Opinión
Como algodón entre los vidrios
Por: Julio César Carrión Castro
Hay quienes socarronamente plantean (justificando su acomodamiento) que desconfían del poder, pero que pesar de todo se incrustan o empotran en las estructuras de mando, con el único propósito de transformarlas, para "no dejarles el poder a los de siempre", y para no asumir una supuesta "oposición eterna"... -La enorme tarea conciliadora de los tránsfugas y los renegados-
Hay quienes socarronamente plantean (justificando su acomodamiento) que desconfían del poder, pero que pesar de todo se incrustan o empotran en las estructuras de mando, con el único propósito de transformarlas, para "no dejarles el poder a los de siempre", y para no asumir una supuesta "oposición eterna"...
Hay que reiterar que este tipo de cómodas "explicaciones", constituyen una astuta estrategia de camaleones, lentejos y politiqueros, para justificar su transfuguismo ético e intelectual.
Hannah Arendt en su obra "Eichmann en Jerusalén, un estudio sobre la banalidad del mal" señala cómo toda la maquinaria de exterminio nazi, que funcionó con increíble precisión tecnológica en Alemania, “tanto en los años de fácil victoria, como en los de previsible derrota”, fue planeada y perfeccionada en todos sus detalles, mucho antes de que los horrores de la segunda guerra mundial se hicieran presentes, por los asesores jurídicos, técnicos e intelectuales, que cooperaban estrechamente con el aparato militar y con el andamiaje propagandístico y publicitario, encargado de lograr la persuasión del conjunto de una sociedad civil aletargada que terminaría apoyando irrestrictamente todas las propuestas del Nacional- Socialismo, incluso la de la “solución final”, esto es el método expedito de suprimir por la violencia y por la muerte a todos sus contradictores. A propósito, dice Hannah Arendt, que fue significativa la complicidad que tuvieron los propios Consejos de las Comunidades Judías en la organización de la persecución y finalmente en el propio holocausto.
- (Puede leer: Las mentiras convencionales)
Explica la autora que: “No cabe duda de que, sin la cooperación de las víctimas, hubiera sido poco menos que imposible que unos pocos miles de hombres, la mayoría de los cuales trabajaba en oficinas, liquidaran a muchos cientos de miles de individuos...” y agrega a manera de crítica a quienes afirman que esta pudo ser una táctica desesperada de sobrevivencia: “entregarse a los enemigos para ‘evitar algo peor’ no supone forma alguna de resistencia, sino una refinada estrategia para tranquilizar la conciencia y para no reconocer la implicación en las reglas de juego del enemigo”.
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