Columnistas
La palabra como convocatoria
Por: Edgardo Ramírez Polanía
Un destacado escritor dijo, que las convocatorias literarias no deben ser un simple encuentro académico o protocolario, sino un espacio de conciencia y de diálogo, que permita recordarle a la sociedad sus deberes de justicia y verdad, en foros vivos de ideas y ejercicios críticos que unan el pasado con el presente, y analizar las visiones encontradas del tiempo actual, de la dignidad frente a la pobreza, la equidad en medio de la desigualdad y la defensa de la vida en un planeta amenazado, que requiere del diálogo y el análisis político y social.
Ese será el motivo del encuentro el próximo 6 de noviembre, en que el Tolima volverá a ser territorio de reunión de 70 escritores, poetas y ensayistas que se reunirán bajo el signo de la palabra escrita que es difícil en la novela, el cuento o el ensayo, por las exigencias de cada género, donde son imprescindibles una vocación, un estilo, una sensibilidad y una cultura.
La convocatoria la hacen dos nombres que, desde hace décadas, han sabido tejer puentes entre la memoria regional y la literatura universal a través de la Editorial Pijao, que conformaron hace varios años Carlos Orlando y Jorge Eliécer Pardo y lleva más de 800 títulos publicados.
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Carlos Orlando Pardo, siempre me ha parecido que, en las interpretaciones de su personalidad de narrador de su tierra adolorida, ha construido desde el cuento y la novela, un espejo donde el Tolima se contempla y se reconoce. Su prosa, al mismo tiempo luminosa y desgarrada, ha dado voz a campesinos, desplazados, víctimas y soñadores que, en su pequeñez aparente, encarnan la grandeza de la condición humana. Su literatura es un mapa de heridas y esperanzas que dialoga con Faulkner y García Márquez, pero que nunca se desprende del olor a tierra húmeda ni del rumor de los cafetales.
El estilo de Carlos Orlando es inconfundible y personalísimo. Mucho tiempo se ha dicho, que la peculiaridad en el estilo, el logro y el dominio de determinadas condiciones para la expresión de la narrativa, es síntoma inobjetable y constante de vigor intelectual y prenda de autenticidad de una vocación de escritor. Y en verdad así lo es, pero de manera excepcional, no como fórmula aplicable a la generosidad de los casos, pues no basta que un estilo sea peculiar o distinguible de otros, para que esa sola circunstancia sitúe a su dueño entre los mejores. El estilo de Carlos Orlando Pardo, goza de ser, diríase universal. Esa universalidad del estilo en su narrativa de la novela y el cuento, no se entrega a la clave de su arquitectura y su gracia se difunde por todos los contornos de sabia y sencilla manera.
De esta suerte la obra de Carlos Orlando Pardo, es tanto más admirable porque moviliza un estilo típico, en el cual, hasta su disposición externa resulta fiel a su misma norma de ofrecer cada día una sorpresa mejor que la anterior para sorprender y admirar.
Jorge Eliécer, por su parte, ha llevado la novela colombiana a otras resonancias, hilando sagas familiares y escenarios históricos que revelan el drama del país con un pulso narrativo de calidad. Su escritura, atenta al detalle y generosa en metáforas, se inserta en la tradición de los novelistas latinoamericanos, pero conserva el ambiente de la infancia compartida en Ibagué y la cultura de su región El Líbano. Pero, ante todo, sus cuentos contienen la magia de ser sobrios con crítica social y hasta de 7 renglones como en “El Espejo“.
Los hermanos Pardo no solo han edificado una obra sólida, sino han creado comunidad literaria con Pijao Editores en el Tolima. Sus encuentros, talleres y festivales más que actos académicos, son celebraciones de la palabra como vínculo social, espacios donde confluyen generaciones de escritores jóvenes y consagrados, lectores fervorosos y amantes de la cultura. Su capacidad de convocatoria es, en sí misma, un testimonio de liderazgo intelectual y de confianza en la literatura como fuerza transformadora.
El 6 de noviembre, cuando las voces de autores de distintas geografías se eleven en la reunión de escritores, será también la confirmación de la certeza que la palabra escrita sigue siendo en el Tolima un acto de resistencia, de memoria y de futuro. Y que en los hermanos Pardo esa palabra encuentra seguidores y sembradores, capaces de convocar a muchos para que la literatura siga siendo, como quería Borges, “una forma de la felicidad”.
Es conveniente la asistencia de instituciones culturales, colegios y universidades a este acto del pensamiento y las letras para que sirvan de semillero a los jóvenes del Departamento del Tolima y de ejemplo y orientación hacia la palabra escrita, que sigue siendo patrimonio común, para el conocimiento y el pensamiento crítico hacia un país mejor.
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