Opinión
Las Cámaras de eco
Por Óscar Viña Pardo
Atrás quedaron esos momentos de adulación donde las personas que acompañan al gobernante de turno le dicen una y otra vez al oído lo bien que lo hizo. Esa lambonería rampante se trasladó a las redes sociales y tienen el mismo grado de importancia que las fake news en cuanto a percepción y forma.
Nuestros hábitos de relacionamiento cambiaron, y las conversaciones se trasladaron a plataformas como Facebook, Twitter e Instagram, entre otras, haciendo que los contenidos que se promueven de una persona u organización se conviertan en un bucle, una trampa para la sociedad que requiere escuchar otras voces sobre una posible verdad que se cuenta desde un solo lado del prisma del caleidoscopio.
En eso ayuda el logaritmo de las redes sociales, a posicionar en los grupos de usuarios que yo llamo los famosos comités de aplausos, otros primer, segundo y tercer grupo cercanos a los mandatarios las posibilidades de convertirse en tendencias. Y como dice el adagio popular, de la calumnia, algo queda.
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El papel de los medios de comunicación ya permeado de por sí por los intereses del mercado conducen a trabajar desde la independencia, a discernir desde ese consenso y a reaprender desde la reflexión y crítica donde sin vulnerar al otro se pueda trabajar en construcciones colectivas que se entiendan como posiciones no personales, sino puntos de vista que permitan mejorar los entornos ciudadanos, especialmente.
El problema es que como en el espejo, solo queremos ver lo que queremos escuchar, y ese alimento al ego de los gobernantes hace que la diferencia de opiniones se convierta en conflicto, donde los insultos y ataques que llegan a lo personal se convierta en una violencia sistematizada difícil de controlar.
Gracias a Dios todavía existen los puntos de encuentro donde la palabra tiene un espacio para la reflexión y se puede fomentar discusiones abiertas donde el análisis y reflexión permita construir nuevos escenarios de sociedad, porque si seguimos pensando que lo que dicen las redes es la última palabra, los gobernantes y sus cámaras de eco nos habrán ganado la batalla, y el totalitarismo se apoderará de todo lo que conocemos.
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