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Pareciera un caso perdido

Pareciera un caso perdido

 

Por: Alberto Bejarano Ávila

¡Aunque pareciera caso perdido no tiro la toalla! Me refiero a que el frenesí electorero per se ya devoró a la lógica política y, por ello, suena a quijotada alegar algo tan obvio como es que el entronque entre la realidad política regional y la nacional no es un congresista y sí lo es la lectura histórica, el proyecto político (no “carreta”) y la visión estratégica de la región, que siendo base ideológica, ha de ser confiada al congresista para que la defienda, represente y logre conquistas pertinentes en la “magna tribuna de la democracia”

Con un ejemplo intento explicar. En reciente rueda de prensa, el Polo Democrático, Poder Ciudadano y Alianza verde, anunciaron que en coalición local presentarán lista unificada a la Cámara y, justamente, es en éstas orillas políticas donde tengo algunos amigos que me merecen sincero respeto por ser gente buena, en el sentido ético y moral, que no siempre es igual a gente buena, en el sentido de lo políticamente correcto para la región.

Del ejemplo puede colegirse que en una divisa política anacrónica muchos de sus adeptos son gente ética e idónea y que en divisas “progresistas” puede medrar gente liviana y que ésta es razón suficiente  para rehusar al hábito de satanizar y quejarse por el inicuo modo de hacer política y luego contemporizar y votar por lo que siempre nos hemos quejado.

Por coherencia con lo que pienso yo votare por personas buenas, siempre y cuando éstas encarnen proyectos políticos sustentables y por ello pregunto a mis amigos lo mismo que he venido preguntado a los partidos sin lograr siquiera un mu como respuesta: ¿cuál es el proyecto político para el Tolima que confiarán a sus candidatos? Con sinceridad digo a mis amigos que tengo plena certeza de que sin lectura sesuda de la realidad, proyecto político y estrategias claras, el congresista tolimense acabará siendo una amalgama, bien pagada, de politiquero, mandadero y “calientasilla”. Duro sí es, y sin duda difícil de refutar.

Digo además que al barón electoral (“águila cuaresmera”) que, sabedor del débil liderazgo político en el Tolima, llega a pescar votos sin asumir tareas serias, debemos instarlo a que precise qué puntos de nuestros “sendos proyectos políticos” apoyará y, si a ello se niega o elude con sofismas viejos, entonces exigirle que no venga a pervertir más la democracia interna del Tolima y que mejor vaya a su tierrita a hacer politiquería, si allí se lo permiten.

Como corolario planteo una tesis que ojala no cause molestia a mis buenos y autocríticos amigos: Una tozuda y desarticulada aventura electoral, que de suyo no esté precedida de serio examen del contexto histórico del Tolima, hace que políticos tradicionales y políticos progresistas o alternativos acaben siendo ingredientes del mismo insípido sancocho que hemos probado por décadas enteras y, por tanto, la diferencia de la cual podemos esperar un quiebre histórico, no debemos buscarla en imaginarias o reales supremacías morales o banderizas, ni en “buenos candidatos”, sino en un modelo alternativo de futuro que ha de ser construido colectivamente para que sea el norte de todo político consecuente.

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