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El de Yepes, un regreso que más que celebrarlo debería producir ignominia
Por Henry Rengifo Hernández
Jaime Armando Yepes Martínez permaneció durante cuatro períodos consecutivos (2006-2022, 16 años) como Representante a la Cámara. Sin embargo, su larga permanencia en el Congreso se caracterizó, según la opinión pública y el análisis de su gestión, por una notoria opacidad y una ausencia de resultados significativos.
La función de un congresista es ser la voz activa y representativa de su departamento, liderando debates, impulsando leyes de impacto regional y fiscalizando el poder ejecutivo. En el caso del exrepresentante Yepes, no se recuerdan proyectos de ley trascendentales, debates que hayan puesto en el foco las problemáticas del Tolima, ni una figuración que lo distinguiera del resto colegas. En esencia, su gestión fue mediocre; una curul ocupada, pero sin trascendencia.
El único resultado palpable y de naturaleza personal de sus 16 años de servicio es su pensión como congresista, un beneficio asegurado a perpetuidad que se obtiene gracias, precisamente, a esa larga permanencia en el cargo, independientemente del impacto real de su labor.
Quizás el momento de mayor "figuración" pública del exrepresentante Yepes no estuvo ligado a su labor legislativa, sino a un escándalo de tipo ético y académico. Las dudas sobre la autenticidad de su título de abogado, luego de que la Universidad Libre certificara que no aparecía en el listado de graduados, lo puso brevemente bajo el reflector mediático, aunque no por las razones que un servidor público desearía. Este episodio dejó una sombra sobre la rigurosidad y el profesionalismo que se espera de un líder político.
El hecho de que el Partido Liberal del Tolima reciba con bombos y platillos el regreso de un político con este historial —una gestión gris, una pensión asegurada y un pasado de cuestionamientos— es un reflejo de su desorientación ideológica y su debilidad estructural. En lugar de fomentar la renovación, impulsar nuevos liderazgos con ideas frescas y una hoja de vida impecable, o abrirle espacio a profesionales que representen una verdadera alternativa de cambio, el partido recurre a las figuras del pasado, a los "pensionados" de la política.
Aquí lo que se evidencia a leguas es que en el Partido Liberal pareciera primar la necesidad de asegurar un caudal electoral en las elecciones de marzo de 2026 y así salvar la curul, para ello qué mejor que acudir a un nombre que seguramente por la clientela que aún ostenta, tiene unos votos ‘importantes’.
Una pregunta obligada que debe hacerse el electorado del Tolima: ¿Qué puede esperar la región de un regreso que solo augura la repetición del pasado?. En el caso del exrepresentante Yepes será que en esta ocasión sí va a tener la urgencia de luchar con denuedo por las causas del departamento.
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Ciertamente, el Partido Liberal en el Tolima debe afrontar que el reciclaje de figuras con trayectorias opacas no es la vía para recuperar la confianza. El regreso de Jaime Yepes es, tristemente, la confirmación de que la colectividad está priorizando la cuota de poder sobre la calidad de la representación y la renovación.
Sin embargo, el exrepresentante no es el gran culpable de su propio retorno. Él solo ejerce el derecho a postularse, aprovechando las amplias grietas que el sistema le ofrece. La verdadera tragedia reside en que este episodio desnuda la ignorancia y la desidia de un pueblo que se resiste a admitir que es el gran culpable y que producto de esa culpabilidad, el departamento es el que paga los platos rotos.
El regreso de figuras ya probadas y cuestionadas solo es posible gracias a una ciudadanía que elige sin conciencia crítica. El problema es la memoria corta del electorado, la facilidad con la que se aceptan promesas vacías, o se cede ante el clientelismo. La gente, al final, elige repetir la historia, dando por sentada la mediocridad y castigando, con su elección pasiva, la posibilidad de la renovación. Si el político regresa, es porque la sociedad, con su voto, le abre la puerta.
A esta culpabilidad se suma la de unos medios de comunicación que se vuelven áulicos (serviles) por intereses personales, olvidándose del compromiso ineludible que tienen con la ética y con la región.
En lugar de ser el contrapoder que fiscaliza y recuerda a la opinión pública los cuestionamientos éticos y la baja gestión de sus dirigentes, algunos medios optan por el silencio, la adulación o la magnificación artificial de cualquier acto menor. Su incapacidad de cuestionamiento y su rol de áulicos le pavimentan el camino a la mediocridad política, creando un ambiente donde el pasado opaco se borra y la veeduría ciudadana se neutraliza.
Si el partido no es capaz de ofrecer algo más que el "regreso silencioso" de sus viejas glorias, corre el riesgo de seguir hundiéndose en la crisis y la irrelevancia. Ahora solo falta que al seno del liberalismo del Tolima regresen otros personajes que pululan por ahí con una tristeza escondida debido a la pérdida del poder que en otrora ostentaron, gracias en buena parte a la ignorancia de un pueblo que se resiste a admitir que es el gran culpable y a unos medios de comunicación serviles que se han olvidado de la ética y la región.
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