Opinión

Para lograr posicionarnos como destino de alto valor hay que aprender y trabajar en equipo

Para lograr posicionarnos como destino de alto valor hay que aprender y trabajar en equipo

Por: Ángela María De la Pava L. - Directora Ejecutiva Ibagué MICE & Visitors Bureau


En los últimos años ha sido frecuente escuchar no sólo en boca de diferentes mandatarios, medios de comunicación, economistas y especialistas de turismo que este sector bien pudiera ser reconocido hoy como el “nuevo petróleo” en Colombia.

Lo anterior, debido a su fuerte crecimiento en los últimos años, pero sobre todo por su innegable impacto en la contribución económica del país ya que dinamiza significativamente a otros importantes sectores como el del transporte, la logística, el gastronómico, el de las artes gráficas, el comercial, la manufactura e incluso el agrícola, entre otros, gracias a lo que implica per sé, la demanda de dichos visitantes.

Aunado a lo anterior no debe perderse de vista que la esencia misma del turismo es el gasto per cápita x día y que por ello si la actividad turística crece, los visitantes aumentan y gastan más dinero en el destino, lo cual conduce a un incremento del PIB y al crecimiento económico del lugar que visitan (Webster & Ivanov, 2014).

Y para entender más sobre esto, lo primero a saber es lo mencionado por (Brida et al, 2008) sobre los impactos económicos positivos del turismo que están relacionados principalmente con los ingresos por divisas y la contribución a los ingresos públicos, a la generación de empleo y con ello el aumento de las oportunidades para el territorio y sus gentes.

El mismo autor nos enseña, entonces, que existen tres tipos de impactos económicos por el turismo: directos, indirectos e inducidos. El impacto directo es el generado por las ventas de las empresas de servicios turísticos (un hotel, una agencia, un operador o una aerolínea). El impacto indirecto está relacionado con la compra y venta de bienes y servicios de proveedores directos de las empresas turísticas a otras empresas, quienes continúan la cadena cuando a su vez compran o venden insumos a otras empresas y por último, el impacto inducido que es el relacionado con el gasto, posterior, realizado por los propietarios y empleados de las empresas (turísticas y no turísticas) beneficiados por la visita o evento.

Ahora bien, si tomamos estas positivas realidades del turismo y las enlazamos al persistente deseo que hemos tenido en Ibagué y el Tolima por posicionar nuestro territorio como uno de los lugares más deseados para viajar, conocer y hacer negocios; encontramos una indiscutible oportunidad para lograr el crecimiento y fortalecimiento económico de la región desde el turismo y con ello un mayor y significativo impacto en el PIB.

Y esto no es un sofisma en cuanto a que hoy nuestro territorio tolimense posee lo más importante para convertirse en un destino apetecido por los turistas: un producto diferencial que puede fácilmente enamorar a nacionales y extranjeros que hasta hoy se han perdido de las maravillas de una región llena de atractivos turísticos que bien puede lograr que siempre se quiera regresar: su gran biodiversidad, un amplio territorio lleno de contrastes en su clima y paisajes, la riqueza cultural, folclórica y musical que nos hacen un destino diverso y muy atractivo;  su riquísima y reconocida gastronomía, la amplísima oferta de naturaleza y aventura catalogada por expertos como de alto nivel y en muchos casos como única; su historia, gentes amables y los imperdibles que hacen de nuestra región un lugar único y mágico por descubrir.

Y si lo tenemos todo, ¿qué falta entonces? la respuesta es “conocimiento y voluntad”, porque para ser apetecidos como destino, todos los actores que trabajamos por el desarrollo regional desde cada una de nuestras esferas, debemos ponernos a la tarea de dejar los dañinos egos y ponernos a aprender sobre los verdaderos retos que el turismo exige de un territorio.

De lo contrario continuaremos en el camino de los bandazos, donde todos aparentan saber y demuestran su querer, pero al final esas emociones y buenas intenciones terminan diluyéndose una y otra vez en los insulsos discursos ya que los actores claves para el desarrollo territorial (autoridades locales y regionales, congresistas, asambleístas y concejales) que son quienes definen las líneas de acción y de inversión son los que menos saben y no muestran con humildad que deben aprender a profundidad sobre la materia, generando así el círculo vicioso en el que nos encontramos desde siempre, donde todos hablan de la importancia del turismo para la recuperación económica, pero es al que menos recursos le asignan, además de la falta de políticas claras que ajusten los problemas de fondo que han hecho de nuestra región un territorio que no termina de consolidarse como un verdadero destino.

Aprender sobre cuáles son las razones que hacen que un turista elija un lugar para su visita o que una asociación escoja el destino ideal para realizar su próximo congreso o evento de negocios, se vuelve imperativo ya que para que esto suceda el territorio debe cumplir con una serie de requisitos que, aunque increíble en pleno siglo XXI, en una ciudad capital como Ibagué aún no se cumplen y el primero de ellos, que es la base de todos los demás, la famosa y esquiva articulación.

Una que debe darse sin más demoras entre el sector público y privado en el que converjan los gremios económicos, el empresariado, la Cámara de Comercio, el Bureau de Turismo, Invest in Tolima, la ADT  y la academia, todos unidos trabajando de manera articulada para lograr crear un equipo de destino en el que se sumen las fortalezas y especialidades de cada uno con el único fin de lograr que nuestra ciudad y el departamento sean un destino turístico competitivo y de alto valor buscado, deseado, planeado y por fin visitado por todos.

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