Opinión
Los niños perdidos de Armero
[LetraCapital Letra="L"]uego de 30 años de la tragedia y cuando ya aquella catástrofe que le dio la vuelta al mundo parece no importarle a nadie, la Fundación Armando Armero sigue empeñada en encontrar a los niños perdidos. Lejos de tener la atención del rescate por tierra, mar y aire de los buzos embolatados en la isla Malpelo e inclusive de la preocupación por los que pronto liberarán los de la Farc, la fuerza del amor persiste y no pocas veces ha logrado su triunfo. Es un caso similar al de las madres de la plaza de Mayo en Buenos Aires, donde ya las mujeres abuelas no buscan hijos sino nietos pero siguen ahí. Se trata entonces de infantes que deben estar aproximándose a los 40 pero que ni padres ni extraviados se resignan a seguir en el limbo.
Existen exhibidas fotografías de algunos de ellos, la historia que han reconstruido sus familiares y videos con mensajes habitados por el temple de la esperanza y la desolación. No han sido pocas las búsquedas y en una operación rastreo impresionante, han pasado horas y días y semanas mirando el detalle de los que llegaron entre el rescate a las sedes del Bienestar Familiar en varios sitios. La investigación ha ido más lejos y rastrean cada pormenor como los detectives de las películas de televisión. Los resultados no son de desaliento, pues han encontrado algunos que fueron adoptados por conductos regulares o clandestinos y lo que es peor, aquellos que fueron literalmente robados para trasladarlos a diferentes partes de Colombia y algunos países.
Es esa precisamente la tarea de Francisco González, un Armerita director de la fundación Armando Armero. Sin embargo, esta faena que hoy parece demencial, requiere con urgencia fondos para poder seguir. Precisamente tras alcanzar la meta, se cumplen subastas de arte en exposiciones que hacen revivir la tragedia que borró literalmente del mapa a un próspero municipio, hace exactamente 31 años. Lo curioso es que no son los tolimenses los que apoyan sino gente de fuera porque de acuerdo al censo, la cifra alcanza nada menos que cerca de 300 niños desaparecidos.
El proceso es complejo, puesto que deben tomarse muestras de ADN, seguir un protocolo de manejo en la tenencia de menores y aumentar las memorias de tanta gente perdida en el desastre natural. La fundación cumple una década de actividades y cada cierto tiempo se ven testimonios de los insólitos rescates. Se viven mirando a los jóvenes que ni hablan español y son suizos o noruegos preguntándose por los recuerdos perdidos y viajando a Colombia en busca de sus padres y familia. Inútil no ha resultado la aventura porque los han encontrado y la nota profundamente humana despierta lágrimas, reconfortándonos que es gracias al amor como se logra lo aparentemente imposible. Al fin y al cabo como diría Gabriel García Márquez, todos tenemos una segunda oportunidad sobre la tierra.
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