Opinión
¿Quién vigila al gato?
Por John César Morales - Administrador de Empresas-Comunicador Social
En enero del año entrante termina el periodo de la actual procuradora general de la Nación, la controvertida Margarita Cabello. Desde ya, empiezan a barajarse los nombres de los posibles sucesores y los partidos políticos inician sus movimientos para colocar sus fichas en uno de los cargos más apetecidos por la burocracia criolla.
Las llamadas “ías”: Procuraduría, Contraloría y Fiscalía, son en su conjunto, los conocidos órganos de vigilancia y control, y constituyen por sus presupuestos, su nómina, pero sobre todo por su enorme poder, un preciado tesoro que todos quieren tener, entidades que muchas veces terminan convertidas en órganos de persecución e intimidación a contradictores políticos o de lisonja y disimulo para sus copartidarios.
La terna de postulados para procurador sale de un ternado por parte del Presidente de la República, otro de la Corte Suprema de Justicia y del Consejo de Estado. Ya la Corte designó como su candidato a Luis Felipe Henao, ex ministro de Vivienda, y el Consejo de Estado seleccionó al excongresista Germán Varón Cotrino, los dos, hicieron parte del partido Cambio Radical, muy cercanos a Germán Vargas Lleras.
Este tipo de nominaciones que acercan a un candidato a un cargo tan importante, con alguna casa política, ensombrece lo que podría ser su gestión en un hipotético caso de ser elegido -por ejemplo, se asocia a la actual Procuradora con la poderosa casa Char de la Costa-, máxime, si es el Senado de la República, quien a la larga tiene la potestad de elegir al funcionario que se encargará posteriormente de auscultar a todos los servidores públicos, quienes a su vez, son la mayoría de las veces, propuestos por los mismos congresistas.
Este círculo puede resultar contradictorio, pues la repartija burocrática requiere ser protegida por los jerarcas del legislativo, ya que estas clientelas son importantes para sostener sus votaciones y sostenerse perennemente en el Congreso. Es decir, quien termina cuidando el queso, es el ratón elegido por los gatos.
Estas confabulaciones pasan generalmente inadvertidas para la mayoría de los colombianos, que en sus afanes diarios por subsistir y a decir verdad, por la apatía que genera la política, ignoran o desconocen estas situaciones que son tan importantes para el país.
El lado oscuro de este sistema de pesos y contrapesos, radica justamente en la designación y en la elección de los funcionarios que irán no solo a estos cargos, sino también a las altas Consejerías, Cortes y demás. Es común escuchar en el mundo político, este magistrado tiene cercanías con determinado partido, este consejero es afín a determinado político o en el peor de los casos, este fiscal es ficha de fulano de tal.
Ahora, claro está que todos los ciudadanos tenemos la libertad de manifestar y pertenecer a cierta ideología política, lo que resulta turbio, es que esas afinidades se manifiesten o perciban, justo dentro de funcionarios que tienen en sus manos, la posibilidad de tomar decisiones que pueden llegar a afectar incluso la voluntad de los votantes expresada en las elecciones.
Se habla de una reforma política que modifique o por lo menos analice y proponga nuevos mecanismos de elección de estos altos dignatarios, por ejemplo, que los ternados surjan de la academia, de los gremios, de los sectores independientes y que en su elección no intervenga el Congreso, pero ese es un camino tortuoso y espinoso, porque los congresistas no van a legislar en favor de perder ese enorme poder.
Mientras tanto, se seguirá en la pantomima de hacer creer que se busca proteger al queso, eligiendo un ratón vigilante, pero la pregunta que cabe hacerse es ¿y quién vigila al gato?
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