguos reclamantes; concebir el medio ambiente como un aspecto vital; una incesante lucha contra la corrupción y las economías del atajo, que busca caminos alternativos a los cultivos ilícitos y captura de grandes cantidades de alucinógenos, afectando las finanzas del crimen; impulso a sectores como el agropecuario y turístico que se convierten en motores de la reactivación económica; y lo más importante, haber modificado el feo vicio de plantear la redistribución del gasto social, por una efectiva política de redistribución más social del gasto que nos conduce hoy a tener menos pobres, menos desempleados, más compatriotas vulnerables con protección social y más jóvenes con oportunidades para el acceso a la educación y el trabajo.

Puede que a muchos compatriotas no les guste la forma de ser de Petro, pero el país va por buen camino; puede que los ricos estén molestos, pero hay menos pobres en Colombia.

Puede que los medios de comunicación tengan la instrucción de desinformar, pero hay una ciudadanía que ya no traga tan entero y por primera vez en la historia, hay  una oposición que quiere recuperar la hegemonía perdida y un gobierno que recibe el respaldo del pueblo que está dispuesto a mantener viva la llama del cambio.     

Pd. No hablo de corrupción por tratarse de un problema social cultural que ha cobijado toda la sociedad durante todos los gobiernos cuya solución demanda refundar el país política y socialmente. 

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