Opinión
El que peca y reza empata en este país del sagrado corazón
Este país del Sagrado Corazón, es especial. Tal vez por ello lo denominan así. En él, los niños se mueren de física hambre, pese a existir un Instituto Colombiano de Bienestar Familiar que tiene como base primordial defender a esos niños. Hacen feria con las empresas de servicios públicos, para luego comprobar que esos negocios solamente dan como resultado el enriquecimiento de quien los obtiene y que el ciudadano de a pie, pague más sin considerar que el servicio desmejora. Los operadores de Justicia juegan en los altos círculos con conveniencias políticas para evitar la sanción de los corruptos y aprovechar así, las ventajas de tener a su lado las gabelas del poder; los contratistas inescrupulosos se apoderan de los recursos del Estado en forma ilícita, sin que ello conmueva a los organismos de control; las escasas obras que se emprenden duran eternidades y muchas de ellas, quedan convertidas en “elefantes blancos” que ni siquiera despiertan el interés de los responsables de hacer cumplir las normas establecidas en los respectivos contratos, lo que da carta abierta a permanentes negociaciones leoninas. Los funcionarios públicos, que no hacen nada, se vuelven intocables por la famosa carrera administrativa, el transporte, la prestación de servicios de salud, hasta la venta de alimentos en los mismos centros de abasto, caen en manos de mafias ante la mirada impávida de las autoridades.
Para corroborar lo anterior, solo basta echar una mirada al Tolima, mientras se escuchaban voces de indignación porque se morían los niños de la Guajira, en las casuchas de Coyaima, Espinal y Ortega también se mueren de hambre nuestros niños indígenas y campesinos. En nuestros pueblos las empresas de servicios públicos han pasado a manos de vivaces empresarios que si entendieron que el mejor negocio es explotar el agua, y las basuras, y la energía y por ello en contubernio con alcaldes corruptos decidieron negociar esas empresas que ahora son mas ineficientes pero más costosas para el usuario, las demandas han llovido ante los entes de control sobre actos de corrupción que jamás son investigados, obras como el Triángulo del Sur, el panóptico, los escenarios deportivos, carreteras, acueductos, redes de alcantarillado, instituciones educativas, quedan inconclusas pese a la enorme cantidad de recursos que se invierten; la negligencia es absoluta en las dependencias oficiales y los empleados son intocables, nos vendieron la hidroeléctrica de Prado y la plata nadie la vio; en las puertas de los centros de atención de salud mueren los que llegan a pedir asistencia y ello a nadie le importa.
Al saltar a la palestra el negocio de los alimentos para los escolares en el Cesar, no relacionamos lo sucedido en esta región del país en donde ha ocurrido lo mismo y nos olvidamos de los famosos kits para mujeres lactantes que contenían 680 gramos de leche en polvo, una barrita de mantequilla, 250 gramos de avena, 250 gramos de cereal, 250 gramos de soya , 250 gramos de panela , 250 gramos de malteada en polvo, un pan y unas tostadas que en el mercado no alcanzaban el precio en esa época de 15 mil pesos, el gobierno los pagaba a 48 mil utilizando para ello una fundación que hizo contratos por más de 45 mil millones de pesos por esta labor inhumana.
Hoy notamos un país descuadernado, movido por intereses de cuatro o cinco familias que se han enquistado en el Congreso, en la Fiscalía, en la Procuraduría, en la Contraloría, en los institutos descentralizados y ministerios en donde es común ver parejas que se mueven como pez en agua sin importar si violan o no el régimen de inhabilidades e incompatibilidades porque desgraciadamente todos se arropan con la misma cobija, y mientras esto ocurre, todo el peso de la justicia recae sobre los de abajo que no tienen dolientes en las altas esferas del gobierno.
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