Opinión
Protestas, marchas e infiltrados
Ante la fuerza que han tomado los movimientos de masas indignados por el desgobierno del uribismo, expresado en la exacerbada política neoliberal de ultraderecha del presidente Iván Duque, que golpea en primer lugar a la clase media y sectores populares, consideramos necesario hacer un análisis de esta situación en los últimos días.
En primer lugar, la diferencia de las marchas, concentraciones y movilizaciones registradas desde el 21 de noviembre (21N) hasta la fecha, se diferencia históricamente de las anteriores, en el sentido que las actuales han sido actos espontáneos de apoyo tanto al reciente Paro Nacional como al cacerolazo que se registró en la mayoría de municipios del país, incluyendo apartadas zonas de la geografía nacional.
Aquí no hubo ni hay un líder, partido u organización social o política que se adjudique el mando y dirección del movimiento.
Los eventos realizados han sido el producto de la voluntad de millones de personas de todas las clases, edades, condiciones sociales, credos políticos o religiosos, que no aguatan más el peso de un modelo económico neoliberal rampante que no tiene compasión con agricultores, medianos y pequeños industriales y comerciantes, mucho menos con trabajadores, empleados, funcionarios y sectores populares.
Precisamente porque contra estos sectores, están dirigidas las reformas tributarias, laborales, pensionales, educativas y todo aquello que se ha denominado el "Paquetazo de Duque".
Y qué decir la traición, el desconocimiento y el desmonte de la política de paz, que al menos, en los tres últimos años, estaba rindiendo positivos resultados al país; añadiéndose a esto los 200-300 o más asesinatos y masacres de líderes sociales e indígenas que permanecen en la impunidad, sin contar con los casi 200 reinsertados de las Farc que ha corrido la misma suerte.
Son estos, entre otros tantos, los motivos que tienen los colombianos para protestar. Sin embargo, el gobierno de la 'Economía Naranja', no se da por enterado de las multitudinarias manifestaciones de ciudadanos que le perdieron el miedo al 'castro-chavismo' y que se han tomado las calles como escenarios para demostrar su inconformidad con el régimen que se resiste a escuchar el clamor de las comunidades.
Por fortuna, en las movilizaciones que se han realizado en Ibagué y en varios municipios del Tolima, la situación de orden público no se ha alterado significativamente y se podría decir que todo ha transcurrido en relativa calma, salvo el caso exagerado del toque de queda en El Espinal; empero, en otros lugares como Cali y Bogotá, lamentablemente, la situación es a otro precio.
Allí, los infiltrados y los vándalos han realizado sus fechorías.
Reflexiones
Por el fenómeno social y político que han significado estas movilizaciones multitudinarias a lo largo y ancho del país, es necesario hacer unas breves reflexiones sobre las mismas:
Primero.- A este movimiento, pese a tener un comité unificado de paro, integrado por las centrales obras, movimiento estudiantil, indígenas, partidos políticos alternativos y demás fuerzas que lo integran, no se puede decir que tiene jefe y directorio político de derecha, centro o de izquierda que lo dirige.
Es un movimiento que es de todos.
Segundo.- El gobierno uribista no se ha conectado con la gravedad de la situación social y política que vive el país, y por lo tanto, no ofrece soluciones distintas a la represión y criminalización de la protesta. Tímidamente, acepta reuniones con algunos sectores sin ofrecer una salida efectiva a la solución de los problemas planteados, lo que indica que la lucha se extenderá por más tiempo.
Tercero.- Si bien es cierto, los hechos violentos, censurables desde todo punto de vista, que se han registrado en algunos lugares del país, especialmente en Bogotá y Cali, han tratado de influir negativamente en la protesta legitima y legal que realizan los ciudadanos, estos no han logrado el objetivo buscado de desprestigiar y minar al movimiento.
Las marchas multitudinarias y pacíficas han sido superiores a las intenciones de los saboteadores infiltrados.
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Cuarto-.Los infiltrados. Este es quizá el punto medular que se presenta en toda movilización, concentración, marcha o manifestación. Los infiltrados se pueden clasificar, en nuestro caso, en tres categorías: Los delincuentes comunes, los de extrema izquierda-anarquistas y los agentes del Estado.
Los primeros actúan como lo que son, delincuentes que buscan el robo, el saqueo y obtener botines para su beneficio personal; los segundos creen, equivocadamente, que con actos anárquicos, individualistas y violentos logran fines políticos, creando el caos, bajo la convicción que así desmoraliza al enemigo y le puede asestar golpes; y los terceros, los agentes del Estado, son los más peligrosos y que llevan objetivos planificados.
Estos últimos merecen un breve análisis, ya que forman parte de la política de seguridad de cualquier país o sistema capitalista, socialista o comunista y han existido desde que existen cuerpos armados que defienden al Estado de cualquier característica.
Los infiltrados no son una figura nueva.
Los agentes estatales infiltrados cumplen consignas y órdenes precisas, según la misión que se les asigne.
En nuestro caso de las marchas del 21N y sucesivas, empezaron con allanamientos y detenciones previas ilegales al día fijado para el paro como es de conocimiento público.
Luego en el desarrollo de las marchas, especialmente al finalizar, se iniciaron los desmanes, donde sin duda, participaron estas tres clases de infiltrados, pero donde los videos en abundancia que circulan en las redes sociales, unos falsos y otros verdaderos, se muestra como agentes de la policía son retirados de las manifestaciones en unos casos por su actitud provocadora, en otros siendo cómplices de los vándalos, así como participando uniformados rompiendo vidrios de residencias y en actos de excesos de fuerza contra los manifestante o de personas que simplemente se encontraban en el lugar equivocado.
¿Estas acciones que buscaban? En primer lugar desprestigiar y deslegitimar las grandes y pacíficas movilizaciones de protesta contra la política económica del presidente Duque, y segundo, propiciar las medidas represivas y la criminalización de la protesta social.
Aquí está clara la misión de los infiltrados en las movilizaciones del 21N y sucesivas, en un gobierno autista como el de Iván Duque, que prefiere una solución policiaca a los graves problemas sociales antes que concertar y ceder en su esquema neoliberal en crisis.
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