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El legado de Manuel Guillermo Lagos
Por: Óscar Viña Pardo
Desde su nacimiento en el barrio Pueblo Nuevo de Ibagué, Lagos encarnó los valores de una región que lo vio crecer entre las manos laboriosas de su padre artesano y el temple de su madre campesina. Su talento lo llevó a la Universidad Nacional, donde se formó como arquitecto, pero su verdadero legado empezó a escribirse al regresar a su tierra natal para aplicar sus conocimientos al servicio de la comunidad.
Un arquitecto con visión humanista
Lagos no sólo diseñó edificios; diseñó soluciones. Creyó firmemente que la arquitectura debía responder a las necesidades humanas más esenciales, un principio que se refleja en cada una de sus obras. Fue el artífice de hospitales que no solo fueron estructuras, sino refugios de esperanza, como el Hospital Federico Lleras Acosta en Ibagué, el Hospital Alfonso Jaramillo Salazar en el Líbano y el Nuevo Hospital La Candelaria en Purificación.
Su filosofía de trabajo, basada en la administración delegada, no solo optimizó recursos, sino que demostró que la honestidad y la eficiencia pueden coexistir en un sector muchas veces cuestionado. Lagos creía que la arquitectura debía ser accesible, funcional y, sobre todo, un reflejo de los valores de quienes la habitaban.
Un legado que inspira
La fundación de la Sociedad Constructora Los Lagos en 1976 marcó el inicio de un nuevo capítulo, no solo para él, sino para la región. Desde ese entonces, la empresa no solo construyó viviendas y edificios, sino también historias de vida y comunidades. Su hijo, Manuel Augusto Lagos Mendoza, continúa con este legado, perpetuando una visión que prioriza la calidad y el impacto social.
Entre sus aportes más destacados se encuentran emblemáticas obras como el Hotel Ambalá, la Plazoleta Darío Echandía, y la urbanización de barrios que hoy son parte del corazón de Ibagué. Cada proyecto de Lagos lleva consigo un pedazo de su esencia: un hombre que veía en cada ladrillo una oportunidad para mejorar la vida de los demás.
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Un maestro de vida
Más allá de los planos y el concreto, Manuel Guillermo Lagos fue un maestro de principios. Su vida estuvo marcada por la resiliencia, el respeto y el amor a su familia. Con casi 100 años de edad y 69 años de matrimonio, su historia es un testimonio de la importancia de la unión, el trabajo arduo y la honestidad como pilares de cualquier proyecto, ya sea arquitectónico o personal.
El 15 de enero, Ibagué despidió a un hombre cuya obra trasciende los límites físicos y se adentra en el alma de una región que siempre lo recordará como un visionario, un humanista y un símbolo de lo que significa construir con propósito.
Buen viento y buena mar, maestro Lagos Viña. A Loreney y familia, nuestras condolencias.
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