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Miguel Gordillo, siempre en la lucha, siempre imprescindible
Por: Humberto Leyton
En las madrugadas, aun cuando la noche no había terminado, nos encontrábamos en cualquier calle, en cualquier sitio, frente a cualquier pared donde dejábamos plasmadas las consignas políticas del momento. Eran tiempos de dictaduras civiles algo parecidas o iguales a la actual. La protesta social era criminalizada y la oposición, desde la clandestinidad, hacía sentir su voz.
En aquellos tiempos, sin el maravilloso invento de la Internet ni de las redes sociales, los movimientos revolucionarios tenían que acudir a los carteles o afiches o al mimeógrafo a través del esténcil para fijar sus posiciones políticas o a invitar a votar, por candidatos prestados o aliados, ya que los comunistas y el MOEC –Movimiento Obrero Estudiantil Campesino- más adelante MOIR, no podían participar en las elecciones por estar fuera de la ley, y los medios de comunicación tradicionales estaban, como ahora, al servicio del régimen de turno. En estas condiciones, las paredes y los muros se convertían en emisores de los mansajes; gritaban lo que la gran prensa callaba.
En esta tarea, quienes participaban en estas brigadas de propaganda, eran conscientes del riesgo que corrían en caso de ser descubiertos por la policía: mínimo un carcelazo, cuando no un proceso por rebelión, y en el peor de los casos la desaparición.
En estas condiciones conocimos a Miguel Gordillo, un luchador por las causas políticas y sociales, hoy próximo a cumplir 80 años, quien desde los 18, no ha te nido descanso y ha librado todas las batallas, como un revolucionario consecuente, que incluso abandonó sus negocios de comercio particular, por invertirle el tiempo y el dinero en la causa que desde siempre ha defendido, hoy luce intacto en su pensamiento, pese a las heridas recibidas en el trasegar político.
Miguel Gordillo
Este es el hombre que comenzó a transitar el calvario de los que piensan distinto en un país dominado por más de 200 años, por clases plutocráticas, élites corruptas y clanes familiares mafiosos. El mismo que en 1960, junto a Ramón Rodríguez, el alcalde que murió con su pueblo en la tragedia de Armero, y otros compañeros, fundaron el MOEC en el Tolima, un movimiento clandestino que inicialmente tuvo expresión guerrillera en algunos departamentos al mando de Tulio Bayer, pero que más adelante mutó en lo que hoy es el Movimiento Obrero Independiente Revolucionario (MOIR) con Francisco Mosquera, primero, y luego con Jorge Enrique Robledo, hoy candidato presidencial.
La fundación del MOEC como del ELN, surgen al calor del triunfo de la revolución cubana el 1º de enero de 1959, de la revolución china de Mao Zadong, y en el desarrollo de la llamada “Guerra Fría”, entre el sistema socialista de entonces y el mundo capitalista encabezado por los Estado Unidos.
En este marco, se forma Miguel Gordillo, sin duda, uno de los dirigentes históricos de la izquierda del Tolima, protagonista y testigo de diferentes huelgas, paros y movimientos sociales y políticos, entre ellos: el Paro Nacional Patriótico (1968) por el robo de las elecciones al general Gustavo Rojas Pinilla; luchas estudiantiles de los 70; el paro cívico de 1977, pidiendo la renuncia de presidente Alfonso López Michelsen; los paros estudiantiles desde 1971 hasta el 2011; los paros y movimientos de protesta de la década 80-90; la construcción de la CUT; la lucha contra el TLC; y hasta nuestros días contando el estallido social de Colombia de 2019 y 2021.
Pero, además de luchador revolucionario, Gordillo tiene el don de ser un buen contador de historias orales citadinas. Relata hechos, cita nombres y familias que han sido actores de acontecimientos desde la Ibagué de techos de paja, hasta la actual urbe desordenada, congestionada, llena de huecos, con mal servicio de agua y campeona permanente del desempleo, entre otros males.
Egresado de bachillerato del colegio San Simón, quizá el amor por sus ideales le frustraron las dos carreras que intentó estudiar: Agronomía y Economía. Eligió las calles y las barricadas del inconformismo como un sacerdocio de por vida, para estar cerca a las penas de su pueblo, que exhibir un título de profesional en una confortable oficina.
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Miguel Gordillo, Clara López y Orlando Zambrano
Miguel Gordillo, encierra además, esa faceta de dirigente tolerante, respetuoso de las ideas de sus adversarios, que aunque defiende con ardentía y valor sus credos, nunca violenta el pensamiento de los demás. Es un demócrata.
Ideológicamente, siempre hemos estado en lados opuestos y votamos, la mayoría de las veces, por candidatos distintos, pero nunca nuestra amistad personal ha estado en riesgo. Por eso, desde que nos conocimos hace más de 50 años, en aquellas épocas de duros enfrentamientos, incluso entre los mismos grupos de izquierda por el sectarismo y el dogmatismo; hemos sostenido profundas discusiones por las posiciones políticas que fijamos, pero siempre en términos cordiales y fraternales, vamos por los mismos objetivos pero por caminos diferentes, proscribiendo la agresión y el maltrato de nuestro lenguaje y trato.
De nuestras largas conversaciones, algo que nos ha preocupado, y en lo que tampoco nos hemos puesto de acuerdo, es en la fórmula del engrudo, aquel ingrediente que le echábamos al almidón para que los afiches y carteles se fundieran en las frías paredes, donde a las carreras y, a las escondidas, fijábamos las propuestas y las figuras de nuestros candidatos.
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Miguel Gordillo, un hombre siempre entregado a su familia
Son recuerdos de nuestra adolescencia y juventud, imborrables por razón y fuerza de las ideas, y por la fraternidad que nos ha unido desde entonces, preservando nuestras distancias ideológicas y políticas, pero teniendo por encima el valor y el respeto por la amistad, la que bajo cualquier circunstancia se mantiene incólume.
Hoy, Miguel Gordillo, desde sus cuarteles de invierno, mantiene intactos sus principios, y acompañado de su esposa Mireyi Guzmán, como su bastón infaltable, enfrenta la vida pensando y luchando por los programas estructurales de cambios sociales, políticos, económicos y culturales que necesita nuestro país.
Invocando la sentencia del dramaturgo alemán Bertolt Brecht, diremos que: “Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años y son muy buenos. Pero hay los que luchan toda la vida: esos son los imprescindibles”. Y, efectivamente, a esta última categoría pertenece el camarada Miguel Gordillo.
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