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Las mujeres del tinto de Ibagué
Nidia Londoño, es una ibaguereña de 54 años, que desde hace 20, madruga a abrir su puesto de tintos con el que sostiene a su familia. Ella, forma parte de ese ejército de mujeres que desde sus diferentes roles han logrado destacarse ejerciendo como mamá, esposa, trabajadora y abuela.
Nidia, pertenece a ese grupo de heroínas anónimas que desde el rebusque o trabajos, aparentemente humildes, como el de vender tintos, cigarrillos y aromáticas, ven la oportunidad de iniciar su propio negocio y sostener a su familia, “para que nunca les falte nada”, según afirma.
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Comienza su jornada de trabajo a las 4 de la mañana, cuando se despierta para preparar todo lo que va ofrecer en el puesto que tiene en el barrio Santa Ana, donde diariamente la esperan conductores de buses y taxis, los fieles clientes que inician el día con un sabroso y aromático café, más la tierna y contagiosa sonrisa que trasmite ánimo y energía de nuestra vendedoras de tintos.
Mientras atiende a los madrugadores clientes, cuenta la historia de cómo ha sido su vida, desde que se graduó de bachiller del colegio Liceo Nacional de Ibagué a sus 17 años. Recuerda con nostalgia su primer trabajo de venta de helados en la Plaza de Bolívar de la capital tolimense, donde conoció a su esposo, con el que inicio una dolorosa travesía.
El sueño rosa que esperaba Nidia que fuera su matrimonio, se fue tornando oscuro y tormentoso, cuando con los años las tiernas palabras y los dulces besos se convirtieron en golpes y agresiones de toda índole por parte de su compañero sentimental, con quien tuvo tres hijos, que para ella se convirtieron en: “Un milagro de Dios”. Y lo llama así, debido a un problema llamado Matriz Infantil que afecta a pocas mujeres, que consiste en la baja probabilidad de embarazo. Sin embargo, el sueño de ser mamá se hizo realidad y su vida tomo otro rumbo situando como prioridad la crianza y cuidado de sus hijos. La razón de su existencia.
De su matrimonio solo quedan malos recuerdos, luego de que su esposo la abandonara para formar otro hogar. Esto no la derrumbó; por el contrario, esta mujer con templanza y pujanza demostró firmeza y tenacidad, iniciando su propio negocio, que aunque humilde y difícil, ha sido suficiente para sobrevivir junto a sus hijos; para ella la venta de tintos no ha sido fácil pues diariamente vende entre 30 y 50 mil pesos, incluyendo el dinero que invierte para el mantenimiento de su negocio.
Las primeras canas muestran la experiencia de vida y sus ojos color miel, historias y anécdotas inimaginables. Ella también es confidente y consejera de algunos clientes como Carlos (nombre supuesto), a quien le contó el sufrimiento que vivió por cuenta de su ex pareja, a quien conoció con cuatro hijos y ayudo a criarlos sin pretensión alguna: y que aquellas cosas del destino, recibió desprecios y rechazos después de darlo todo por ellos, lo que lo llevó a suicidarse. “Y así como esta, conozco muchas más historias”, dice, mientras se pone de pie para seguir despachando a sus compradores que van llegando hasta terminada su jornada.
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Como si fuera un consultorio sentimental, el puesto de tinto de Nidia, también se convierte en un centro de innumerables las historias de vida. Cada cliente tiene la suya y ella las toma como ejemplo y punto de fortaleza, entendiendo que no es la única que las ha padecido y que si bien ha sido difícil, debe seguir adelante, soñando con los pies en la tierra, con inteligencia, valentía y dispuesta a superar cualquier obstáculo.
Por esta razón, parte del orgullo de esta región, son las personas como Nidia, que día a día se levantan a luchar por sus hijos, por sus familias, como incansables guerreras para quienes las derrotas no existen.
Texto y foto: Maicol Galindo Vargas
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