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Opinión

Judith Porto de González o el amor a Cartagena

Judith Porto de González o el amor a Cartagena

Por: Alberto Santofimio Botero


Su vida, su obra, su presencia irradiante, imponente y serena, estuvo atada con hilos de fervoroso amor a la historia de Cartagena de Indias, en dos siglos. Su personalidad excepcional se distinguió desde su juventud por una pasión determinante por el arte, la cultura, la educación popular y los trabajos académicos con un dedicado estudio del pasado, de la que llamó bellamente Luis Carlos López, la aldea, el villorrio, el rincón de los abuelos.
Ella abrazó con interés e ilusión las tradiciones, el ayer legendario, y el milagro de ver crecer con sus propios ojos el ímpetu del desarrollo turístico que iba transformando vertiginosamente las costumbres, los usos, y las actitudes dejando atrás “la edad de folletín” que su voz poética mayor exaltó en soneto inolvidable.

La elegancia de dama distinguida de Judith Porto de González marcó una época de amistad solidaria con las gentes más necesitadas de los barrios humildes de la Cartagena olvidada, con las cuales ella logró trabar una fraternidad admirable que le permitió llevar el alfabeto, el conocimiento de la historia y la educación superior, a cientos de niños que parecían condenados a un futuro sin luz, sin esperanza y sin posibilidades. Ella condujo esa hazaña por largas décadas.

Su padre, Ismael Porto, médico y humanista reconocido y alcalde de Cartagena de Indias, trabó una cercana amistad con los expresidentes Alfonso López Pumarejo, Eduardo Santos y Mariano Ospina Pérez, y este nexo, sirvió para abrir las puertas a su joven hija Judith, con la élite política, social y económica de la capital de la república.

Desde aquella época, Judith mostró un sentido natural y propio de la autoridad y la ejerció luego, con maestría, no sólo en su hogar sino en el complejo ámbito social cartagenero, en la actividad cultural y en las diversas actividades del espíritu. Logró cerrar sus ojos serenamente, habiendo logrado realizar casi todos sus sueños, y en franca paz con la vida, como en el legendario poema de Amado Nervo, que tanto le gustaba recitar en las inolvidables tertulias de los domingos en su casa, mirando con los amigos el espectáculo del sol poseyendo el mar en los atardeceres contrastados de luces y sombras.

La huella profunda de su existencia inquieta y realizadora permanece, de forma conmovedora, en la gratitud de familias inmersas en la pobreza absoluta, quienes, de su mano, lograron salir de la injusta ignorancia y recorrer los caminos abiertos del conocimiento, gracias a la tesonera, persistente, permanente y, hasta terca, pasión de esta gran dama de la educación y la cultura.

A los 35 años de edad, Judith Porto de González, altiva, orgullosa y entusiasta, encabezó en Cartagena el movimiento cívico para reclamar iguales derechos para la mujer. Hizo eco así de la gran movilización femenina que encabezaron desde Bogotá conocidas líderes como Esmeralda Arboleda de Uribe, Ofelia Uribe de Acosta, María Currea de Aya, Pepita Calderón de Lozano, entre otras pioneras iluminadas por la pretensión de obtener todos los derechos civiles y políticos para la mujer colombiana en igualdad con los varones. Todo un desafío a la cultura machista que, en la costa caribe, como en las demás regiones del país, mantenía sus estrechas instituciones.

Todo este movimiento culminó con las jornadas populares y la caída de la dictadura de Rojas Pinilla el 10 de mayo de 1957 y en la presencia del voto femenino en las urnas a favor del plebiscito del 1 de diciembre de ese año, que creó las condiciones para la paz política, el acuerdo de los partidos y las instituciones del frente nacional, poniendo fin a un largo periodo de sangre, muerte y violencia en Colombia.

En el escenario de la academia de la historia de la ciudad heroica, Judith Porto de González, brilló por sus trabajos, hasta el punto de ser la única mujer que mereció la exaltación unánime a la presidencia de esta institución venerable y prestigiosa, al lado de grandes cultores de la ciencia de Heródoto, como Donaldo Bossa Erazo, Eduardo Lemaitre Román, Augusto de Pombo Pareja, Arturo Matson Figueroa, Vicente Martinez Emiliani, Carlos Villalba Bustillo, Fulgencio Lequerica, Guillermo Valencia, Félix Turbay, Celedonio Piñeres y Gustavo Méndez, León Trujillo, Jorge Dávila Pestana, entre otros.
En 1986, por su admirable tarea de promotora cultural de la ciudad, el Concejo y la Alcaldía la exaltaron como hija predilecta y como alcaldesa honoraria. Asimismo, el Ministerio de Educación le rindió también merecidos honores “por su contribución al progreso de la educación, la ciencia y la cultura”. La Gobernación de Bolívar le impuso la medalla Rafael Núñez por sus significativos aportes a la cultura de la región y el Congreso de la República la exaltó por sus aportes a la historia de su natal Cartagena.

Entre sus obras literarias más conocidas están: “A casa de los infieles y otros cuentos”, “La novia prestada”, “al filo de la leyenda”, “la maestra nona” y “la casa de don Benito”. Soy testigo de la admiración y el cariño que le profesaron los presidentes de Colombia Carlos Lleras Restrepo, Julio César Turbay, Alfonso López Michelsen, Misael Pastrana Borrero y Belisario Betancourt. Esta feliz coyuntura la aprovechó para reclamar obras de aliento y de progreso para Cartagena y el impulso a la educación popular. Nacida en 1922, cruzó la compleja ruta de dos siglos, respetada y reconocida por su vasta obra social, su hazaña de educación popular a través de la “Sociedad de amor a Cartagena, y su fecunda labor en las academias de historia de su ciudad natal, de Mompox y de Bogotá. En todas ellas se caracterizó como una mujer recia, moderna, talentosa, emprendedora, estudiosa y visionaria.

Su sencillez paradigmática fue ejemplo de interacción y búsqueda del sueño de una sociedad sin clases, hermanando a todos sus paisanos en el evangelio de su devoción por la ciudad en la que vivió, luchó y amó, con pasión indeficiente el paisaje, las tradiciones y sus gentes. A la fortaleza de su alma batalladora no pudieron lastimarla ni las envidias, ni los odios inútiles, ni las tragedias ni los dolores que la vida inevitablemente arrastra.
Por todo lo anterior, habrá de ser recordada ésta ejemplar dama de hierro, por su marcha triunfal y altiva en el complejo y azaroso viaje por la existencia.

* Ex Ministro de Estado, Ex Senador de la República
Cartagena de Indias, abril 18 de 2022.

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