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La incómoda unidad

La  incómoda  unidad

Opinión

 

Por: Darío Romero S. 

Hace más de un año nació la Convergencia Alternativa del Tolima, con el exclusivo propósito de confrontar en forma  seria y contundente las decadentes maquinarias políticas tradicionales, abrir espacio a una nueva forma de ejercer la política y facilitar la construcción de una fuerza ciudadana que   fuese  interlocutora   válida   en   defensa   de   los   intereses   de   las   mayorías   olvidadas     del departamento.   Convencidos   que   «el   momento   era   ahora»     para   retomar   las   banderas   de   la esperanza y reconstruir las confianzas desgastadas, aprendimos a administrar las diferencias para convertir la unidad en piedra angular de este nuevo esfuerzo colectivo.

Históricamente no ha sido fácil concretar la unidad de las hoy llamadas «fuerzas alternativas», a pesar de comprender que sin ella todo está perdido, aplazándose indefinidamente la portentosa tarea de destronar a los fabricantes de la pobreza y alcanzar la felicidad del pueblo.   Viejos y nuevos obstáculos conspiran contra esta posibilidad unitaria, el justificado recelo a causa de anteriores procesos,   la   intransigencia   ideológica,   la   deslealtad   en  los acuerdos   alcanzados,   el   desmesurado pragmatismo carente de principios, el “todo vale”   y hasta la frenética actividad de  jefes o jefecillos que han llegado a creer  que todo lo que les es útil a sus particulares intereses,  le sirve necesariamente a los tolimenses.

Debemos propender por blindar la Convergencia, para que este aliento no explote como «pompa de   jabón».   Su   fortalecimiento,   vitalidad   y   duración   depende   de   determinadas   condiciones, en especial de la consecuencia política de sus inspiradores y protagonistas. En  nuestro haber tenemos  decisiones y acciones que marcan con claridad el rumbo.   Dos ejemplos bastan, después de 27 años de estar consagrado en la Constitución colombiana, por fin contamos con  un Estatuto de la Oposición que no solo otorga algunos derechos sino que en la actual coyuntura, posibilita la denuncia y confrontación a  todas las medidas que  contra el pueblo viene ejecutando el   gobierno   de   Iván   Duque   y   su   séquito   de   enemigos   de   la   paz.    La   Alianza   Verde,   el   Polo Democrático Alternativo, la Colombia Humana, la Unión Patriótica, hemos acogido y utilizado este derecho   democrático.   Tampoco   puede   quedar   en   el   olvido,   la   inédita   Consulta   Popular Anticorrupción, cuyos siete mandatos recibieron el respaldo de casi doce millones de colombianos.  Su consigna central  fue   ¡Vencer al corrupto!

Regionalmente, sabemos  que  nuestros   contradictores persistirán   en  la  tarea   de  erosionar   por dentro y por fuera esta decisión unitaria, enfilarán permanentemente sus baterías «enseñadas a odiar amorosamente» como decía Gaitán, pero no podrán untarnos, ni en las prácticas políticas de jefes sancionados de por vida para ocupar cargos públicos, ni en monumentos a la corrupción como ese del mayor desfalco en la historia de Ibagué y el Tolima: Los Juegos Nacionales.  

Confiamos todos que, más temprano que tarde,  la verdad habrá de florecer y la impunidad no logrará cubrir con su oscuro manto, la responsabilidad política que varios dirigentes y colectividades tienen en estos hechos.

Del mismo autor puede leer:Participación ciudadana y transparencia

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