Opinión
Claro que sí
Toda aquella barbarie vivida nos hizo desde entonces conocer de la necesidad apremiante de la paz. Si bien es cierto la peste indetenible de la corrupción y las desigualdades económicas han seguido su marcha triunfal, una violencia tras otra fue surgiendo y los titulares de la prensa y la radio se han encargado de enumerar el boletín policiaco saturado de crímenes, falta de respeto a la vida y la mancha mortuoria de la intolerancia desplegándose por debajo de las puertas y golpeando las ventanas. Una paz estable y duradera requiere con urgencia el país y así ha sido en muchos lugares del mundo para seguir su ejemplo. Deseamos que haya menos asesinados y menos dolor en las familias, que la guerra sea de ideas y no de balas y que las próximas generaciones tengan una nación menos violenta. Tenemos como seres humanos muchas limitaciones en el tiempo y el espacio, que no vale la pena desgastarnos en lo inútil de las guerras, en liarnos a trompadas para saber quién tiene la razón y en gastar el cerebro elaborando insultos contra el otro.
Respeto el punto de vista de quienes piensan lo contrario, puesto que si deseo la paz no puedo estar haciendo guerras contra otros. No comparto sus criterios y muchos han creído que nosotros somos soñadores creyendo en embelecos como este, pero ese es el camino al que le apuesto. Para quienes como yo que hemos sido hijos legítimos de la violencia, la alternativa frente al plebiscito no podría ser otro que votar el SÍ. Me dolería que mis hijos o mis nietos tuvieran que ir al frente de batalla por encima de la dura que enfrentan con la vida. Y por ellos y por todos voto SÍ. Esto no tiene reversa y podremos brindar felices desde el alma porque con este SÍ la guerra tiene tumba.
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