Opinión
¡El bagaje… político!
[LetraCapital Letra="E"]l proceso de paz que se vive en Colombia, que ha tenido desde el principio sus seguidores y contradictores, quizás sea aprobado en el Congreso. Lo que se firmó en la Habana no era lo que los colombianos querían, o por lo menos así quedó demostrado con el triunfo del No en el pasado plebiscito, el cual pondría fin a la guerra en nuestro país. ¿O no?
Esta pregunta hace referencia a los varios y acalorados debates de los colombianos en torno a la paz. Y no me refiero a los debates en la tele o radio, por parte de los más entendidos panelistas y líderes de opinión de una u otra orilla del debate.
Quiero referirme a las conversaciones que muchos colombianos tienen con sus vecinos, amigos y familiares en la mesa, bar, bus, taxi, calle, puerta de la casa, en torno a este importante tema para todos.
Indudablemente fue necesario que se llevara a cabo una renegociación para poder llegar a una paz estable y duradera.
No creo que sea necesario repetir todo lo que se renegocio: que los acuerdos no entran al bloque de constitucionalidad, que todos los magistrados sean colombianos, que no se cuelen narcotraficantes para evitar castigos por este delito, y así muchos más puntos de los alrededor de 500 que se pulieron en cerca de 60 temas abiertos para discusión.
Sin embargo, en este meollo del asunto, la trama más importante para aquellos colombianos que día a día discutían este proceso de paz, y el cual algunos de los opositores del anterior acuerdo lo guardaban como la punta de lanza dentro del arsenal de argumentos para descreditar todo el proceso, se mantuvo como tenía que mantenerse y prueba que en Colombia se da la razón, y no se desconoce la base de un algo o un todo.
Muchas veces en la mesa, el bar, la calle, la puerta de mi casa, pero sobre todo cuando fui invitado a discutir el proceso de paz con contradictores de partidos políticos férreamente opuestos al proceso, ventilaban ellos que no sería la firma de la paz para Colombia, ya que la Farc eran un grupo más de los tantos “bandidos” que hay en Colombia y que por lo tanto la guerra seguiría.
En forma de burla decían que las Bacrim, los narcotraficantes, secuestradores y muchos otros grupos criminales tomarían el puesto de las Farc y que todo seguiría tal como está, puesto que solamente se cambiarían el nombre o el brazalete, tomando posesión del territorio abandonado por el grupo guerrillero.
Lo que no se puede hacer es desconocer que esta tropa de guerrilleros es un actor político desde mucho antes que la idea de grupo terrorista existiera en el vocablo público, con un telón de fondo de más de 50 años de lucha armada, con principios revolucionarios de envergadura internacional e histórica, con ideologías que nacieron fuera del país pero que sirvieron de carruaje para su lucha revolucionaria. Nadie derrotó a las Farc, como nadie pone en duda que cometieron muchos y terribles actos terroristas, pero también es claro que a pesar de todo esto y más, las Farc siempre han tenido y nunca han perdido su estatus político dentro y fuera del país.
Combatir a los criminales y terroristas sin el bagaje político e histórico que tienen las Farc será mucho más fácil una vez se concluya el acuerdo con el grupo armado más grande del país. Esto hará entender a otros grupos guerrilleros con bagajes similares como el ELN, que la lucha armada no es el camino, y a los delincuentes sin este bagaje, que se necesita más que amor al dinero para hacerle daño al pueblo por tantos años y después buscar una salida pacífica; se necesita bagaje de naturaleza… político!
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