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Opinión

Las transformaciones del espíritu

Las transformaciones del espíritu

Por: Juan Bautista Pasten G.


Por lo pronto, la presente columna se halla basada en la tesis filosófica y existencial del afamado filósofo alemán Frederic Nietzsche. Efectivamente, el texto en que este pensador examina el tema en cuestión, se encuentra en el reconocido libro “Así habló Zaratustra”, escrito a mediados de siglo XIX.

En general, el pensamiento de Nietzsche ha sido objeto de análisis, crítica, rechazo y alabanza desde su origen hasta el presente. Para algunos, es uno de los eximios pensadores de la historia de la humanidad, para otros, sus ideas están impregnadas de amargura y desolación.

En consecuencia, tan disímiles y contradictorias opiniones y observaciones, han convertido a Nietzsche en un filósofo interesante y fascinante, imposible de obviar u omitir. De hecho, su pensamiento perdura hasta la actualidad, siendo objeto de estudio en universidades y organismos culturales del mundo entero.

Por otra parte, es menester señalar que, como suele ocurrir con muchos grandes pensadores, sus postulados, contenidos y objetivos han sido incomprendidos y/o malinterpretados, lo cual ha provocado la utilización y aplicación equivocada de sus ideas y aforismos.

Esta introducción me parece necesaria para seguir adelante con este artículo y para que sea examinado y asimilado en su justa y real medida.

Ahora bien, la observación indicada apunta a lo siguiente: La temática a desarrollar en una interpretación libre de la propuesta nietzscheana. Por cierto, en términos filosóficos, se habla de “exégesis” y/o “hermenéutica”.

Vamos, entonces, al peculiar análisis de la tesis de Nietzsche.

En primer término, es preciso ir al propio autor para que nos diga en que consiste esta “transformación del espíritu”. Nietzsche concibe tres manifestaciones humanas, que posibilitan avanzar desde etapas decadentes a niveles superiores de pensamiento y existencia. Estos 3 grados son simbolizados por el filósofo del siguiente modo:

  1. “Camello”: es el ser humano decadente en toda su expresión, que permanece en una actitud de auto-enajenación, es decir, es aquel individuo – la mayoría de los seres humanos – que vive oprimido por deberes, ordenanzas, opiniones y mandatos externos y los acata de manera sumisa. “Hombres camellos”, son también “las personas ovejas”, las que obedecen la moral externa (heterónoma), que echan a sus espaldas los problemas y sufrimientos personales y de la humanidad toda. Es el típico hombre masa, el cual no logra distinguirse en medio de la multitud, es uno más del montón, del “rebaño”.

  2. “León”: Representa a seres humanos – escasos según Nietzsche – que, mediante un enorme esfuerzo mental y emocional, pueden salir de la multitud, del entorno opresor. Son aquellas personas que vislumbran y se encaminan hacia la auténtica libertad, están en el sendero de la superación, de transformarse en quienes verdaderamente son. Los “hombres leones” ya no temen a la masa, como acaece al “camello”, sino, por el contrario, tienen la suficiente fuerza y valentía para enfrentar a la multitud, para soportar los infundios y mentiras y salir victoriosos. El “león” ya está en condiciones de seguir adelante en el sendero de la evolución y la superación plena. Es un camino lento pero progresivo y ascendente.

  3. “Niño”: Son característicos aquellos seres que despiertan y nacen hacia su verdadera identidad. Los “humanos niños” tienen cualidades que la gran mayoría de las personas no las tienen, porque las han olvidado o les son indiferentes. Los “niños” son los auténticos creadores (no reproductores de lo existente, sino generadores de nuevas realidades); son seres libres (hacen lo que quieren, no lo que se les impone); son alegres (la vida es un juego permanente); carecen de rencor (pueden pelear con sus amigos, pero prontamente están jugando y riendo juntos). Además, los “niños” son inocentes, están constantemente aprendiendo, a diferencia de los adultos que, muchas veces, son ingenuos y susceptibles de ser engañados.

En síntesis, los “niños/as” constituyen, para Nietzsche, el germen, el inicio del Hombre Nuevo, de aquel ser que ha trascendido al humano temeroso, débil, pacato, ignoto y vulgar. El “niño” hombre está apto para transformarse en el ser superior que el planeta y la vida requiere con urgencia, capaz de gobernarse a sí mismo y liderar a quienes se han quedado en el camino, estancados entre la multitud y, asimismo, armonizar con la naturaleza y el universo.

Ahora, estamos en condiciones de finalizar este artículo con algunas opiniones, esperando que éstas sean premisas que nuestros lectores sabrán convertir en realidades bellas y buenas para todos y todas:

  1. Aunque Nietzsche se declara ateo acérrimo y contrario a las creencias religiosas y metafísicas (en especial, al catolicismo), considera la necesaria transformación del ser humano, simbolizándolo en el “niño/a”.

En el libro sacro del cristianismo, encontramos varias citas que destacan sobremanera la importancia de la niñez. Quiero mencionar solo tres de ellas: a) “Dejad que los niños vengan a mí y no se lo impidas, porque de ellos es el Reino de los cielos”; b) “Quien no recibe el Reino de Dios como un niño, no entrará en él”; c) “No sean niños en la forma de pensar, sino en la manera de sentir y de ser”.

  1. Para Nietzsche, el ser humano es un mero nexo o puente entre el subhombre y el hombre superior u super hombre. Por nuestra parte, pensamos que el ser humano – todos los seres humanos – tenemos el potencial para crecer y evolucionar de modo amplio, profundo e integral. La Educación plena tiene la misión esencial que permite que todas las personas sean capaces de descubrirse interiormente, así como allanar el sendero hacia la Vida Verdadera.

Como mensaje final e/o inicial, queremos señalar que el Nuevo Hombre – Super Hombre en el léxico nietzscheano – es aquel que retorna voluntariamente, con alegría y optimismo, al paraíso de la niñez. Es un ser humano libre y trascendente que, a través del extenso recorrido existencial, donde ha vivenciado dolores, caídas, infundios, temores, descubre con vigor y valentía, que el sustrato del desarrollo radica en la creciente comprensión de Sí Mismo.

 

*Docencia e investigación en filosofía.

Universidad de Chile.

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