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Un canto a la vida
Por Juan Bautista Pasten G.
El pensador español José Ortega y Gasset, señaló un juicio simple y evidente, pero no por ello menos potente; en efecto, expresaba: “para percibir la realidad basta con abrir los ojos”. Sin duda, tiene bastante razón, sin embargo, también es cierto que toda realidad es el producto de una causa o causas que la provocan.
Pues bien, en nuestro presente observamos una realidad penosa, casi patética, pues la agresividad, el descontrol y el pesimismo parecen ser pan de cada día. Es una realidad, es nuestra realidad, no obstante, es la consecuencia abigarrada de sistemas, modelos y doctrinas humanas que han privilegiado el materialismo desenfrenado y salvaje – cosas, bienes físicos, competencia, individualismo y afán por el dinero – por sobre el encuentro, la solidaridad y la equidad, han generado profundas dicotomías sociales y económicas, las cuales se manifiestan en el conjunto de las sociedades y afectan dramáticamente la convivencia entre los seres humanos.
Ciertamente, la ausencia de valores auténticos en las relaciones sociales ha dado frutos malignos, ya que las situaciones malévolas, injustas y represivas dominan por doquier: corrupción y delincuencia en todos los estratos sociales, desigualdades provocadoras, leyes injustas, pobreza material y espiritual, manipulación de la información y explotación vergonzosa de miles de trabajadores, por mencionar solo algunas.
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Sin duda, es una realidad que golpea y azota a amplios sectores de la ciudadanía. No es posible cerrar los ojos ante tan misérrima forma de vida. No vivimos, en la actualidad, una existencia buena, afectuosa ni amigable. La exaltación economicista de la vida ha convertido la humanidad y, por tanto, al planeta, en un campo de batalla por la subsistencia y la necesidad de vivir en condiciones vitales mínimas. ¡Los seres humanos no merecen vivir más tiempo de manera tan paupérrima!
Ahora bien, no podemos quedarnos impávidos ante esta desoladora realidad, no es posible resignarse ni permanecer paralizados ante la multiplicidad de hechos que, día a día, destruyen la vida terrenal. Aún es tiempo de hacer algo para evitarlo, enfrentarlo y vencerlo.
La interrogante surge de manera inmediata y resulta casi dramática: ¿Qué hacer?, ¿cómo encarar la aplastante realidad presente?
Por lo pronto, es menester denotar que los humanos somos seres imperfectos, que realizamos cosas positivas y negativas, que tenemos aciertos y errores, todo lo cual se proyecta y concreta en la realidad, en la que existimos y somos parte. Ciertamente, una breve mirada a la historia basta para comprobar lo indicado. Al respecto, Hegel, el eximio pensador moderno, acota: “la historia humana es el tesoro y arsenal de los errores”.
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Efectivamente, tenemos y generamos acciones y elementos que nos permiten avanzar y crecer, pero también en muchas oportunidades, terminamos destruyéndonos a nosotros mismos y a nuestro entorno natural. En consecuencia, siempre es posible enriquecer nuestros pensamientos, actividades y objetivos. No somos seres perfectos, pero sí, mediante el adecuado uso de nuestras potencialidades, podemos imaginar y construir un mundo mejor para todos.
A nuestro juicio, es tiempo de acoger y concretar muchos de los bellos ideales que florecieron en el pasado. Pienso, sobre todo, en aquellos que exaltan la Justicia, la Solidaridad, la Libertad, la Inteligencia, la Armonía y la Sabiduría. Todos ellos deben ser el cimiento esencial sobre el cual levantar y perfeccionar a la humanidad en su totalidad. Por cierto, la Liberación auténtica es aquella en que los seres humanos descubran que la Vida transcurre desde adentro hacia afuera, de lo interior a lo exterior. La verdadera Liberación comienza en lo más profundo del alma humana.
Es momento de ingresar en la puerta abierta dejada por los sabios del pasado, para que, con creatividad, energía y disposición, avancemos hacia la elaboración y consolidación de personas y comunidades donde los Valores no sean una mera utopía ni una inalcanzable entelequia, sino la anhelada y efectiva realidad.
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Es urgente e imprescindible que el doloroso grito de auxilio del presente sea transformado, con la participación protagónica de todos, en un canto a la vida, en la posibilidad cierta del mundo pletórico de bienestar, hermandad y paz.
“La vida es un poema y a todos corresponde agregar una nueva estrofa. ¿Cuál será la nueva estrofa que agregarás? Walt Whitman, poeta estadounidense, siglos XIX-XX.
*Docencia e investigación en filosofía
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