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Opinión

Solidaridad vs. Competitividad

Solidaridad vs. Competitividad

Por Juan Bautista Pasten G.


Ciertamente, desde la revolución industrial (fines del siglo XIX) hasta hoy, la tecnología ha ejercido enorme influencia en todos los ámbitos humanos, desde la utilización en empresas de todo tipo hasta la intimidad de nuestros hogares.

En efecto, en alguna medida, la tecnología ha permitido y “facilitado” la siempre dura tarea del trabajo cotidiano y los estudios, en el sentido de aliviar las difíciles faenas de muchos trabajadores, así como ha posibilitado el acceso a la información y al conocimiento a gran cantidad de personas a nivel mundial.

Podemos señalar que esa es la parte beneficiosa de la tecnología – que en el presente se manifiesta, principalmente, en la tecnología electrónica, audiovisual y computacional y, por, sobre todo, las comunicaciones ultrarrápidas mediante el internet.

Por lo pronto, acerca de la tecnología y su relación con el ser humano, se han dedicado bastantes artículos, boletines y libros, respecto a la influencia que ocasiona en las ideas, el pensamiento y las actitudes de las personas. Esta columna no está distante de los mencionados, empero, esperamos entregar y puntualizar ciertos aspectos novedosos y profundizar otros que permitan mayores instancias críticas y reflexivas.

Ahora bien, la inserción e intervención de la tecnología en todas áreas humanas, incluso en nuestros dormitorios y salas de estar (por ejemplo, con la televisión, computadores, tablets y celulares), ha traído también consigo consecuencias necesarias de examinar y considerar:

1.- La manipulación mental. Esto se concreta en la permanente intromisión de pensamientos, acciones y comportamientos en los individuos (en especial la televisión), sin mayor cuestionamiento ni examen de los mismos. Esto provoca que, no pocas veces, los receptores humanos terminen internalizando, es decir, asumiendo como propias ideas y quehaceres extrínsecos (impuestos desde lo exterior).

2.- La enajenación emocional. Ocasionada por la dependencia a aparatos tecnotrónicos que afecta a enorme cantidad de personas en el mundo, es decir, el apego a lo material y exógeno (principalmente, la telefonía celular). Esto genera, entre otras cosas, el acercamiento a la información inmediata, al conocimiento e, incluso, a personas distantes en términos físicos. No obstante, también provoca desentendernos y alejarnos de seres que están a nuestro

lado, ahí junto a nosotros, lo cual desencadena una diversidad de problemas afectivos y existenciales (desencuentros familiares, separaciones de parejas, incomunicación entre padres e hijos, despreocupación por el trabajo y/o estudio, para nombrar algunos aspectos deficitarios).

Ahora bien - como ha ocurrido en otros momentos de la historia de la humanidad – las fuerzas corporativas y los poderes fácticos de todo tipo (económicos, políticos, eclesiásticos, comerciales, seudo científicos y otros más recónditos) han usufructuado y profitado de la tecnología actual. Esto se ha traducido en la emisión de avisos, ideas, conductas, necesidades, intereses – la mayoría de ellos ficticios, supuestos o completamente falsos -. En lo anterior, se hace patente la intencionalidad económica y política, que busca apoderarse de tan importante logro científico y técnico.

Por lo pronto, la doctrina política neoliberal, predominante en el mundo presente, ha usado bastante de esta tecnología – mediante la exposición audiovisual de programas aparentemente culturales, además de plataformas computacionales, anuncios comerciales, eventos artísticos y deportivos, donde se instan y promocionan – de modo expreso o inconsciente -  actividades y conductas que buscan la satisfacción de placeres materiales ( por tanto, temporales), el consumismo desenfrenado, el enriquecimiento personal ilimitado (individualismo), la competencia descarnada con quienes nos circundan.

Sin lugar a dudas, todas las mencionadas, son acciones que apuntan y conducen al egoísmo voraz, a la desunión entre las personas, a la destrucción de la naturaleza, a la subordinación al materialismo. En definitiva, son comportamientos conducentes, a la ambición y la corrupción, al incremento y fomento de la delincuencia generalizada.

No es casualidad, entonces, que en diversos lugares del planeta, se produzcan manifestaciones sociales de descontento ante tan caótica situación. Los seres humanos anhelan y necesitan – como ha acontecido en otras épocas críticas de la historia – otras formas de relación de los hombres y mujeres entre sí, de los humanos con la naturaleza y con la plenitud de cuanto existe. Se requiere con urgencia un mundo realmente valórico, sustentado en los auténticos Valores, reconocidos – hasta ahora teóricamente – como los fundamentales y universales vale decir, aquellos que posibiliten una humanidad justa, libre y solidaria.

Es tiempo de escuchar y aplicar el llamado dramático de los grandes pensadores, pues el mundo y las comunidades necesitan de cada uno de nosotros. Todos podemos aportar, con una semilla de amor e inteligencia, en la construcción de sociedades donde la ignorancia, la discriminación, la rivalidad y la violencia sean derrotadas por la Sabiduría, El Respeto, la Justicia y la Unidad.

Es necesario que la humanidad deje de estar dominada por el deseo de alcanzar ganancias inútiles. Es tiempo que se renueve el sentimiento internacional de solidaridad”. Alicia Moreau de Justo, política y médica argentina, siglo XX.

“La única oportunidad de supervivencia de la humanidad se encuentra, en último término, en un sentido solidario”. Víctor Frankl, psiquiatra y filósofo austríaco, siglo XX.

La solidaridad hace fuerte a los débiles”. Giovanni Casanova, pensador chileno, siglo XX.

  • Docencia e investigación en filosofía

Universidad de Chile

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