Opinión
Volví a ver al Tío Conejo
[LetraCapital Letra="T"]ermina un inusual temporal : el Noveno Festival Internacional de Títeres del colectivo Tolima Fantástico y el primer Festival Municipal de Teatro organizado por el Consejo Municipal de Teatro, patrocinado por la Secretaría de Cultura de la Alcaldía de Ibagué.
Sucede que cuando se habla de teatro, hay personas que se confunden y creen que el teatro es solo el edificio antiguo y en desuso, con platea y palco, con un foso y una tramoya, ubicado en la carrera tercera de la Ciudad Musical.
Estos eventos donde participaron 17 grupos, demuestran que este arte vivo y efímero se consolida como un movimiento cultural, y hasta se dan el lujo de prescindir de ese bien de interés cultural construido y adecuado para la práctica de las artes escénicas, como lo es el Teatro Tolima.
Con sus luces, máscaras y muñecos los actores y actrices hicieron más de cuarenta presentaciones, recorrieron salones comunales, barrios y veredas, bibliotecas, parques y escuelas, con el mérito de avanzar hacia una gestión colectiva que ojalá no sea temporal y fortalezca su estabilidad grupal con mejoras significativas en la producción de espectáculos y montajes teatrales.
Y se proponen mucho más. Para llenar la caja vacía de la memoria cultural , invocan personajes olvidados como el titiritero de Villarrica, Hugo Álvarez conocido en el país por los años sesenta y setenta como el Tío Conejo, en un gesto urgente y necesario de reconocimiento del aporte del Tolima a las artes escénicas del país.
Al Tío Conejo lo conocí meses antes de su muerte, en un Festival Internacional de Teatro de Manizales. Nos lo presentó Olga Galeano, una impetuosa mujer, que por la época creó, gestionó y dirigió el Centro Cultural y Cine Club Roberto Ruiz Rojas, un combo de amigos del arte que se erigió como símbolo de la resistencia cultural frente al cierre de la Escuela de Bellas Artes. Nosotros íbamos con el Grupo de teatro y títeres Espiral de la Universidad del Tolima y por supuesto fuimos a saludarlo.
Allí en Manizales, Olga lo encontró enfermo, cansado y sin ilusiones. Con el inmenso espíritu solidario que la caracteriza, gestionó su traslado a Ibagué, lo acogió en su apartamento y con esa cofradía amigable de artistas e intelectuales le brindó apoyo para superar sus quebrantos de salud.
Al Tío Conejo, me pareció verlo una noche de estas del festival; en una presentación del grupo de Títeres Rompekabezas del Ecuador con la maestría actoral de Marcelo Cruz y su compañera Belén Vásquez, una joven pareja de actores que recorre Latinoamérica contando divertidas historias con una destreza artística especial para manipular hermosas marionetas y graciosos muñecos jetones y cabezones; esa noche volví a ver al olvidado titiritero tolimense.
Estamos endeudados con la historia del Teatro en el Tolima. El reto está en confeccionar un buen traje con las telas de hoy, los retazos o los trapos de ayer y los hilos y botones del futuro.
Es justo y necesario pedirle cuentas a la memoria, buscar los testamentos, leer las escrituras, recorrer los predios y salvar esa herencia cultural. Por ahí anda todavía Jaime Mejía, creador de los Festivales Estudiantiles de Teatro y Títeres, en el recuerdo de sus discípulos.
Hacer un llamado de atención de las instituciones educativas y culturales, porque no aguanta dejar en el olvido una de las expresiones artísticas que más aportes brinda a la cultura universal y que hoy es recomendada por la pedagogía en todos los procesos de aprendizaje significativo por su contribución a la formación de ciudadanías activas.
Un niño o niña que practica el teatro de títeres desde la escuela, es probable que no llegue a ser una estrella en los medios audiovisuales contemporáneos, como lo querrán sus padres, pero conocerá una forma divertida y recreativa de acceder al conocimiento, sus vivencias se amplían, su imaginación y creatividad se estimula al igual que sus destrezas, habilidades o capacidades comunicativas, tan necesarias cuando sean mayores.
Entonces es clave priorizar la práctica teatral en nuestro medio, contribuir para que eventos que ayudan a la formación de público, como el Encuentro Nacional de Escuelas de Teatro se les brinde financiación, hacer operativas la doble jornada escolar en donde sea posible la práctica de todas las expresiones artísticas, que exista una política de promoción cultural permanente, ya que no es tiempo de excluir ni de olvidar, es tiempo de vivir, de vestirnos de color, de levantar la voz y de saltar a la escena.
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