Opinión
Los 70 años del voto femenino: Un logro con brechas por superar
Por: Martha Alfonso - Representante a la Cámara por el Tolima
Este aniversario nos invita a reflexionar sobre los avances logrados y, más importante aún, sobre los desafíos que persisten en nuestra lucha por una participación plena y equitativa en todos los espacios de poder.
En las últimas décadas, hemos visto un aumento visible y significativo en la participación de las mujeres en la política y en otros escenarios de la vida pública como la academia y las artes.
Cada vez somos más las que nos atrevemos a desafiar un mundo masculinizado y rompemos el silencio para ganar espacios en la vida y agenda públicas. Sin embargo, a pesar de estos avances, todavía enfrentamos resistencias profundas que dificultan nuestro camino hacia una verdadera equidad.
La política sigue siendo un terreno con pocas mujeres y muy hostil para las pocas que logramos llegar a estos escenarios; la política vive marcada por un machismo persistente que nos exige más, nos juzga con mayor dureza y nos castiga si tenemos agencia propia, nos acorrala sistemáticamente si no cumplimos los mandatos o intereses de los “varones electorales” que llaman, los jefes de partido, o los otros hombres que se creen herederos de un linaje histórico de liderazgos que no soportan que las mujeres brillemos con nuestros propios métodos para hacer política.
Las mujeres en política que nos atrevemos a desafiar el mandato patriarcal de subordinación que nos imponen los varones que llegaron antes o con quienes competimos, terminamos relegadas, desconocidas o atacadas sin clemencia. Esto se denomina violencia contra las mujeres en política y hoy es sancionado por la ley colombiana, sin embargo, es difícil demostrarla por lo sutiles, simbólicos y soterrados que son los mecanismos para ejercerla.
Para transformar esta realidad tan dura para las mujeres en política, una de las áreas donde debe confrontarse estructuralmente el machismo es la educación. El fomento y aumento de oportunidades de acceso para las mujeres a educación en áreas del conocimiento tradicionalmente masculinizadas como las ingenierías, la medicina, el desarrollo tecno – científico y por tanto, la investigación e innovación, la incorporación del enfoque de género en los currículos y proyectos educativos institucionales, así como el aumento de reconocimiento social y económico a profesiones como la enfermería y las licenciaturas, pueden cambiar la cultura machista de manera radical.
La promoción de liderazgos de mujeres en política con más apoyo económico y políticas de inclusión afirmativa por parte de partidos y del Estado mismo, el compromiso del sector privado con el aumento de cargos gerenciales en cabeza de mujeres en sus empresas, son acciones que también pueden cambiar esa cultura.
La ley de cuotas que hace más de 20 años se aplica en Colombia, abrió una senda fundamental para la participación política de las mujeres y para que hoy haya más mujeres en política y en muchos otros escenarios. Hoy puede parecer una cuestión insuficiente, pero hace dos décadas significó un dispositivo institucional de apertura a nueva era de la política nacional. Esa puerta que se abrió nos ha permitido a muchas mujeres llegar a escenarios de toma de decisiones y de poder en el país.
Resulta fundamental en esta pelea, enfocar esfuerzos en formar y promover las nuevas generaciones de mujeres para que participen activamente en la vida pública y crezcan su vocación de poder. También los medios de comunicación tienen un rol crucial en este proceso. Necesitamos que las narrativas que cosifican a las mujeres, aquellas que las reducen a objetos de deseo, sean reemplazadas por historias que celebren su inteligencia, su creatividad y su capacidad de liderazgo transformando imaginarios sociales hacia una cultura libre de discriminaciones de género.
Ahora, más que nunca, debemos seguir adelante, con la firme convicción de que un día, no muy lejano, alcanzaremos la igualdad que tanto anhelamos y que tanto requiere nuestra democracia colombiana.
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