Opinión

La fiebre mortecina del oro

La fiebre mortecina del oro
 

Por: Oscar Amaury Ardila Guevara

Abogado Ambientalista, Defensor de Derechos Humanos, Gestor de paz

 

La fiebre del oro ha sido un síntoma perverso llegado desde los contingentes invasores pasados, como de los sujetos modernos que siguen atrapados en los intereses vacíos de la ostentación, los lujos y la riqueza privada, que las sociedades de clases patrocinan. Este continente, desde hace más de 500 años no ha tenido respiro de los explotadores forasteros, que con sus espadas y hoy, con sus avances tecnológicos, van empeorando las condiciones de empobrecimiento de otros pueblos; naciones sometidas a los designios de unos cuantos poderosos, que sin recato ni vergüenza usufructúan los bienes naturales de quienes han mantenido sometidos. Sin duda alguna, el viejo continente se beneficio y se lucro con los botines mineros que se llevaron de las Américas siglos atrás; los países europeos se estabilizaron, la economía floreció y de paso, para rescatar activos de ese fenómeno de los encuentros humanos, se desarrolló el periodo del Renacimiento. Está claro que gran parte del mejoramiento de la situación social, económica y política de los comienzos de la modernidad, se debe a los aportes en valores de capital acuñados en lingotes de oro, que nuestro continente produjo durante milenios. Quien le debe a quien.

 

Luego de siglos de expropiación por vía directa o indirecta, los países subdesarrollados no dejan de ser los objetivos preferidos de operaciones de explotación de la tierra y sus recursos. Debido a las nefastas consecuencias de la aplicación del sistema capitalista deshumanizado, desnaturalizado y oprobioso, los países desarrollados (los que dominan el mundo) son cuerpos terrenales en plena decadencia por la falta de biodiversidad y riqueza natural; pero esa, su experiencia de panoramas sombríos y sin futuro, no es óbice para afilar sus maquinarias, corromper el territorio y preparar lucrativos negocios particulares contra una región paisajística, pero también imponderablemente vital en el equilibrio socio-ambiental y lo que eso implica en el desarrollo de las comunidades. De prosperar el retorcido propósito de implantar minas de todo tipo: a cielo abierto, subterráneas, pequeñas, grandes, o en cualquiera de sus modalidades se convertirán en la hoz mortuoria que por los años de los años desangrarían la tierra. En el Departamento del Tolima, la desgracia se pasea en todo el territorio sustrayendo recursos naturales, o como en el caso de la compañía Anglogold Ashanti, esperando agazapada para realizar operaciones en el proyecto la Colosa (nombre original de una fuente hídrica). Su propósito se centra en el interés de hacer efectivo el apropiamiento de los 12 millones de onzas de oro, que les convertiría en una de las empresas privadas más ricas del planeta.

 

Son muchas son las razones para que organizaciones sociales, ciudadanos, algunos entes públicos, campesinos, estudiantes y dirigentes populares, se estén manifestando contra este atentado criminal a la naturaleza. Y la sensibilidad asomada entre la osadía, la timidez y el temor, se ampara en que nada justifica la ejecución de proyectos financieros que no le garantiza resultados permanentes de desarrollo y prosperidad a la comunidad y de paso a la humanidad. Una pregunta altruista ante la cuestión del debate de los oros de todas las tonalidades, es, porqué los que pueden invertir en capital y tecnologías, no le apuestan a procesos de aprovechamiento de la tierra produciendo agricultura sana y de protección al ambiente. Seguramente que los dueños de las transnacionales y sus agentes funcionales dentro del sistema (poder, gobierno, pulpos económicos, medios de comunicación, empresarios capitalistas, entre otros) no les interesa realmente el futuro de la nación y sus gentes; solo la ganancia privada motiva el interés de la inversión económica y la explotación de los recursos y las sociedades.

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Para que se hagan efectivos los resultados esperados en la obtención de ganancias en las proliferadas minas, deberían suceder una cadena de hechos que corresponden a la actividad industrial de esa envergadura: se comienza en la etapa de exploración con el rompimiento de franjas de terreno, sustrayendo significativas áreas de reserva forestal, lo que produce consecuentemente la inestabilidad del ecosistema. Ese solo momento es el inicio del proceso en el que se expondrían a un máximo riesgo de contaminación a quebradas, bosques, cultivos agrícolas, riveras, ríos y hasta llegar a los cuerpos marinos. En el proyecto de oro la colosa en el Municipio de Cajamarca, se afectaría el ambiente contaminando las quebradas La Colosa, La Arenosa, La Plancha, Cajones y los Ríos Bermellón y Coello, debido a la infiltración superficial que se produzca en los procesos químicos de operación y extracción del metal; la intervención de los buscadores de oro y sus gigantes caballos de hierro en la venerable montaña, destruirían grandes extensiones de bosques estimados en 500 hectáreas, lo que causaría la extinción de invaluables especies nativas forestales, fauna y flora. La ambición por la riqueza privada, ocasionaría la extracción de 50.000 toneladas diarias de roca para ser dinamitada, acumulándose con ello gases tóxicos en la atmósfera, para luego producirse lluvia acida por la liberación de sustancias nitrogenadas. La sed de ganancias fáciles para el lucro de la transnacional, ordenaría la utilización de 2.000.000 (dos millones) de litros de agua por hora para desmembrar la tierra y lavar el oro.  En los afanes de los dueños del mercado por la comercialización rápida y ventajosa del metal, se aplicaría cianuro al proceso, como el químico base para la depuración de ese metal; que encontrado en los vertimientos y residuos que alcancen las corrientes de agua, amenazaría la vida de los seres vivos (humanos, animales y plantas) encontrados a su paso. La comodidad y disfrute de unos cuantos ricos, expondría a la región a asumir los riesgos sísmicos que se desencadenen por la actividad del volcán machin; en ese caso, el mas catastrófico, dejaría a la población expuesta al rompimiento de las piscinas de cianuración, regando las soluciones contaminadas en el entorno, hacia una mortandad segura.

 

Otras experiencias de las comunidades nos dicen que es posible un mundo mejor para todos. Una tierra en donde se trate de respetar los recursos naturales y el ambiente al máximo de las posibilidades. Los pequeños mineros en varias de las regiones del país, pero también en otras naciones, tienen como actividad económica principal la explotación del oro a pequeña escala; es la minería tradicional de los pueblos que tal vez, hace parte de la herencia ancestral de nuestros antepasados indígenas. Una actividad productiva básica y una fuente de ingresos mínima, que les permite a los pequeños mineros, la obtención de algunos recursos para su subsistencia y su bienestar social, pero que en pos de encontrar los balances ecológicos vitales, se hace necesario brindarles posibilidades distintas de subsistencia y mejoramiento de sus condiciones de vida. Por su parte el pueblo ´uwa, que reposa tranquilo de conciencia en los jardines de la nieve, los cristales de las aguas y la pureza de la tierra, fue capaz de arriesgar sus vidas para alejar los malos designios de las transnacionales. Su ejemplarizante valor arrojó sin ambigüedades los ofrecimientos vacuos del oro negro, para permanecer lejos de las situaciones contaminantes de la sociedad capitalista y sus antivalores.

 

Lo que no representa vida y prosperidad humana se enmarca en consecuencia en las arenas movedizas de la destrucción y de la muerte. El establecimiento de minas explotadoras, conllevaría graves afectaciones para la población: además del perjuicio básico al ambiente y la destrucción de la naturaleza, aparecerían nuevos fenómenos impactando la situación socio-económica de los habitantes de la región, los campesinos y productores agrícolas en su mayoría; la salud publica estaría expuesta a las contingencias de una actividad industrial que posee una capacidad de daño y deterioro trascendente en los seres humanos y sus comunidades, según demostraciones irrefutables por parte de la ciencia y los investigadores; el tema de lo económico pasa por considerar las desproporcionadas ganancias de las transnacionales, frente a los pocos ingresos que pudieren acceder algunos de los habitantes de la región como obreros o empleados a destajo. Los proyectos mineros representan la concentración de la riqueza en firmas empresariales que con el tiempo abandonaran las regiones dejándolas agotadas, destrozadas y muertas como los cementerios. En el forcejeo por lograr sus objetivos, sus estrategias se encaminan a ganarse el favor público, patrocinando equipos de fútbol, financiando reinados de belleza, adjudicando incentivos económicos a organizaciones privadas y públicas, entre otros; en últimas, ofreciendo dineros como retribución a la entrega de principios y al olvido de causas nobles. Las que debemos defender por quienes asumimos una verdadera conciencia social, dando pasos cualitativos en el impulso de un movimiento social que genere óptimas condiciones organizativas, hacia la concreción de eficaces derroteros y exitosas acciones para defender la vida, la naturaleza y la dignidad de los pueblos. Las futuras generaciones no verán el brillo de los oros, la belleza de la naturaleza, ni la felicidad de sus vidas.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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