Historias
Los reyes del paso
—En Girardot se brinca, pero no se baila —sentencia Marco Aurelio, pero no el Marco Aurelio que fue emperador romano hace más de 1800 años y que se hizo célebre por sus Meditaciones, sino el Marco Aurelio que, desde hace 12 años, dirige el colectivo de danza urbana llamado Step-Kings.
¿Y cómo no darle la razón? Girardot pasó lentamente de ser La Chivatera, un pequeño caserío rodeado por pastores de chivos, a ser todo un fenómeno turístico del centro del país, una ciudad repleta, repletísima, de piscinas, restaurantes, bares y discotecas: toda una ciudadela recreacional, rodeada no de cabras, sino de viajeros entusiastas que quieren ir allí a pasar los festivales.
Cuando llegan las temporadas de vacaciones, todos estos turistas, en compañía de muchos de los 180 mil habitantes propios del municipio, se agolpan en las pistas de baile para retozar con los ritmos que hoy dominan la cultura: la bachata, la salsa, el merengue, la electrónica y el reguetón.
Pero en Girardot no se baila, se bailotea. A pesar del control casi absoluto del Aguardiente Néctar y la fiesta, del diomedazo y el arrimón, la ciudad no se enfoca mucho en la profesionalización de la danza. Los grupos que intentan crear una escena, además de ser escasos, son por lo general de aquellos estilos poco combativos con el gusto tradicional; es decir, agrupaciones que rescatan el folclore, como Taiyarí, y otras que enseñan la salsa y la bachata profesional, como Mi Danza, para que así, al menos, los girardoteños y los turistas tengan cierta idea de algo y no queden en ridículo en los bares nocturnos de Sucre, Miraflores, La Estación y el Centro.
En este contexto fue que Marco Aurelio conoció, en el año 2010, a un bailarín tolimense recién llegado de Lérida. Este hombre empezó a cautivar a una veintena de jóvenes con términos extraños, les habló de afro-dance, dance-hall, lite-feet, waacking, voguing, locking, popping y demás. Cuando habló de “hip-hop”, creyeron empezar a entenderle. Hoy es fácil, entre las juventudes, estar familiarizados con esta terminología, pero en ese entonces se antojaba como algo exótico, incluso contra-cultural, rebelde.
Al partir el tolimense, en busca de nuevas ciudades que fertilizar, Marco Aurelio tomó la batuta y consolidó la agrupación Step-Kings con siete de sus condiscípulos, todo con el fin de impulsar la danza urbana y alternativa en Girardot. El primer objetivo fue encontrar un lugar de entrenamiento fijo y reconocible en el cual pudieran atraer a más jóvenes. Gracias a la amistad con un miembro de la Oficina de Juventudes, el grupo pudo instalarse en la parte inhabitada de las viejas edificaciones del ITUC, un lugar en el que florecen la hierba entre el concreto y los fantasmas entre los muros.
Para llegar al espacio adecuado por los jóvenes, uno debe atravesar un portón con celadores (“¡Quiubo don Marco! ¿Hoy no va a bailar?”) y caminar un buen rato entre unas edificaciones vacías y otras apropiadas por la Oficina de Asuntos LGBTI, la Oficina de Asuntos Étnicos y otras similares. Al llegar a un espacio silencioso y fresco por la sombra, están las oscuras escaleras de un ancho bloque que tiene aires de colegio abandonado. Al subir, se revela un ambiente tétrico donde todo está quebrado, roto, enmohecido y sucio. El amarillo desvaído de las paredes es penoso. Los salones, antiguamente ocupados por estudiantes del Sena, sólo albergan sillas cojas, basura y, raramente, okupas viciosos que son menos temidos que los duendes y las niñas en bata, pero más molestos en la medida que dejan sus “regalos fisiológicos”. Finalmente, en el último salón de un larguísimo pasillo del tercer piso, está la sede del grupo.
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El salón fue adecuado desde mediados del año 2012 y su limpieza fue realizada por los ocho miembros originales del colectivo y por varios de los reclutados ese mismo año. Entre ellos, una sonriente chica morena llamada Vanessa, exnovia de Marco y segunda al mando desde su llegada, pues dominó con tanta habilidad los diferentes estilos que escaló velozmente hasta lograr su estatus. El lugar, después de la mano de obra, quedó espacioso, pintado y con espejos instalados en tres de las paredes, como en un salón típico de expresión corporal. ¿Los mayores inconvenientes? El intenso calor y la oscuridad del espacio, aspectos bastante entendibles al estar en el “corazón de las tinieblas” sin ventiladores de techo y sin más que una ventana.
Pese a los problemas, este salón sirvió y sirve, desde el 2012 hasta la actualidad, como escenario de miles de coreografías, eventos de integración, planeación de viajes para competencias nacionales, amoríos furtivos y discusiones acaloradas. En la cornisa de la ventana que da al pasillo, reposan los tres trofeos que han obtenido por lograr el primer lugar en competencias de Neiva y Girardot. Otros recordatorios y medallas de tercero y segundo lugar completan el cuadro de la ventana, lo que la convierte en una vitrina de metas que no ha recibido ni un sólo peso de Girardot para constituirse. Cuando la Alcaldía los necesita, eso sí, los manda a llamar para que participen en eventos que “fomentan la actividad física” o ayudan a la “reactivación del tránsito y el comercio”:
—Muchachos, nos salió un evento para la Alcaldía en el centro —dijo a voces Marco Aurelio, que siempre parece estar preso de una gran excitación nerviosa que desagrada un poco a los otros.
—¿Nos van a pagar?
—La idea es que terminemos la coreo de hip-hop que montamos hace cinco días, y nos presentemos dos veces en diferente tari…
—¿Pero nos van a pagar?
—Tarima. Cada presentación será de cinco minutos y no puede alargarse porque…
—¡Jueputa Marco que si nos van a pagar!
—No, Jhary, no nos van a pagar. Vamos a hacer esto para darnos visibilidad y ver qué tal nos va con una presentación de este estilo. Además es bueno entrenar este tipo de… Tal vez después nos paguen… Yo ya hablé con… ¿Listo muchachos?
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Los muchachos asienten, pero no están muy seguros de que algún día les vayan a pagar. Los más expertos entre los bailarines de Step-Kings, que ya cuenta con una división amateur y otra de competencia, prefieren buscar oportunidades por otro lado, por eso se han unido a nuevos colectivos de bachata o reguetón a los que les sale trabajo cada fin de semana en algún evento de político o reinado o bar atestado de rolos ebrios.
—¡Muy bien, Vanessa, muy bien! —grita un dj gordo con trenzas en la discoteca Caoba— ¡Ahora que suban tres hombres del público para que bailen con estas muñecas!... ¡El mejor se gana una botella de ron! ¡Un calditas!... ¡Eso, eso, eso!... ¡Uh, uh, uh, uh!... ¡Sin tocar, sin tocar, calmate güevón!... ¡Qué pasa con esa energía gente!... ¡Uh, uh, uh, uh!... ¡Tenemos un ganador! ¡El rey del paso!
Y la rolamenta que brinca, pero nunca baila (como bien sentenció Marco Aurelio en sus meditaciones), y los Step-Kings, como todo colectivo cultural en Girardot, en el Tolima o Colombia, que se intenta mantener como puede en medio del olvido .
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