Periodismo de análisis y opinión de Ibagué y el Tolima

Actualidad

El poder y el periodismo, así paga el diablo a quien bien lo sirve

El poder y el periodismo, así paga el diablo a quien bien lo sirve

Por Ricardo Oviedo Arévalo

*Sociólogo, historiador, docente


El investigador inglés, Malcon Deas (1941-2023), dedicó sus últimos años de su vida a comprender la relación entre periodismo y poder en Colombia y cómo el uso de la gramática sirvió como un instrumento de dominación en un país donde la instrumentalización de la palabra escrita se convirtió en un arma arrojadiza para sus lectores y copartidarios políticos.

Si observamos el origen de la prensa escrita está ligada desde el siglo XIX, al surgimiento de las grandes casas partidistas que luchaban por mantenerse en el poder, El Colombiano y El Espectador de Medellín, El Tiempo, de Bogotá, Vanguardia Liberal, de Bucaramanga, El País de Cali y El Heraldo en Barranquilla, eran bafles de los dos partidos tradicionales y sus caudillos, y desde sus salas de redacción diseñaban sus campañas y manipulaban la opinión de sus electores.

Otra característica de estas casas periodísticas eran que todas habían surgido del esfuerzo individual o familiar de avezados periodistas y/o políticos, que buscaban ante todo, luchar contra la censura oficial o también respaldar a los gobiernos de turno, en este caso estos medios escritos hacían parte del patrimonio familiar y hasta cierto punto eran independientes de los grandes grupos económicos, era común que la prensa se relacionara con los ideales de sus propietarios, Galvis, Lloredas, Pumarejos y Santos, antes que con los dueños de los bancos.

A finales del siglo XX, con el auge del neoliberalismo y el temor surgido por el escándalo de Watergate en la presidencia del  presidente Nixon, estos medios fueron absorbidos por los grandes grupos financieros que necesitaban manejar y crear una opinión publica acorde con sus intereses corporativos, uno a uno de los grandes periódicos del mundo cayeron como castillos de naipe en manos de los dueños de las bolsas de valores, en el caso de la España posfranquista, surgió el grupo Prisa, también propietarios de la Cadena SER (radio), Cinco Días (prensa económica), Grupo Santillana (libros), As (prensa deportiva), y cuyo accionista mayoritario es el fondo de inversiones Amber Capital.

América Latina no fue ajena de estos grandes cambios en los medios de comunicación y este poderoso grupo Prisa se convierte en propietarios de más de mil quinientas estaciones de radio en países como: Bolivia, Chile, Colombia, Costa Rica, Panamá y México, en el caso colombiano, es propietario de las cadenas radiales nacionales más importantes, como: Caracol y W Radio, además de las cadenas musicales Tropicana, Radioactiva, Bésame Radio, Los 40, la W f.m. y Radio Santa Fe, también participa como el principal proveedor de contenido del Canal 1, hoy en disputa jurídica.

Lo que se puede observar es que la opinión pública del país, está en manos de actores extranjeros y de sus intereses y al vaivén de las decisiones de sus poderosos y anónimos dueños.

Es así, como la noticia de la semana, es la sorpresiva reestructuración de las cadenas, Caracol y la W, (ambas hacen parte del grupo PRISA), titulada por el portal, La silla Vacía, como una tarde de despidos, ambas cadenas son potentes en la franja de noticieros tanto radiales como televisivos y responsables de construir matrices de opinión conservadoras, defensoras del libre mercado y de sus fatídicas consecuencias.

Desde sus micrófonos diariamente salen palabras de aliento para los gobiernos anti reformas, de Bukele en El Salvador, Milei, en Argentina y de la ultraderecha chilena, y a nivel nacional apoyando permanentemente a los detractores de las reformas: agraria, pensional y laboral, iniciativas que entre otros objetivos buscan proteger  la estabilidad económica y dignidad laboral de los colombianos más pobres.

En esta ocasión, en pleno diciembre, los recortes tocaron a la puerta de los intocables medios de comunicación, hasta el momento van más de cuarenta comunicadores despedidos, incluyendo los recientes ganadores del premio nacional de periodismo, muchos de ellos,  deberán reinventarse laboralmente migrando hacia su mayor competidor el Internet y sus redes sociales, engrosando de esta manera, la fila de los criticados influencer, otros de los culpables de la crisis económica y de credibilidad de estos  medios de comunicación tradicionales que han perdido el monopolio de la información y la fidelidad de su audiencia, ante todo, por desconectarse de las necesidades de sus usuarios, construyendo un discurso de odio y de desinformación, convirtiéndose en la práctica, en relacionistas públicos de estas corporaciones. Esta crisis nos hace recordar el dicho, que así paga el diablo a quien bien lo sirve.

Siguenos en WhatsApp

Artículos Relacionados