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La ignorancia que entrega sabiduría
Hace 26 siglos, el filósofo griego Platón señalaba -asumiendo la enseñanza de su maestro Sócrates – lo siguiente: “El origen de la maldad es la ignorancia”.
¿De qué ignorancia escribe Platón? Sin duda, es un tema intrínseco al pensar filosófico a su contenido ontológico, ético y político.
Por lo pronto, es necesario diferenciar tres tipos de ignorancia, como son:
- la ignorancia existencial es aquella que caracteriza a un número importante de seres humanos, es decir, quienes “vagan por el mundo”, sin jamás encontrar -porque tampoco lo buscan- sentido a su existencia, a su habitar en el mundo. Se limitan a repetir lo que dicen o hacen otros o – lo que es peor- obedecen pasivamente las ordenanzas externas, sin examinarlas ni cuestionarlas.
- La falsa sabiduría: Caracteriza a personas e instituciones que manejan cierto grado de información y conocimiento, el cual consideran (“creen”) suficiente para vivir. Tal conocimiento es considerado verdadero, en desmedro de quienes piensan y opinan de modo diferente. Asumen sus “creencias”, sean políticas, religiosas, científicas o ideológicas como fundamentales y, por el contrario, como erradas y falsas las concepciones que difieren de ellas.
Esta falsa sabiduría es, incluso, más dañina que la ignorancia existencial, pues cuenta con gran cantidad de “adherentes”, “creyentes” y /o “partidarios”.
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c.) La docta ignorancia: Existe un tercer tipo de ignorancia, aquella propiamente filosófica. Consiste en reconocer que se es ignorante, que desconocemos mucho más de lo que sabemos, pero -al mismo tiempo- abocarse a la tarea incesante de superar esa ignorancia, de buscar, estudiar, examinar la realidad personal y social, de encaminarse por el sendero de la Verdad y dilucidar los misterios de la existencia humana.
Esta docta ignorancia, la podemos resumir en citas de dos grandes pensadores:
“Sólo sé que nada sé. Sócrates (siglo V. A.C)
“Lo que conocemos, es una gota, lo que ignoramos es el océano”. Isaac Newton (siglo XVII).
Ahora, tal vez, podamos comprender la cita primera de Platón: “El origen de la maldad es la ignorancia”, la ignorancia de nosotros mismos y la realidad en que vivimos, la ignorancia de los Valores esenciales, ignorancia que nos aleja de ser lo grande, lo sensible, lo inteligente, lo justo, lo solidario y lo sabio que realmente somos y que, por tanto, es necesario descubrir y aplicar en nuestra vida cotidiana.
Es tiempo de ser quienes verdaderamente somos y hacerlo ahora.
Por: Juan Bautista Pasten G, Docencia e Investigación
Universidad de Chile.
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