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Nacionalismo, centralismo y regionalismo

Nacionalismo, centralismo y regionalismo

Una lectura casual sobre el nacionalismo reza: “si se absolutiza, el sentimiento nacional nos esclaviza, nos enfrenta y nos destroza”. Averiguando el porqué de la inercia del Tolima, hallo que el efecto nacionalista (léase centralismo repulsivo, pues en Colombia no existe tirantez ideológica nacionalismo regionalismo) lleva a los tolimenses a cifrar sus anhelos de progreso en “Bogotá” y a reducir lo regional a la gobernanza funcional (gestión menor y gris) y de ahí que, al encarar la realidad nacional con odios y polarización, hacemos del Tolima un campo de batalla de aversiones, desuniones y pequeñeces y no un teatro de unidad donde ideamos y protagonizamos grandes construcciones socioeconómicas para alcanzar un futuro mejor.

Si un testigo imaginario, fuereño y perspicaz, nos viera opinar, teorizar y protestar, sin duda se preguntará porqué, con tanta enjundia teórica, las ideas de los tolimense no desembocan en acciones solidarias para forjar espacios de realización personal, familiar y social, porqué vivimos cautivos de antipatías, divididos, sin oírnos, sin reconocernos y porqué somos leales a tesis ajenas y desganados para producir pensamiento propio, sabiendo que en ningún otro lugar, únicamente en el Tolima, tenemos que hacer empresa privada, publica y cooperativa para que las personas obtengan ocupación o empleo, generen ingresos, ahorren, eduquen a sus hijos y construyan una economía democrática, solidaria y sostenible.

Ante el interrogante de por qué tanta gente buena vive dividida por la política, el psicólogo social J Haidt responde que “las personas se unen en comunidades políticas que comparten narrativas morales y cuando aceptan determinadas narrativas quedan ciegas ante mundos morales alternativos”. Sobre tal tesis debemos pensar, pues en el Tolima ninguna “narrativa moral” (de derecha, izquierda o centro) emana de la hermandad territorial sino de intereses ajenos que nos distancian e impiden que surja un inteligente y fraterno talante constructivo.

El extravío centralista hace que los tolimenses (generalizo) seamos ciudadanos nacionales más no ciudadanos regionales y por ello es difícil que el espíritu tolimense se inspire en una ambivalencia sana (“posibilidad de que algo tenga dos valores distintos o pueda entenderse o interpretarse de dos maneras distintas”) y por ello la construcción del auténtico desarrollo exige reconstruir el alma regional, pues sólo así el saber colectivo sabría que la lucha por el futuro tiene dos frentes que suponen visiones estratégicas y actitudes diferentes: protestar para construir un Estado decente y justo y unirnos para forjar un Tolima próspero.

Sin espíritu emprendedor fundado en la identidad difícil es entender el desarrollo regional y asumir grandes emprendimientos de prosperidad; lo primero es motivacional, psicológico, moral y lo segundo objetivo y práctico y verdad es que sin lo uno lo otro es estéril y por ello el economicismo o teoría económica centralista del desarrollo es perniciosa, pues sus fines (usualmente oligopólicos) son contrarios a nuestro sentir, pensar, merecer y anhelar.

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