Opinión
Testimonio de una vida vinculada al desarrollo de Ibagué y el Tolima
Meditación en Voz Alta | Por: Alberto Santofimio Botero
Muy apreciado Icho Ossorio:
A esta hora, estarán sonando alegres las campanas de la vieja iglesia del municipio de San Antonio, en la alta cordillera del sur del Tolima, donde nació tu padre.
En tanto, en su casa solariega de Ibagué, don José Ossorio Bedoya, el amigo de mi padre y mío llega airoso y sereno a la cumbre de sus 97 años. Lucido, afable, y aun entusiasta, sobre lo que han sido las líneas paralelas de su existencia fecunda, los negocios de comercio y agricultura, la dirigencia empresarial, el desarrollo del Tolima, su fe cristiana, sus libros, su música y su espíritu democrático.
Tempranamente, a su llegada a Ibagué, lleno de sueños, proyectos e ilusiones, propios de su temperamento de activo y acucioso autodidacta, entendió, con superior inteligencia que, la manera de sobresalir en un mundo de difícil competencia, era armonizar su febril pasión por el trabajo, el comercio, y la agricultura, con abrir su mente inquieta a las grandes corrientes de pensamiento y a las sugestivas avenidas de la tecnología y el moderno conocimiento de la ciencia y la cultura.
Con amabilidad, espíritu conciliador y talento despierto, logró la amistad y la confianza de intelectuales de la época como Félix Martínez en su Librería Universal, en los bajos del viejo claustro de San Simón, el humanista traductor y, quizá, la persona mejor informada en esos años, Antonio Chalita, mi padre, Alberto Santofimio Caicedo, Julio Galofre, Floro Saavedra, Alberto Suárez Casas, Luis Eduardo Vargas Rocha, Matoño Bonilla, Alberto Estefan, entre otros.
Su sed de superación y conocimientos, lo llevó en esas tertulias exquisitas a lo que Jorge Zalamea llamó "La Vida Maravillosa de los libros". Así inició su formación intelectual, que, entre la lectura y la conversación, fue paralela a su labor empresarial, admirada, y reconocida.
Lo que hoy llaman un emprendedor, eso ha sido, esencialmente, José Ossorio Bedoya. Con su equipaje intelectual, opinaba con fluidez y autoridad en los círculos empresariales, llegando a las posiciones directivas de Fenalco y de la Cámara de Comercio que tenían como líderes a Augusto E. Medina, Jaime Salazar, Danilo Botero Jaramillo, Jorge y José H. Castilla, Luis Aragón, Gonzalo Gómez Jaramillo, y más tarde, Augusto Trujillo Muñoz.
Ajeno al sectarismo, fue amigo de los dirigentes liberales de la época, especialmente de Alfonso Palacio Rudas, Rafael Parga Cortés, Alberto Rocha, Alvira Rafael Caicedo, y luego, conmigo a lo largo en todo el ejercicio de mi labor política y parlamentaria.
José Ossorio Bedoya, incursionó varias veces en la política, entendiéndola como un supremo deber cívico, no como una ambición personal. Los signos de sus intervenciones esporádicas en este campo han sido: desinterés, desprendimiento y ecuanimidad.
Busco siempre conciliar a los empresarios con los jefes políticos, y los gobernantes de entonces. En esta loable misión, logró la confianza y el afecto de todos.
En medio de las explicables diferencias sobre temas de interés público, coincidiendo o discrepando con franqueza y valentía, don José o Josesito, así llamado cariñosamente por los ibaguereños, se convirtió en protagonista y entusiasta promotor de muchas iniciativas, pensando en el Tolima, su progreso y su bienestar, exclusivamente en estos nobilisimos empeños por su tierra, estuvo acompañado de otros grandes servidores de la comunidad como Salomón Tovar, Jesús María Pinto, Roberto Mejía Caicedo, Santiago Meñaca, Eduardo de León, Alberto González Murcia, entre otros.
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Manteniendo firme su cercanía con la dirigencia liberal, no renunció jamás a su credo, ya su talante conservador convencido. Fue amigo de Jaime Pava Navarro, Manuel Coronado, Manuel Arbeláez, José Ramírez Castaño, Ernesto y Jaime Polanco Urueña, Aida Saavedra de García, Elvira Gaitán de Alvarado, José Liborio Osorio, Héctor Dechener, Marco T. Padilla, Augusto Arbeláez y Maximiliano Neira, leal seguidor de Guillermo Angulo Gómez.
Por esta realidad positiva, tuvo brillante y activa participación en las elecciones presidenciales de Alberto Lleras Camargo, Guillermo León Valencia, Carlos Lleras Restrepo y Misael Pastrana y, clausurado el bipartidismo frente nacionalista, se entrego fervoroso a acompañar a Belisario Betancur hasta verlo en el solio de Bolívar. En su gobierno, llegó merecidamente con el apoyo de toda la dirigencia política y el consenso ciudadano, a la gobernación del Tolima, la cual ejerció con inteligencia, tino y probidad excepcionales.
El hombre de la convivencia, la conciliación y el entendimiento entre liberales, conservadores, empresarios y políticos, llegó a la cúspide de su vida pública gozando de la confianza de sus coterráneos.
Antes de este honor, ya había sido artífice de la creación de lo que es hoy la próspera y acreditada Universidad de Ibagué, y había liderado con el exgobernador Néstor Hernando Parra, también la creación de la Asociación para el Desarrollo del Tolima.
Siempre recuerdo con gratitud, su franco, independiente y leal apoyo a mi gestión como Ministro en el gobierno del Presidente López Michelsen, particularmente en la exitosa organización del Encuentro del Combeima que lideré con la histórica presencia en Ibagué, de todo el gabinete ministerial. De esa gran convocatoria de unión sincera de gobierno, empresa privada y dirigencia política con el aporte de intelectuales, académicos, sindicalistas y periodistas, y una enaltecedora presencia de la mujer tolimense, y de la juventud, surgieron y se consolidaron fundamentales iniciativas de progreso colectivo, plasmadas en una declaración, cuya redacción encabezaron el exgobernador Alberto Lozano Simonelli, el dr. Diego Castilla Durán, mi sucesor en la dirección del único diario escrito del Tolima en ese tiempo, El Cronista, cuya revisión final hicimos con Antonio Chalita, y Gregorio Rudas.
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En este documento, quedaron plasmadas una serie de prioritarias iniciativas de progreso y desarrollo social para el Tolima. Recuerdo algunas como: el Triángulo del Tolima, la doble calzada Bogotá-Ibagué, el túnel de La Línea para la salida al mar Pacífico, las vías a Bogotá, por Cambao y la a conexión con el Valle por el sur, vías terciarias, la pavimentación Ibagué-Honda; la solución para 20 años del Acueducto de Ibagué, electrificación rural, pavimentaciones, centros de salud, estímulos a la agricultura, el comercio y el turismo, escenarios deportivos y musicales, consolidación del Conservatorio, y del título de Ciudad Musical, de nuestra capital y de futura colmena de instituciones de formación universitaria.
Todo un plan de desarrollo del Tolima para varios gobiernos, con enorme visión futurista.
José Ossorio Bedoya, ha sido siempre un ejemplo de decencia y convivencia entre los tolimenses, y un devoto de todas las causas nobles y grandes de su tierra.
Su fe católica le acercó estrechamente a los prelados de su tiempo, desde Monseñor Rodríguez Andrade, Duque Villegas, Isaza, Hernández Flores, hasta Flavio Calle, y del arzobispo ,y Cardenal Primado Rubén Salazar, desde cuando muy joven oficiaba como diligente Párroco de la naciente iglesia de nuestro barrio Santa Helena.
Me haría interminable en el recuento memorioso de tantos episodios que a lo largo del meritorio y productivo ejercicio vital, han caracterizado a mi amigo José Ossorio Bedoya, y su pasión sobresaliente por la causa grande del Tolima, en la empresa privada, en la política, la sociedad civil y el gobierno departamental. Ha sido un lazo entrañable que nos ha unido estrechamente, por ya largos años.
Lleno de recuerdos de la franca amistad suya con mi padre, y luego conmigo, evocando emocionado las tertulias culturales en las acogedoras residencias de Antonio Chalita y Alberto Suárez Casas, en la oficina de ese ilustre abogado y hombre de ideas, y de letras, Simón de la Pava Salazar, en el viejo Club Campestre, en la granja de Salomón Tovar, en Buenos Aires, con el espíritu poblado de evocaciones e imágenes imborrables de tantas cosas que nos han unido por décadas; quiero decirle hoy a José Ossorio Bedoya, por su llegada orgullosa a la cumbre de los 97 años, acompañado con fortuna, por esa gran dama, Florecita, su compañera devota, y de su querida familia, y de la admiración y aprecio, de sus conciudadanos que la suya ha sido la vida de un tolimense ejemplar, maestro del trabajo y el esfuerzo, y digno constructor de su propio destino.
Una existencia de virtudes y méritos, bellamente vivida como paradigma de honradez, inteligencia, decencia y patriotismo.
Con Liliana y mis hijos, les enviamos hoy un abrazo, pletórico de singular afecto.
Alberto Santofimio Botero
*ExMinistro de Estado, Ex Senador de la República.
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