Opinión
Un voto decisivo
Por: Andrés Felipe Barragán Torres
Sin excepción alguna, cada época electoral es determinante para la vida de millones de colombianos, es la única oportunidad democrática para lograr pequeños o grandes cambios para el país, independientemente de lo que se quiera considerar como cambio.
Sin embargo, estas elecciones serán mucho más relevantes si de cambios estructurales o reformistas se trata, esto debido a que, los resultados del pasado 29 de mayo, si bien reflejan una derrota continua y seriada hacia los candidatos del Uribismo (Zuluaga en un primer momento y Fico Gutiérrez en una segunda oportunidad), no representa, de manera definitiva, el fin de la gobernanza politiquera, anacrónica y retardataria, de modo que, un nuevo espejismo se alza como la próxima oportunidad de esta clase política para mantener el poder sobre las decisiones alrededor de temas de administración pública.
El Uribismo electoralmente sí fue derrotado, pero solamente en términos de identificación de su discurso, es decir, el discurso de militancia y apreciativa hacia el ex presidente Uribe, ese proyecto político ha recibido el mayor rechazo por parte de un país que se ha dado cuenta de lo engañado que estuvo por tantos años.
No obstante, el abiertamente conocido populista, Rodolfo Hernández es la última carta de juego que tiene no solo el Uribismo, sino los clanes políticos que siempre han respaldado este tipo de discursos, puesto que les ha permitido conservar sus privilegios por encima de millones de colombianos que anhelan mayores oportunidades para alcanzar la movilidad social.
No es exagerado establecer un símil entre Rodolfo Hernández y Donald Trump (ex presidente de EE.UU), y esto se fundamenta bajo el hecho de que su discurso es netamente pasional, sin una estrategia de realización al menos concreta, aspecto que sí poseen los demás candidatos, sea o no de nuestro ideario.
Precisamente, ese discurso pasional sin contenido y el hecho de no asistir a debates para contrastar ideas, ha sido la mejor estrategia de campaña de Rodolfo Hernández para estas elecciones, esto radica en que el colombiano, frecuentemente engañado por el Uribismo y que solo con la administración de Iván Duque se realza para tomar una postura política distinta, cae en un espejismo de cambio que mueve sentimientos y esperanzas, sin necesidad de cuestionarse el camino que se propone para hacerlo.
Rodolfo Hernández fundamenta su discurso en acabar con la corrupción, sin embargo, cuando le preguntan “¿cómo acabará la corrupción?”, responde “¡sacando a los politiqueros que se roban la plata!”, pero si le contra preguntan “¿cómo hará eso? ¿Cuál es la estrategia política pública o proyecto con que pretende alcanzar esto?” responde “¡quitándole el poder a los corruptos!”, es decir, no existe una propuesta concreta, sino simplemente un discurso cautivador para atrapar electores.
En mi intento por ejemplificar esta premisa, les expongo el siguiente escenario comparativo frente a las posiciones sobre algunos temas:
¿Qué propuesta tienen para mejorar el sistema de salud?: mientras uno de los candidatos propone acabar de manera paulatina la intermediación administrativa de la salud del fondo de seguridad y garantía a través de la UPC, junto con la implementación de la salud pública por parte del Estado y no de las EAPBs, el candidato Rodolfo Hernández propone:
“¡quitándole el poder a los que se roban la plata de la salud!”.
¿Qué proponen para impulsar el agro en Colombia?: por su parte, el otro candidato propone titular las tierras productivas a campesinos con interés de producir, aumentando los impuestos a latifundistas que no quieran poner a producir grandes extensiones de tierra fértil, adicionalmente, la implementación de la reforma agraria del acuerdo de paz, junto con la disminución de aranceles de insumos y bienes; Rodolfo Hernández propone que “va a recuperar el campo, regulándolo porque los politiqueros se tiraron el campo”, y ya, así y sin matices.
Esta es la verdadera disyuntiva a la que los colombianos se enfrentarán el próximo 19 de junio, que involucra la probabilidad de caer en un discurso que carece de sustento, de propuestas, de conocer el país, corriendo el riesgo de llevar a Colombia nuevamente a una administración improvisada (tal y como ya lo experimentamos con Iván Duque) y que generaría otros 4 años más de zozobra, pobreza y muerte, que muy seguramente el país no soportaría.
Finalmente, la única alternativa que nos queda como colombianos es lograr, por medio del diálogo, el convencimiento y sobre todo de la empatía, el poder convencer y persuadir al mayor número de personas de no solo salir a votar, sino el porqué es mejor un estadista a un improvisador sin discurso para gobernar este país.
Colombia puede.
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