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¿Qué nos pasa?

¿Qué nos pasa?

De tiempo atrás he venido formulándome esa pregunta: ¿Qué nos pasa? y la respuesta esquiva no aparece.
Miro con tristeza como otras ciudades grandes como Medellín nos supera no sólo a nosotros en Ibagué, sino a todas las otras ciudades de la patria. Tienen metro, cable, tranvía, bellas avenidas, deprimidos, puentes, centros culturales, zoológicos, espacios lúdicos, parques, bibliotecas repletas de ávidos lectores, y nosotros en Ibagué pareciera que nos quedamos estancados en laissez faire, laissez  passer como expresión francesa que significa «dejar hacer, dejar pasar»; una práctica caracterizada por una ausencia total de liderazgo o interferencia especialmente con la libertad  de elección y acción.

Efectivamente estamos estancados. No sólo por la corrupción que nos ha corroído, sino por la indiferencia nuestra, que pareciera viviéramos en un estado de somnolencia. 

Aquí no pasa nada nuevo. No nos mueve un terremoto. Ciudades con personas que sí aman lo suyo, defienden su terruño, nos superan con creces, así tengan muchísimos años menos de existencia que nuestra amada Ibagué. 

Armenia, Pereira, Bucaramanga, Neiva, Manizales el propio Pasto, son ciudades pujantes, con desarrollo muy superior, se nota el progreso y las inversiones futuristas garantizan que poco a poco, nos dejan a años luz de distancia.

Nos hemos preguntado ¿hace cuanto no se hace una avenida nueva en Ibagué? Desde la administración de Pacho Peñalosa ¿con décadas de fallecido?  

Cuantos deprimidos tenemos o puentes – salvo el de Chuco Botero hecho al revés -se han construido ¿en los últimos quince años? 

No me refiero al desastre de los escenarios deportivos – cuya ignominia, corrupción y vergüenza– es récords guinness mundial. Y ofrecen pronto recuperación – pues recursos quedaron y el gobierno central ha aportado- pero solo vemos inauguraciones de pantalla como las de Guillermo Alfonso con la pista atlética y el patinódromo, sin concluir.
Se va a adjudicar el coliseo pero se tendrá una pista diferente a la madera, que es la exigida para eventos internacionales, no se entiende por qué semejante salvajada.   

Ni siquiera hemos logrado el transporte masivo, ni la anunciada zona franca, ni una central de abastos, ni el sobre pagado acueducto complementario. El panóptico cada vez pareciera que por fin se logra terminar, y siempre faltan seis mil millones para su culminación, así –como lo hizo con el agua de mentiras – Guillermo Alfonso Jaramillo inaugurándolos  en diáfano embuste y engaña bobos. 

Destruyeron  las edificaciones de las instituciones educativas, y con Ministra Tolimense- a quien respeto- no hemos podido lograr que se culminen para que nuestros jóvenes puedan asistir dignamente a su educación. 
Las vías de las zonas rurales en total abandono y no de ahora, de siempre. Olvidándose que por allí sale la comida de los ibaguereños.

Las calles como siempre ibahuecos y con los remedios absurdos de los reparcheos, que es botar la plata, pues más temprano que tarde, se vuelven a abrir las grietas.

Los vendedores ambulantes, dueños de las calles, aun cuando tienen el derecho al trabajo, toda actividad debe ser organizada y cumpliendo normas. La carrera tercera es un mercado persa que da grima y las calles adyacentes ya están igualmente llenas. 

Ibagué sin semáforos, con un caos vehicular, trancones – sin razón-  por la falta de vías, ya que la conformación morfológica de la ciudad, alargada entre montañas, hace que las calles y las carreras vayan en sentido contrario a toda la nomenclatura mundial, aquí las carreras son las calles del resto de urbes y las calles carreras. ¡Hasta en eso nos diferenciamos! ojalá fuera para bien. 

Y tras que no hay calles, todas son parqueaderos públicos, por falta de civismo y también del desorden y ausencia de control de una oficina de tránsito que no funciona, en donde debería. Una solución – no sé por qué – de tantos intentos no se ha materializado –las zonas azules que – como va a hacerse en Bogotá –puede ser operada por el propio municipio. 

¿Qué nos pasa? Primero somos los ciudadanos más disociadores que existen. Nos morimos de envidia y no de cáncer, menos del coronavirus. El ibaguereño es chismoso y carece de sentido de pertenencia por lo nuestro. Si a una empresa le va bien, le inventamos que usan carne de chulo o que el pan es de grasa de cadáver. ¡Qué horror! Pero es así, lastimosamente.

La solidaridad es poca y la indiferencia frente a lo que sucede es patética. No se sabe de dónde viene eso genéticamente: ¿de los Pijaos? Según estudiosos eran antropófagos, puesrealmente nos parecemos mucho a ellos en nuestro comportamiento.

Los políticos se abrazan o despedazan en campaña, pero a la hora de la verdad, los elegidos no son representativos ante el nivel central – en un país- totalmente centralista. Cada uno tira para su lado y la representación a nivel nacional, son migajas en comparación con otros cargos en ciudades similares. 

Líderes, en su real sentido de la palabra que respeten, se hagan sentir en Bogotá, hagan debates en el congreso o en la plaza pública - que trasciendan más allá de pedir nombramiento de esposas, parientes y lacayos –, como si hubo en Ibagué y el Tolima, no se vislumbran. ¡Lástima! aquí sí vale el decir, que todo tiempo pasado fue mejor. 

Concejales y diputados – que salvo contadas excepciones –se venden al mejor postor y la oposición sin dientes, me hacen rememorar el ayer del cabildo y asamblea de prohombres, con inteligencia que enaltecían las corporaciones, con una oratoria limpia y debates de una altura impresionante que realmente laboraban -gratis como en el Concejo – para prestar un real servicio con sentido de apostolado a la comunidad.  

Caos total, futuro poco promisorio.

Bueno hoy amanecí pesimista pero realista. No todo es malo. El arte, la música – aunque no tan persistente como debería ser en la capital musical – saca algo la cara con el festival de música  Colombiana, o con el tolijazz que se vivió virtualmente este fin de semana, pues el folclor ha ido decayendo en forma impresionante, lo mismo todos los años, no hay innovación – ante la ausencia de un efectivo comité que se encargue como el Neiva o en Barranquilla, de dedicarse solo a eso, con recursos suficientes, gente experimentada y nueva que conozca del folclor, aporte para su modernización y vigencia.

El festival de la oralidad es otro gran evento nacional que se mantiene en Ibagué.
Pero de allí no más. Apague y vámonos. 

Falta ver si la alianza prometida entre el gobernador y el alcalde de Ibagué, se hace realidad. Ofrecieron puentes, deprimidos, avenidas, pero el tiempo es inexorable, como en la propaganda PASA Y PASA Y PASA, la pandemia nos hizo mirar otras prioridades- y eso está muy bien –pero ya es hora de visualizar y aportarle al futuro, para que pronto no tengamos que  preguntarnoscon dolor del alma: ¿QUÉ NOS PASA?

Por: Germán Barberi Perdomo, Abogado. 

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