Opinión

Como matar a un ruiseñor, gay

Como matar a un ruiseñor, gay
 

Por: Luis Orlando Ávila Hernández

Ingeniero agrónomo

 

A propósito del aniversario de un crimen homofóbico.  

 

Serian entre las 3:00 y 4:00 de la madrugada del viernes 26 de febrero de 2016, cuando desde uno de los bucólicos “amanecederos” sin ley y con el rimbobante y arribista nombre, entonces, de “La Calera” en el sector de Mirolindo de Ibagué,  salía herido de muerte el joven gay de 19 años, trabajador sexual y dirigente LGTBIQ, Alexander “Dino” Hernández.

 

Las sindicadas, cuatro mujeres trabajadoras sexuales, quienes adujeron en el interrogatorio de policía judicial, la defensa propia y el presunto socorro a la mujer- transgénero,ebtre ellas la  compañera sentimental de "Dino", quien supuestamente, instantes antes, había sido agredida por este.  Víctima y victimarias, todos bajo la parafernalia y la locura extasiada del consumo de drogas y alcohol.

 

Lo que siguió después, fue valorado y evidenciado en casi 10 meses por la Fiscalía 11 Seccional de Vida y por el Juez 5° Penal de Circuito de Ibagué: "Dino" huyendo, recorrió herido un trayecto de casi 300 metros desde la “Calera” hasta las afueras de un conocido asadero y restaurante, distancia en la cual recibió un total de 14 puñaladas; incluso en el suelo y ante la triste pasividad de al menos 10 personas que testimoniaban los hechos, como muestra el video de seguridad, ninguna de las cuales impidió el homicidio. Ni le prestaron socorro al moribundo gay. Solo un valiente empleado de vigilancia, solicitó la ayuda policial, la que junto al CTI, en menos de seis horas esclarecieron los hechos y capturaron a las responsables del crimen homofóbico.

 

Guardado las diferencias y la trama, el cine cuenta historias parecidas como en “Matar a un ruiseñor”, es la formidable novela de 1960, ganadora de un Pulitzer y escrita por la norteamericana Harper Lee, llevada inmediatamente al cine (1962) con  dirección de Robert Mulligan y protagonizada por Gregory Peck y la pequeña Mary Badham, ganadores de tres Oscares.

 

La trama sobre un abogado blanco (AtticcusFinch) defendiendo, por la insistencia de su pequeña hija (Scout), a un hombre negro (Tom Robinson) acusado de un “crimen” (flirtear con una joven blanca) que no cometió y por el cual ante su condena, huyendo fue asesinado. Esta historia ha tenido más ensayos sobre derecho que sobre literatura.

 

Los crímenes por el “gusto” sexual, como peyorativamente los llamó y alentó un expresidente colombiano, aun hoy son motivo y alimento del odio de los llamados “nosotros” hacia los “otros”, o como vapuleaban en consigna de guerra los medios de comunicación, en aquellas épocas del “embrujo autoritario”: “los buenos somos más”.

 

Así como Tom, en los EEUU de los 60 y de hoy, "Dino" no era de los de “nosotros” y menos era de la mayoría “buena”, a los ojos de ciertos sectores del totalitarismo moral que imprime la xenofobia y la homofobia en las sociedades hipócritas, al reciente y afortunado buen decir del Papa Francisco.

 

Al igual que Tom, "Dino" murió huyendo.  Pero a diferencia de Tom, este no flirteo con mujeres blancas. Fue un gay que vivió en una sociedad machista que alucina con ser de ascendencia blanca sajona o judía, que avala el delito de la trata de blancas (trabajo sexual de niñas y adolescentes) como algo natural y del que presumiblemente fueron víctimas las mismas victimarias. Quizá esta sea la única razón posible que explique moralmente la sevicia de su odio y su crimen.

 

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