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Opinión

Se acabó la paja

Se acabó la paja

Nada más placentero que un buen pajazo decimos los caballeros. Esos de andanzas que veíamos en nuestra amiga la posibilidad de llegar al éxtasis de una u otra manera. La creatividad nos brotaba, salíamos avantes siempre gracias a las múltiples miradas que desde la adolescencia hacíamos a los tonos, a los movimientos, al tiempo, al ritmo que usábamos para susurrar al oído. Se conquistaba y al final… lluvia de más ideas para seguir echando paja.

Con la paja se disfruta de principio a fin, así lo hicieron nuestros antepasados; abuelos, papás, tíos, hermanos, incluso hasta mis hermanos menores, y ni que decir de mis contemporáneos amigos, con quienes chicaneamos del tema. La paja se acabó con la modernidad, ya no hay lugar al verbo, ese que nos permitía crear, cantar y encantar a la señorita que queríamos conquistar y más cuando había acción. Canción va, canción viene, el zapateo entre melodía y melodía, risas, bullas y otras vez a la paja. Es que hablar era el centro de toda conquista, usted echaba paja a todo momento y empezaba la conquista. Primero un beso, luego la paja, hasta que … pasaba lo que tenía que pasar y nuevamente la paja con otro nuevo amor. Era la adolescencia, la maravillosa adolescencia.

 

Mi tío mayor, era el más pajuelo de todos, aun más, lo sigue siendo. No es sino compartir un rato con él para terminar envuelto en las miles de historias que como Scherezade nos permitían recorrer cuerpos, paisajes y llegar a clímax diferentes al de la conquista de la pareja. Qué sería de nuestras generaciones sin la paja. Incluso firmado el acuerdo de paz recordó esa frase que decía es mejor echar paja que balas.

 

Con la llegada de las nuevas tecnologías todo cambio. Ahora la mano se ocupa de enviar un emoticón por las redes sociales. Decir ¿quién para esta noche?, o entrar a apps como Tinder y resuelto el tema. Garantizada la noche o el rato con otro tipo de placer, ese donde el cerebro descansa porque ya no se necesita. Se acabó la paja, el susurro, el cambio de voz, se acabó la conquista.

 

Los adolescentes de hoy le “chicanean” a uno. ¿Tu eres de la generación de la paja?, preguntan. Nosotros no, sonríen los pubertanos… desde los 12 años estamos ya en otra dimensión abuelo. Yo guardo silencio y solo agradezco de ser de una generación donde la paja y los pajazos nos ayudaron a construir  nuestra historia, esa que contamos aún con los amigos cuando nos reunimos y nos hace reír, porque para echar paja, nosotros. 

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