Por: Paula María Delgado Morales

Doima, un pequeño corregimiento del municipio de Piedras, en el norte del Tolima, no aparece con frecuencia en las noticias. Pero cada vez que lo hace, marca un precedente. El 28 de julio de 2013 se convirtió en símbolo de soberanía popular cuando, tras meses de campaña de concientización y actos de resistencia civil, liderados principalmente por mujeres campesinas, más del 90 % de sus habitantes votaron en contra de la megaminería de AngloGold Ashanti. Esta fue una consulta popular legal, vinculante y absolutamente legítima, así hoy se pretenda ignorar su mandato mediante fallos jurídicos amañados que favorecen el extractivismo. Doima —y por extensión Piedras— le dijeron al país y al mundo que este territorio no está en venta; que hay luchas y afectos que ni el oro puede comprar.

Ahora bien, esta vocación de defensa no es nueva. A inicios del siglo XX, durante la Guerra de los Mil Días, el general liberal Tulio Varón, junto a su ejército de descamisados, libró allí la célebre Batalla de La Rusia, derrotando al ejército conservador; un triunfo que marcó la memoria local para siempre. Así vemos que, cuando ha sido necesario, Doima ha luchado. Pero no por ambición ni venganza, como en otras partes, sino por dignidad.

Hoy, en 2025, una nueva amenaza se cierne sobre sus entrañas: presuntamente, la empresa petrolera Telpico pretende intervenir, desde Doima, el subsuelo donde reposa el acuífero del abanico de Ibagué. Este cuerpo de agua subterráneo, como recurso privilegiado que la naturaleza nos brinda, es una fuente vital para el abastecimiento humano, las actividades agropecuarias, la soberanía alimentaria, y, especialmente, para el equilibrio del ecosistema y la sostenibilidad de la vida, en todas sus formas, en la Meseta de Ibagué. Según las advertencias hechas por diferentes organizaciones y personas especializadas en biología, derecho ambiental, sociología y demás, una alteración por fracking o extracción profunda del acuífero causaría una herida irreversible en nuestra ecología, nuestra economía y hasta nuestra cultura, como vínculo de entendimiento entre la humanidad y el espacio geográfico que habita.

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Entonces, preguntémonos: ¿cuánto vale una tierra sin agua? Para Telpico, probablemente lo mismo que una tierra con agua: lo que dicten los mercados, los contratos o las proyecciones de utilidad. Pero todos conocemos la respuesta real: no vale nada. Sin agua no hay desarrollo posible, no hay futuro. Y si lo sabemos, ¿por qué actuar como si no estuviera pasando nada? Telpico miente en escenarios de control social, al sostener que no tiene ninguna relación con este problema. A nosotros, quienes sabemos la verdad, porque habitamos, conocemos y queremos la región de Doima, nos corresponde dar la batalla cuantas veces sea necesario, tal como nos enseña y exige su historia.

Este 28 de julio, al cumplir doce años de aquel triunfo democrático, es decir, del pueblo, celebramos la reafirmación de Doima como territorio de agricultura y vida. La Alcaldía de Piedras está preparando un acto institucional para conmemorar esta fecha.

Invitamos a la ciudadanía tolimense, especialmente a las organizaciones ambientalistas, campesinas y agrícolas, así como a personas con liderazgo social, político o empresarial comprometidas con la sostenibilidad, a que nos acompañen en esta causa justa y común: con su presencia, con conversaciones, con pedagogía, con publicaciones en redes sociales y demás acciones que mantengan viva la reflexión en sus comunidades. Esta ocasión, más allá de lo conmemorativo, debe ser una oportunidad de avanzar en las alternativas de desarrollo sostenible para Doima y la región.