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La valentía de ser uno mismo

La valentía de ser uno mismo

Por: Juan Bautista Pasten G.


Desde pequeños, tanto la familia como cercanos, instan a seguir patrones y modelos prestablecidos socialmente, independiente de la comunidad, país o nación en que habitamos. Además, a los niños y niñas se les inculca ser como alguien existente, sea alguien de la familia, de las amistades o algún sujeto famoso de la sociedad, por lo general, algún individuo que, además del reconocimiento colectivo, tenga otras características materiales, como éxito y riquezas por doquier.

En este punto, es preciso acotar que, en muchas oportunidades, esta imposición exógena de hábitos, costumbres, ejemplos y modelos a seguir, carece del análisis mental, entendimiento emocional, examen valórico y ético que permita una percepción y comprensión mínima de la realidad superficial y banal que se está exaltando.

Ciertamente, la personalidad de esos individuos – tanto de quienes propician tales cánones de existencia como de quienes estarán impelidos a asumirlos – adolece y redundará, más temprano que tarde, en serios conflictos anímicos, emocionales y de interacción humana.

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Ahora bien, ¿Por qué la sociedad en que habitamos obliga a las personas a ser como son o han sido otros, a seguir pautas de convivencia o a practicar instancias ya habidas, como si fueran las mejores maneras de coexistencia y crecimiento?

Esta búsqueda de uniformidad humana ha caracterizado al ser humano desde sus inicios, sin embargo, ha aumentado en los dos últimos siglos. Los llamados estereotipos ejercen dominio en la formación e “integración” de las personas a las comunidades, estados o países. Esto podemos observarlo en todos los ámbitos de la realidad, donde rápidamente se incluye a las personas en un rango o categoría predeterminada. Muchas de tales personas suelen desconocer que son ubicados en uno u otro contexto social.

Efectivamente, los estereotipos dominan en las sociedades, en conformidad, por ejemplo, a los lugares donde vivimos o frecuentamos, a los oficios o profesiones que desarrollamos, a los sitios que frecuentamos y con quienes nos juntamos, a la cantidad de bienes materiales que tenemos o carecemos, de los lugares de donde provenimos, a los intereses religiosos, políticos o deportivos. En fin, los estereotipos están por todos lados y – aunque no lo sepamos ni queramos – somos incluidos en alguno de uno de ellos.

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Por cierto, esta incorporación a una u otra categoría social no constituye una casualidad ni es un elemento fortuito y/o circunstancial, tampoco es una situación banal e irrelevante. ¡Nada más lejos de la verdad, amigos lectores! Todo ello corresponde a una forma sutil, bizantina pero bastante efectiva de disminuir y coartar los ya limitados espacios de libertad de que disponemos los seres humanos.

Es un modo de insertarte a la realidad establecida, al denominado “status quo”, a ser parte de lo habido. En definitiva, a ser uno más en medio de la multitud, uno más de la manada, un mero eslabón en la larga cadena humana que mantiene vivo el “orden establecido”. El natural sentido de pertenencia es utilizado como medio de mantener y fortalecer el sistema vigente.

No obstante, aún es tiempo de Ser quienes verdaderamente somos, de despertar del extenso letargo vital en que gran parte de la humanidad permanece inconsciente. Platón, el eximio pensador griego de la antigüedad, nos dice que es imprescindible “recordar” nuestra auténtica identidad, aquella que se perdió cuando advenimos a esta nebulosa forma de vida terrenal.

La historia del pensamiento y la humanidad posibilita darnos cuenta que los grandes descubrimientos, los sublimes acontecimientos y las inefables creaciones han sido generadas por personas que tomaron la decisión valiente, ingeniosa y potente de tomar el control de sus vidas, que se atrevieron a ir contra la corriente, que enfrentaron y vencieron la mediocridad existencial.

Sin duda, esos excelsos seres humanos muestran el derrotero a seguir, no para repetir lo que ellos hicieron, sino para impulsar y motivar a que cada uno de nosotros tome la vara de la intrepidez que permita prolongar y enriquecer, con certeza y amor, el largo, pero, al mismo tiempo, fructífero sendero de la Sabiduría, la Justicia y el Bienestar.

En efecto, así y solo así serás, en verdad, Tú mismo y Tú misma.

Solo hay una pequeña parte del universo de la que sabrás con certeza que puede ser mejorada, y esa parte eres tú”. Aldous Huxley, filósofo y escritor inglés, siglo XX.

Nos convertimos en lo que somos a partir del rechazo total y profundo de aquellos que los otros han hecho de nosotros”. Jean Paul Sartre, filósofo francés, siglo XX.

 

*Docencia e investigación en filosofía

Universidad de Chile

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