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Opinión

La información y el odio

La información y el odio

Por: Edgardo Ramírez Polanía


Algunos especialistas dicen que el odio nace de la agresividad de las personas que han sido frustradas, otros que su génesis es de quienes han querido cambiar  la sociedad eliminando los privilegios o quienes han sido atropellados injustamente por quienes poseen el poder de someter bajo un control  despótico a personas y agrupaciones.

Esa expresión de desagrado consciente y duradero hacia alguien, por causa de  la frustración, envidia y resentimiento, también se da  en la expresión de las ideas contrarias a la propia que conforman el repudio y la contradicción irracional que atenta contra el diálogo y el entendimiento, incitando hacia la destrucción de la otra persona y hasta de  los partidos políticos y sus dirigentes.

Uno de los medios de dominación del poder ha sido el de los medios de comunicación que han abusado con desproporción de la información y la noticia cuando no está conforme a sus  intereses como propietarios de los grandes conglomerados económicos.

De tal forma, su programación informativa no tiene el sentido de la veracidad, porque no se fundamenta  en hechos que obedezcan estrictamente al análisis y la comprobación, porque los periodista no tienen independencia, como ocurre con programas de televisión y revistas como Semana que la han elevado a la categoría de arte literario, cuando no es otra cosa, que escandalosos titulares con información trágica para mentes alucinadas por el deseo del desastre nacional. Aristóteles decía, que “la tragedia tenía un efecto beneficioso porque purgaba al individuo de su conducta emotiva”.

Por eso, los medios de publicación, banqueros y grandes empresarios  dicen qué es bueno o malo o que se debe hacer en la sociedad colombiana o cómo deben ser los gobiernos. Consideran que el dinero invierte el axioma que es mejor ser que tener.  Carl R. Rogers decía, que nadie puede valorar las aptitudes motivos conflictos y necesidades de una persona, ni de valorar lo que es capaz de ser del individuo. De esta manera, el saber y el conocimiento son factores de independencia que están por encima de la creencia equívoca que el dinero todo lo puede en una sociedad que se ha venido educando y formando a través de la lectura.

No está bien que los medios de comunicación se inmiscuyan hasta la intimidad de las familias de los gobernantes como tampoco que los dueños de los capitales económicos en un país, sean los dueños de la información, como sucede con el grupo de Caracol. la emisora W, con cubrimiento nacional e internacional, Blue Radio, de propiedad de Valorem del grupo Santo domingo. La cadena RCN radio y TV, RTN 24 horas internacional del grupo fundado por Carlos Ardila Lule, y la revista Semana de la familia de los banqueros Gillinski.

La información periodística debe tener una frontera, un límite, una concurrencia de responsabilidad conceptual, de quien escribe, repite, o lee lo escritos por otros sin sangre ni espíritu como dijo Nietzsche. Claro que no lo hacen con la sencillez de Cervantes, la comunicabilidad de Gracián, el diseño y la sonoridad de Ortega,  la nitidez y claridad de Azorín, o la narrativa de García Márquez, porque sería una imposibilidad insuperable para quienes el periodismo es una alharaca de titulares y escándalos con testigos en la oscuridad.

Cuando Cioran dijo, “Desde que la muerte es un término absoluto todo el mundo escribe”. Algunos periodistas a quienes se les ordena escribir la supuesta tragedia nacional, se consideran  erradamente escogidos para lo insólito o lo excepcional, cuando la modesta verdad es que, la dotación cultural de cada persona es restringida conforme a las capacidades que se tenga para ejercerla, algo similar a la libertad económica.

Los gobiernos en las democracias está bien que garanticen la libre información. Pero no hay atribuciones de ilimitado alcance sino que deben estar sujetas a estrictos postulados legales, y cuando no se actúa así, se desborda esa función sometida al cumplimiento de la Ley.  La Corte Constitucional en sentencia de C-411 de 1993, le dio la calidad de inviolable al secreto profesional del periodista, como si existieran derechos absolutos, que van en contravía de derechos como la honra y el respeto a los derechos fundamentales. La reserva de la fuente no debe amparar a anónimos para desacreditar  y engañar a la sociedad.

Parece ser, que el fenómeno se origina en la falsa receta de lo aparentemente excepcional, cuando no existe nada novedoso, porque son  los mismos periodistas de medios de comunicación televisivos y revistas. Ese espejismo implícito  que proclama un automatismo cierto y seguro que venden los dueños de la información de sus programas que son verdades defectuosas, de baja calidad y mal gusto.

Hay excepciones, sin que sea algo extraordinario, en sus fugaces programas, publicaciones y apariciones que son calificadas de mediocres, porque los inventores o periodistas no superan la medianía de la información, que exige novedad, imparcialidad, y hechos relevantes, sino periodismo con sesgo, mala intención o novelones de narcos y prepagos con guiones ficticios que lastiman el prestigio nacional.

La llamada libertad de información y la reserva de la misma contenida en el artículo 74 de la Constitución Nacional actual, que es falsa, conforme a la pruebas que ha publicado del periodista William Calderón Zuluaga, nada ni nadie puede verificar si los hechos que publican y su procedencia son ciertos o provienen de la febril imaginación  de algunos  periodistas.

Por eso, los entendidos dicen que se debe dar un viraje pronto y radical al control de la  información del país en manos de los grandes grupos económicos a través de nuevas reglamentaciones en la Comisión Nacional de televisión, el Ministerio de las Tecnologías y la Información en la calidad y veracidad de la noticia y los programas con un resultado de entretenimiento o información útiles a la sociedad con el fin que los llamados medios informativos no ejerzan una actividad en su favor, contraria a los criterios de confiabilidad que llegue a los hogares, para que los niños que serán los dirigentes del mañana, no se eduquen en medio de la confrontación irracional y el odio.

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